El 26 de junio de 1993 el Sabalero perdía el ascenso en el Chateau Carreras a manos de Banfield 5 a 4 por penales. Hoy, varios años después, el mismo título con el mismo héroe: José Vignatti.
Ese abrazo en medio del Mineirao de Leo Burián —que perdió a su hermano— con el “Pulga” Rodríguez —que perdió a su padre en Simoca— es el nuevo “Abrazo del Alma”. Como el del “Pato” Fillol con el “Conejo” Tarantini el día que Argentina fue campeón del mundo en 1978 contra Holanda. Y el título de hoy, 26 años después, es el mismo que puse en esa tarde fría del Chateau Carreras, con las historias de los paraguayos, de porqué la agarró Cañete, de lo que pasó con Puentedura y todas esas líneas que escriben siempre los refutadores de Leyendas.
Esa vez, en el vacío vestuario del Chateau Carreras, José Néstor Vignatti dejó una frase cuando nos íbamos del estadio: “La cagada ya está hecha, no hay nada que hacerle ahora”. La dijo ese día. Y se enojó el domingo cuando El Litoral la publicó.
Es justamente el “Flaco”, “Gringo” o “Fideo” —así apodan a Vignatti— el tipo que cambió la historia del fútbol de Colón. Y, de paso, respetuosamente lo digo, cambió la historia misma del fútbol de Santa Fe. Como lo hizo Ítalo Pedro Giménez en el ‘65 cuando mostró el camino y la receta para ascender a la Primera División del Fútbol Argentino.
Colón, 26 años después de sufrir los penales en Córdoba, goza desde los 12 pasos en el mítico Mineirao. De la mano de “Cachorro” Leo Burián, alguien a quien pude entrevistar de manera exclusiva después del triste accidente familiar que lo privó de atajar en Maracaibo: “Yo se que de ahora en más mi hermano me va a ayudar desde allá arriba, desde el Cielo...”. Y fue así nomás, lo iluminó su sangre y también los cientos de miles de santafesinos que se quedaron acá en la ciudad de Garay empujando a esos privilegiados que juntaron la moneda para ir a Belo Horizonte a la noche más importante de la historia del “Negro”.
Gritó Colón en el Mineirao. Con el “Chino” Maidana ahí en las tribunas como un hincha más, con Los Palmeras entonando “Llega el jueves y seguro yo me rajo, imposible resistirme a lo que quiero...soy capaz de dejar todo abandonado...por un rato de parranda yo me muero”. Con Horacio Guarany gritando bien lento allá arriba y cantando con un vino tinto en Alto Verde...”Vayan pelando las chauchas...”.
Entonces, pasan todas las fotos como si fuera una película. Los tablones, las canchas de la “B”, perder con Armenio, con Mandiyú, ganarle a Chaco For Ever y lo de Banfield. La cancha inundada por el Salado, con los arcos tapados por las aguas y el Brigadier López haciendo de dique. Los autos del bingo flotando. Los puntos descontados por FIFA, el cagador de Marchi con Agremiados, el garca de Lerche y el descenso en la cancha de Rosario Central contra Rafaela. El Salvataje, los cheques rebotados, la quiebra. Y al vuelta de José... siempre José. El que perdió tantas cosas en su vida por Colón. El mismo presidente que firma autógrafos, se saca fotos y puede llorar de alegría.
Pasaron 114 años en la historia de Colón sin poder jugar una final, como será el próximo 9 de noviembre en La Nueva Olla de Asunción del Paraguay contra Independiente del Valle de Ecuador. Uno imagina, como nunca, el verdadero éxodo desde la Ciudad de Garay hasta la cancha de Cerro Porteño con miles y miles de “Negros”. Agotando los 20.000 tickets propios y haciendo de neutrales del lado ecuatoriano.
Y como pasó hace 26 años en la triste tarde del Chateau Carreras, con los penales, el título es el mismo: “Nadie dejará de ser hincha de Colón”. Porque las pasiones populares como Colón no dependen de un resultado. No se trata de estar en las buenas o en las malas. Se trata de estar siempre... los mismos de siempre.