(Enviado Especial a Junín)
Es el único jugador que el club pudo comprar. Delfino se lo apuntó a los dirigentes porque lo conocía de Río Cuarto y sugirió que se haga el esfuerzo económico. Su contagio es clave para el resto. Y ante Los Andes, le cambió la cara al equipo.
(Enviado Especial a Junín)
El 9 de abril pasado, Nicolás Talpone cumplió 28 años. Iván Delfino lo tuvo en Río Cuarto y pidió que Colón lo compre con carácter de prioridad. Todos llegaron a préstamo, menos él. Su pase pertenecía al Estudiantes cordobés y tenía contrato vigente. Colón hizo el esfuerzo y le firmó un contrato de tres años. No se equivocó Delfino. No sólo compró un jugador de fútbol, sino que trajo el motorcito que le da vida y energía a su equipo.
Talpone tiene una cuna "sagrada" en el fútbol argentino: la de Estudiantes de La Plata. Debutó en 2016 en Primera, en un partido con Atlético Tucumán, pero no tuvo continuidad. Fueron apenas ocho partidos que le aportaron poco, pero formando parte de una camada de jugadores que tuvieron la chance casi en simultáneo de llegar a Primera y que integraban, entre otros, Ascacíbar, Lucas Rodríguez y Daniel Sappa, por mencionar a algunos.
Sus pasos siguientes fueron en Primera Nacional, dejando su sello y esa impronta de jugador corredor, luchador y de una técnica para nada reprochable en la muy buena campaña de Estudiantes de Río Cuarto con el "viejo" Delfino, que no dudó en traerlo para rodear de energía a esa usina generadora de fútbol que tiene el equipo y que se llama Sebastián Prediger.
Antes del partido con Los Andes, decía que Talpone y Castet, de los habitualmente titulares, eran jugadores "aptos" para bancarse el partido de Copa Argentina sin que esto repercuta en el físico para lo más importante que se está jugando Colón, que es el intento por volver de inmediato a la máxima categoría. No se había ido bien del todo en el partido con Almagro. Por eso, Delfino prefirió resguardarlo. Pero en virtud del flojo rendimiento del equipo y de cierta apatía que el técnico observó de inmediato, decidió meter tres cambios en el entretiempo que le cambiaron la cara al equipo. Mejor dicho, una de ellas -la de Talpone- fue la que le dio vida al resto. Colón pasó de ser un equipo con problemas de manejo y de contención en el medio (Torres y Gallegos se cansaron de jugar a las espaldas de Vega y de Sabella), a ser el equipo que, con ráfagas de una verdadera "ametralladora futbolera", liquida rivales. Y eso fue lo que pasó en Junín. Bien asistido por el aporte que dieron Toledo y Herrera, los otros dos "titulares" que agregó Delfino para jugar el segundo tiempo, sumando a Lago y a Jourdan, que ya estuvieron desde el comienzo del partido.
Talpone es de esos jugadores que quizás no luzca como otros, pero que se siente y aporta desde todo punto de vista. Es el que más corre, derrocha despliegue, le da energía al equipo, ha encontrado su lugar y su función en la cancha, es la rueda de auxilio constante de Prediger y también del resto de sus compañeros. Para un equipo ofensivo como el de Delfino, con Prediger que juega, con Guille o Sabella que también juegan, con los dos carrileros (Jourdan y Lago) que van en todas y son más "wines" que otra cosa (y se están cansando de hacer goles también) y Toledo o Axel Rodríguez que tienen la misión de convertirse en la referencia más adelantada, Talpone aparece como el jugador capaz de meterse en esa vorágine cuando el equipo tiene la pelota, pero sabiendo que la sola pérdida lo obliga a trabajar como ninguno para que el equipo vuelva a tenerla lo antes posible.
En ese armado rápido del equipo que tuvieron que hacer estos dirigentes, que recibieron el club con retraso, cuando ya el resto de los equipos se estaban armando y preparando, la elección de Iván Delfino ha sido clave. Y entre las decisiones que tomó este técnico, profundo conocedor de la categoría, estuvo la contratación de Talpone y la sugerencia de que el club invierta el escaso dinero que había (si es que había) para sumarlo como patrimonio.
Su ingreso en Junín fue contagioso. El resto creció, aparecieron jugadores que habían estado absorbidos en el primer tiempo (como Lago y Jourdan), pero también mejoraron otros que dejaron bastante que desear en la parte inicial y que debieron superar no pocos problemas (caso Greising, cuyo rendimiento fue flojo al principio y terminó clausurando su lateral en el final). Talpone no será de lo mejor que tiene Delfino con la pelota en los pies; habrá otros que lucirán más y resultarán más desequilibrantes. Pero todo equipo necesita de obreros, de jugadores que derrochen y contagien energía. Talpone es ese motorcito que Colón tiene para que el equipo despierte cuando está dormido.
11 probables
Teniendo en cuenta el nivel que vienen mostrando los jugadores, si no surge nada raro de acá hasta el lunes, el equipo para jugar ante Defensores de Belgrano será con Vicentini; Herrera, Lopes, Goltz y Castet; Jourdan, Prediger, Talpone y Lago; Guille y Toledo.
Antes de que Defensores de Belgrano fuera reconocido como El Dragón del Bajo, Rodolfo César Chiti ya era el más dragón de todos los dragones: tenía el fuego sagrado. Le decían La Fiera porque jugaba como tal. "En el estadio de La Techada, allí en Libertador y Comodoro Rivadavia, donde Núñez es orgullo y la ESMA resulta un dolor que todavía lastima, Chiti figura como un símbolo para la historia del club, mito para los que lo vieron poco y leyenda para los que no se pudieron dar tal gusto. Ese emblema -tal vez el más grande de este club, junto con aquellos héroes que mantuvieron a Defe en Primera durante toda la década del 20- falleció en 2010", escribió Clarín, recordando al jugador emblema del rival que tendrá Colón el lunes.
Jugó para el rojinegro más de 500 partidos; fue parte de una línea media sin olvido junto a Mónaco y Borlenghi; fue fundamental en los ascensos a la B (con vueltas olímpicas incluidas) de 1953 y de 1958; fue parte importante del inolvidable equipo de 1967 que asombró a todos y se quedó a casi nada de Primera, en el Reclasificatorio. Era mago Chiti: ya retirado de su condición de futbolista, como entrenador se hizo cargo de otro equipo inolvidable, el campeón de la C en 1972. Consiguió algo grande esa campaña también: le dio al fútbol argentino a un paradigma del wing derecho, René Houseman, luego campeón con Huracán en 1973 y con Argentina, en el Mundial de 1978.
Vicente Giardullo fue un marcador central de Defensonres de Belgrano, que jugó desde 1968 a 1982. Fueron 350 partidos en el Dragón, le decían el Tano, nació en Italia y fue el sucesor de Rodolfo Chiti, el gran ídolo de los hinchas de Defe. Ambos, precisamente, fueron protagonistas de una historia particular: desde su debut en el Dragón, allá por 1952, y hasta su retiro en 1968, Chiti siempre usó la camiseta número 6. Mientras que Giardullo, su reemplazante, la vistió desde sus comienzos en Defensores y hasta que se despidió del fútbol, en 1982. O sea, sólo dos jugadores usaron esa camiseta durante 30 años.
Volviendo a la actualidad, Defensores de Belgrano cosechó dos victorias consecutivas en sus últimas presentaciones. Esto le permitió recuperar el espacio que había perdido luego de un gran comienzo y de un período de inestabilidad que arrancó en Santa Fe, cuando cayó goleado por Copa Argentina ante Atlético Tucumán. El equipo que dirige Carlos Mayor viene de ganarle, sucesivamente, a Atlanta y a Almirante Brown en las últimas dos presentaciones. En las posiciones está tercero, con 26 puntos, a tres de San Telmo y a cinco de Colón que lidera la tabla en la zona B.