Maduraba la decisión, casi cayéndose del árbol por sí misma. Apenas 2 puntos sobre 21 en juego no resistía otro análisis que ese, el matemático, el de los frios números. Cinco derrotas y dos empates, apenas el 10 por ciento de cosecha de los puntos en juego y un equipo que no reaccionaba. Si a eso se le suman los diez partidos sin ganar, los 280 minutos sin hacer un gol, los cuatro partidos sin ganar como local y los 24 que no gana de visitante (con 5 empates y 19 derrotas), es imposible no llegar a otra conclusión que no sea la de este estado de desilusión, preocupación y desesperanza que gobierna al mundo Colón.
Para colmo de males, ni siquiera podía mostrar el costado positivo que tiene Osella, que es el de armar equipos que sean sólidos del medio hacia atrás: a Colón le convirtieron 13 goles en los 7 partidos que dirigió. El promedio es de casi 2 por partido, algo letal para un equipo con enormes problemas para llegar al gol en el arco de enfrente. Y a eso se le suma que 11 de esos 13 goles se produjeron en los segundos tiempos, algo que inevitablemente viene de la mano del bajón anímico tremendo por el que atraviesa este plantel.
“Muchachos, tengo que ser muy honesto y concreto: no le encontramos nunca la vuelta al equipo. Acá el único responsable soy yo, no tengo la mínima intención de ganarme el odio de gente que quiero mucho y por eso es el momento de dar un paso al costado”, fueron las primeras palabras de un Osella que se declaró “único y total responsable”, algo que no es así. Marginó de esa cadena de responsabilidades a actores principales como dirigentes y jugadores. Es cierto que los dirigentes “no entran a la cancha”, pero no puede eludirse la cuota que a ellos también les corresponde.
Osella se paró en el vestuario delante de los jugadores y de Francisco Ferraro. Fue claro y escueto. Anunció su decisión y no hubo posibilidad de vuelta atrás. “No hay que estirar nada ni ser hipócrita”, agregó y fue claro y contundente respecto del que llegue a ocupar el cargo que él está dejando: “El que venga va a tener que renovar la esperanza. Yo lo conseguí en el proceso anterior, hicimos una gran campaña y no pudimos coronarla con aquella final que perdimos en Rosario ante Rafaela. Me voy esta vez con el dolor en el alma porque este es un club que quiero mucho y tiene gente a la que también quiero mucho y no quiero que esa gente me odie”, señaló.
Después, esbozó una suerte de análisis y dijo que “el plantel está atado y no lo pudimos soltar nunca. Se hace todo muy forzado y eso que buscamos de todas las formas posibles para cambiar el estado de situación. Todo lo que pudimos cambiar, lo hicimos. Pero no hubo caso. Por eso digo que no le encontré la vuelta y que es necesario que venga alguien que pueda hacerlo en estos 11 partidos que faltan para que termine la temporada”.
Osella no busca excusas ni chivos expiatorios ni desliza responsabilidades en terceros. “Me trajeron lo que se pudo traer en el mercado de pases. Lo único que puedo lamentar es que no conté con jugadores como Bernardi o Aliendro en su mejor momento, pero no quiero poner ninguna excusa. No me pongo colorado porque digo que toda la culpa es mía”.
Se fue del estadio agradeciendo a los jugadores y a los dirigentes, no sin antes que “es muy posible que me tome un tiempo de descanso largo porque tengo la cabeza que me explota por haber asumido situaciones comprometidas siempre. Me voy muy triste porque Colón es un club que quiero mucho y no pude darle lo mejor de mí”.
Sobre el final, sentenció que “me imagino que los hinchas me deben estar insultando en todos los idiomas, por eso también siento la necesidad de dar un paso al costado, porque no quiero ganarme el odio de esa gente”.
¿Y ahora?, es la pregunta que se hacen todos. Sin Vignatti en el estadio, con una decisión irreversible del entrenador y la obligación de no equivocarse en la elección, los dirigentes y el secretario deportivo se volvieron a Santa Fe lleno de dudas y exigencias.
El sábado posterior al partido con Boca surgieron cuatro nombres con los cuáles, de una manera o de otra, se establecieron contactos. La prioridad fue Eduardo Domínguez, que ahora también aparece en el radar de un Vélez que se quedará sin entrenador por la anunciada salida de Heinze. Otro fue el “Pampa” Biaggio, pero el llamado al ex delantero de Colón llegó horas después de que firmara su contrato con Chacarita. También se apuntó a Pipo Gorosito, quien tiene contrato con Tigre, está jugando la Libertadores, pugnando por subir a Primera en el durísimo torneo Nacional y comprometido con Sergio Massa, referente trascendente en Tigre. Y por último, Pedro Troglio, con contrato vigente también en el fútbol de Centroamérica.
La vuelta de Domínguez es un anhelo, seducido por un pasado en el que los resultados no fueron brillantes pero suficientes para lograr dos clasificaciones a Copa Sudamericana. Con Domínguez también hubo una historia de desencuentros, como luego también ocurrió con Comesaña y Osella. Pero nadie discute que, en cuanto a resultados (no tanto respecto del juego en sí), el “Barba” los consiguió.
Su vuelta, de darse, se concretaría con un pasado de discusiones y falta de entendimiento en algunas cuestiones con la dirigencia, sumado a que en su momento no dio una respuesta positiva a la llegada de un jugador que podría ser tenido en cuenta para el partido con Rosario Central porque ya jugó 90 minutos en reserva y está bien: Brian Fernández. ¿Cuál será la posición de Domínguez con respecto a Brian?, ¿lo aceptará?, ¿lo motivará para que pueda ayudar a la recuperación insertándolo en el equipo?.
Por las dudas que Domínguez entienda que no es momento para un regreso, que la situación con el plantel no es la ideal (recordar aquellas frases del técnico en el partido con Huracán en Parque Patricios) o lo que fuere, se manejan algunas alternativas como las de Alfredo Berti y Cristian Ledesma, un entrenador de poca experiencia pero uno de los hacedores del plantel de Tigre que luego fue campeón de la Copa de la Superliga con Gorosito.
No hay margen para el error. No lo tienen ni los dirigentes ni tampoco Francisco Ferraro. Hasta ahora, los dirigentes escucharon mucho al secretario técnico, sobre todo a la hora de sostener la continuidad de Lavallén y también la de Osella. Con Lavallén, hubo una paradoja: Ferraro lo “bancó” en dos oportunidades (luego de Huracán y de Independiente) pero admitió hace algunos días que “con Pablo no tenía prácticamente diálogo”. A Osella también lo “bancó”, pero si se sabe leer entre líneas, fue algo temporal, casi como emplazándolo a que saque un buen resultado en Córdoba, objetivo que, al no conseguirse, precipitó esta salida.
También Ferraro deberá hacer su propia autocrítica y agilizar su mente y sus conocimientos para que la dirigencia no se equivoque en el técnico que se elija. Vignatti confirmó que en junio habrá elecciones y Ferraro tiene un contrato que vence con la expiración del mandato de esta comisión directiva. La realidad es que Colón hoy peligra en su permanencia en Primera. Y si se salva, a no ser que lo haga con una cosecha de puntos fantástica en la Copa de la Superliga, quedará muy maltrecho en el promedio para el año que viene. Una herencia durísima que le quedará a la dirigencia que venga, pero que marcará, de alguna forma, el destino de estos dirigentes y del mismo secretario deportivo.
Osella, igual que Comesaña
Casi como un golpe del destino, en un año se planteó la misma situación y en el mismo escenario en Colón. En marzo del año pasado, Julio Comesaña dirigía al equipo por última vez en el estadio Mario Kempes, con un 0-2 ante Talleres.
Ahora, ocurrió lo mismo con Diego Osella, en el mismo estadio y frente al mismo rival. Comesaña llevaba su quinto partido y Osella el séptimo. La única diferencia fue que Osella renunció en el vestuario y que Comesaña se alejó después de haber sido insinuado a hacerlo por la dirigencia, tras las duras declaraciones que vertió sobre los jugadores, cuando expresó que “tienen miedo a jugar”.
En menos de dos años, Colón incorporará su sexto entrenador sin contabilizar el breve interinato de un solo partido de Bonaveri. Es el lapso en el que se cayó precipitadamente el promedio, en dos temporadas de bajísima cosecha y donde sólo queda el aliciente de haber llegado a la final de la Sudamericana.
El Litoral consultó en la semana al presidente de Colón y José Vignatti fue contundente cuando dijo que “Brian Galván no está sancionado y el técnico puede contar, tanto con él como con Sandoval”.
La realidad es que ni Sandoval jugó en reserva ni tampoco Galván hizo los mismos movimientos que el resto de sus compañeros en el trabajo de la semana.
Por lo que pudo saberse, en esta semana se podría producir la venta del joven futbolista al Colorado Rapid de la MLS. Vignatti habría estado asesorándose de la situación del jugador (cuyo contrato vence en junio y no fue renovado) en alguna charla que mantuvo con el presidente de la Afa, ClaudioTapia.