Enrique Cruz (h) | (Enviado Especial a San Pablo)
Fue tan histórica como la victoria en sí. Los paulistas dicen que ni Boca o River llevaron tanta gente. Se habla de 5.000 sabaleros en una noche que nadie quiso que termine y que jamás se podrá olvidar.
Enrique Cruz (h) | (Enviado Especial a San Pablo)
Juran en San Pablo que nunca vieron una cosa así. Ni siquiera los grandes de la Argentina trajeron semejante multitud. Fueron alrededor de 5.000 almas –estimación policial- que estallaron de júbilo por semejante victoria. Algunos viajaron cerca de 36 horas en micro para llegar algunas horas antes del partido y volverse a Santa Fe apenas terminado, otras 36 horas viajando. Otros se gastaron los pocos ahorros en estos tiempos de “mishiadura” para subirse a un avión. Todo sea por Colón, por la pasión, por ese amor que no tiene límites ni fronteras. Asustaba el sólo hecho de pensar que cualquier cálculo, hasta el más optimista, podía quedar pulverizado. Los mismos dirigentes de San Pablo se encargaron de tranquilizar a los de Colón: “Nosotros creemos que de los nuestros, irán 35.000. Así que no se hagan problemas. Habrá entradas y lugares para todos ustedes”, le dijeron. Y los colmaron de atenciones y hasta de sorpresas. “No sabés la cantidad de información que tenían de nuestros jugadores… ¡Hasta del tucumanito Galván nos hablaron!”, le confió un dirigente al enviado de El Litoral.
“Son 30 los micros”, decía Patricio Fleming. “Che, ¿podrá ser que tantos se larguen en esta época y en días laborables?”, se preguntaban otros. Cualquier cálculo, por exagerado que sea, era superado de inmediato por otro que surgía sólo de ir recabando datos. Por ejemplo, este enviado de El Litoral tomó el vuelo que salió de Aeroparque el miércoles a las 6.40. “¿Te diste cuenta que de los 120 pasajeros que había en el avión, 60, por lo menos, eran hinchas de Colón?”, decía Gabriel Rossi, un porteño que es más santafesino que porteño. Y que allí andaba, contando anécdotas de tantas tardes inolvidables en tiempos de vacas flacas y de canchas lejanas en la B, que él vivió y que seguramente le habrán servido para alimentar su amor por Colón. “¿Y Marcelo, tu hermano?”, preguntó El Litoral. “Se quedó allá, en Buenos Aires… ¡Alguien tiene que laburar, viejo!”, contestó Gabriel, con una sonrisa de oreja a oreja.
Y así lo festejaba un hincha sabalero, en un video que se hizo viral al instante
Al mediodía, los hinchas se fueron acercando al Hotel Transamérica. Asombrados, los brasileños les tocaban bocina. “Deben ser hinchas de Corinthians o de Palmeiras”, decían los sabaleros. Ellos tampoco podían entender muy bien lo que pasaba. No era River o Boca, ¡era Colón!. “¿Cómo puede ser que este club que no es de los grandes, que no es de los más conocidos, pueda traer tanta gente?”, se animaban a preguntar, con una mezcla de “portuñol”, estos brasileños a los que no se les puede discutir su tradición futbolera.
Fue tanta la gente que acudió al banderazo en la puerta del hotel, que los jugadores tomaron la decisión de salir a saludarlos. Allí estallaron. Se sacaron fotos y disfrutaron de un momento único, casi íntimo con el plantel que, por ese entonces, “velaba armas” a la espera del gran San Pablo.
Después, el show sabalero se trasladó al estadio. Eran cientos de metros de cola para esperar la apertura de las boleterías. Y después, el ingreso al estadio y los cánticos. Se presagiaba que podía ocurrir lo inesperado: que Colón sea local en el Morumbí. Créame que nadie entendía nada. Ni siquiera la policía, que enseguida empezó a arbitrar los medios para que todos puedan entrar, que estén cómodos y evitar cualquier problema. Y así fue.
Los festejos de la hinchada de Colón al finalizar el partido
El gol de Fritzler provocó el estallido. El griterío y la emoción dio paso al llanto. ¡Gol de Colón!. Lejos de casa y en el Morumbí. Todos se abrazaban con todos. No importaba si se conocían o no. Daba igual. Bastaba con saber que eran hermanos en el amor por una camiseta, por esos colores que lo llevaron a hacer el esfuerzo que vaya a saber uno por qué o por quién más lo harían. Esa condición, la de amar los mismos colores, era suficiente para que se fundieran en el mismo grito, en el mismo abrazo y en el mismo llanto.
¡Y ganó Colón! Otra vez la euforia, las ganas de tirarse desde la tribuna para entrar a la cancha y sumarse a esa alegría desbordante de un plantel que supo en todo momento que ellos tenían en sus manos la posibilidad de entrar en la historia. No importaba el cansancio y las horas sin sueño. Importaba dar rienda suelta a la emoción y saberse protagonistas, desde el aliento, de un día que ningún sabalero olvidará y que la historia se encargará de eternizar.
No habrá ninguna manera de olvidarse de este 2 de agosto de 2018. Estará siempre ahí, latente, como aquél día de los penales de Burtovoy, el de los tres ascensos o el gol de Saralegui contra Independiente en cancha de Lanús. Será el día de un festejo que no supo de fronteras y que el hincha guardará bien adentro, como lleva metida la pasión y el amor por el sabalero.
¿Será así?
Para la revancha del jueves 16, se dice que no serán muchos los hinchas del San Pablo que viajarán a Santa Fe. De hecho que Colón reservará la tribuna sur en su totalidad. Se estima que no sólo será suficiente, sino que sobrará muchísimo espacio en ese sector. Colón copó todo lo que le dieron y el cálculo que se hace, es que no pasará lo mismo con San Pablo, más allá de que se trata de una delas hinchadas más populares de Brasil.