Lunes 14.2.2022
/Última actualización 18:45
Hay conceptos en el fútbol que son más viejos que el tiento y la cal: "Cuando una cancha está fulera...está fulera para los dos". Aplica para el viento, la lluvia, el barro, el calor. Sólo no aplica en el Hernando Siles, a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Partiendo de esa idea, no se puede no hablar de la vergüenza nacional que fue montar Boca-Colón en esa playa de La Bombonera. Donde está clara nadie le iba a sacar ventaja al otro, era horrible para los dos.
En ese "arenal", Luis Miguel Rodríguez escribió la segunda parte de su libro de amor en Colón con una genialidad. Antes, todos los aplausos para el chico Farías que fue capaz de construir un tiro de esquina contra cinco defensores de Boca peleando solito. La misma "Joya" le pegó desde la oreja y el de Simoca volvió a usar esa varita mágica que tiene en su botín. Fue libre al primer palo, increíblemente sin marcas con los goles que tiene y las cosas que inventa. Entonces, con el balde y la palita acarició de taco la pelota para descolocar a todos y colocar a Beltrán casi abajo del arco para atropellarla al gol. Justo el ex River, que lo gritó con alma y vida.
En cuanto el juego en sí, Colón necesitó casi 25 minutos para construir una idea de juego, con un rival extraviado. A Boca le alcanzó una sola jugada para irse arriba 1-0, con un salto en modo Juegos Olímpicos de Benedetto para fusilar de cabeza a Burián.
El inicio lo mostró a Colón bravo: se la sacaron al "Pulga" de la línea (buen centro de Aliendro) antes del minuto, se fue cerca un lindo remate de Farías y le metió mecha el mismo Aliendro. Boca no llegaba, sólo empujaba.
Pero llegó esa jugada de quiebre: demasiado abiertos los centrales, Garcés que se hunde en un castillo de arena, la pegada extraordinaria de Villa (le pasó Fabra por afuera para hacer el 2-1 y distraer) y Benedetto que le ganó a Novillo de manera obscena: salto de calidad, testazo y gol.
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Hasta el 0-0, Colón tenía un plan: Farías con Advíncula a correr por la banda, Aliendro casi "suelto" con Sánchez Miño ocupando su viejo lugar y solamente "Pulga" intentado pescar algo.
El 0-1 cambió la chapa y las obligaciones. Si bien Boca no fue mucho más, Colón fue menos que en ese inicio parejo antes del gol. Apenas algo de "La Joya" (silbidos cada vez que tocaba la pelota) y nada más. No había, con el pitazo del descanso de los primeros 45 minutos, pistas de cómo podía reaccionar el viejo campeón y nuevo Colón de Julio César Falcioni. Lo que sí estaba claro es que para correr había otros en el equipo: no era necesario "destruir" a Farías en los 100 metros de largo de la cancha.
En el complemento, el partido siguió siendo aburrido. Ni Boca lo liquidó ni Colón se desesperó por ir a buscar el empate "con todo". Era un juego de ajedrez, donde el último movimiento se fue para el lado de la experiencia de Falcioni por sobre la frescura de Battaglia.
Para todo ciclo que inicia, con una idea que claramente es distinta a la del "Barba", el punto para Colón es un puntazo para Falcioni. Mucho más contra Boca, la fiesta de La Bombonera en las tribunas y por el momento de la noche que llegó el empate, cuando todo se cerraba. Además, por la seguidilla inicial: seis partidos en 23 días, entre campeonato local y Copa Argentina.
La nueva idea de Falcioni prioriza experiencia por encima de frescura y tenencia antes que vértigo. Hasta el minuto 44 del segundo tiempo no aplicaba contra Boca. Un minuto después, con el "Pulga" armando un castillo en la arena de La Bombonera para que le empuje Beltrán, les cerró a todos en el Mundo Colón.