“Cuando salí de Santiago todo el camino lloré…”, escribió alguna vez y para todos los tiempos Julio Argentino Jerez. Los hinchas de Colón se van sin llantos ni reproches. La epopeya no se dio, pero eso no mancha el estallido de corazones de un año inolvidable.
Pablo Aguirre La hinchada sabalera tiene que estar orgullosa del año deportivo de su equipo.
Colón quería agregar a su historia de 116 años, un capítulo de epopeya hasta ahora imposible de igualar. No pudo ser, pero eso no le quita valor a lo conseguido. Le ganó el River de los 51 títulos locales y 18 internacionales. El River que alguna vez mordió el polvo de irse al descenso pero que al poco tiempo, recuperado, generaba una hazaña que quedará grabada para todos los tiempos, gestada en Madrid y ante el clásico rival de todos los tiempos. El River de Gallardo, el River más millonario que nunca, el River que está a la altura de los mejores clubes del mundo y que se acostumbra a codearse con el éxito, el River que marca diferencias de presupuesto notables con cualquiera, salvo Boca.
Colón, con su tremenda hinchada, con ese técnico ya decididamente impuesto como el mejor de toda su historia, ha enarbolado una bandera que quedará izada para siempre. Nada ni nadie le quitará la gloria de este 2021 que está tatuado hasta la eternidad en la piel de toda su gente.
Generaciones enteras que lo vieron crecer desde la humildad, que agigantaron su amor en las derrotas y que se fueron de esta vida sabiendo que algún día sus hijos o los hijos de sus hijos se iban a encontrar con este generoso banquete de haber logrado un título de campeón y de haber llegado a esta posibilidad de sumar la segunda estrella, lo cuál se habría convertido en algo épico, en una epopeya inigualable.
La fiesta popular, la del pueblo, la de miles de hinchas que coparon Santiago y alteraron por un buen rato la tranquilidad habitual de estas tierras, cerraron este círculo de gloria después de tantos años de espera, desvelos y frustraciones.
Colón ha sido campeón en el 2021 que se cierra y eso no se lo quita nadie. Colón campeón. Lindo título. Hazañoso, que da tanto gusto leerlo y decirlo como cuesta también entender que siempre hay algo en la vida que produce una felicidad extrema. Y estoy seguro que, para el hincha de Colón, esto que vive desde el 4 de junio y que no se mancha por lo que pasó en esta final en Santiago, es ese “algo en la vida” que lo acerca al éxtasis y rompe sus corazones.
Allá arriba, en alguna estrella, estará brindando don Francisco Ghiano, recordando aquél 9 de julio de 1946 cuando inauguró la cancha o sus peleas en Afa para que Colón pueda ingresar a codearse con los grandes. O quizás se esté divirtiendo con las ocurrencias de Italo Giménez, contándole una y mil veces cómo hizo para traer al Santos de Pelé y para llevarlo a Colón, contra viento y marea, a jugar en la A. O quizás haya muchos más, miles, cientos de miles de ángeles sabaleros que habrán desplegado desde la eternidad las mismas banderas que en Santiago del Estero fueron testigos de otra jornada que quedará siempre viva para explicarle, a todas las generaciones que se vienen, qué es lo que significa el amor incondicional y eterno, el que dura para toda la vida.