"La esperanza es el sueño del hombre despierto". Aristóteles
¿Se acuerdan de Sergio Soldano? Nació en Suardi, tuvo que marcar a Maradona cuando jugaba en los Cebollitas, lo admitieron en Boca pero no se quedó, vino a Colón en uno de los peores momentos del club y hace 36 años que está en Italia. Cuando murió su padre, vio la imagen en vivo del cortejo fúnebre cuando estaba saliendo a la cancha para entrenar a la selección de Malta. Será docente de entrenadores de la federación italiana.
"La esperanza es el sueño del hombre despierto". Aristóteles
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De aquél niño que corría detrás de la pelota en la paz pueblerina de su Suardi natal queda muy poco. También del que tomó su bolsito lleno de ilusiones para venirse a Santa Fe en tiempos que no eran nada fáciles, allá por finales de los 70 y principios de los 80. Le tocó vivir una etapa complicadísima en Colón. El descenso del 81, luego de 16 años de permanencia en Primera y con equipos inolvidables, fue curtiendo el temple de aquéllos pibes que tuvieron que "crecer de golpe" en un contexto totalmente esquivo. Uno de ellos fue Sergio Soldano, el rubio de pelo a lo "Oveja Telch", que la luchó de chico y ahora está definitivamente afianzado en Italia y con una historia de vida muy particular.
"Me alegra mucho que estés por aquí, porque con esto de la pandemia no pude volver a la Argentina y creo que recién lo haré a mediados del año que viene", dice Sergio Soldano. Y pocos conocen una historia muy particular que lo vincula a Diego Armando Maradona en aquéllos tiempos de sueños infantiles en Los Cebollitas, cuando alguien, con una visión muy especial, se le ocurrió entrevistar a ese Diego muy niño aún, el día que dijo ante las cámaras que su sueño era jugar al fútbol y hacerlo en la selección. Un sueño perfectamente trasladable a cualquier niño de cualquier recóndito rincón de la Argentina.
-¿Cómo fue tu propia historia, Sergio?
-Mirá, yo nací en Suardi, una ciudad que queda pegadita a Morteros. Se armó un equipo y participamos del viejo torneo Evita, ¿lo recordás?
-¡Por supuesto...!
-Bueno, llegamos a la semifinal y nos toca jugar contra los Cebollitas de Diego... Me acuerdo que ese día nos anularon un gol y perdimos por penales. Estaban Grillo y Gandulla, dos próceres de Boca...Me llevaron a probar a Boca y quedamos, junto con Stafuza. Pero estábamos muy lejos de Suardi... Entonces, el suegro de Mario Zanabria, que es mi primo, estaba casado con una mujer de Suardi y habló con Rubén Cheves, que estaba en Colón... Me probaron y ahí quedé... La prueba me la hicieron Cheves y el Gringo Zuliani... ¡No me olvido más de ese momento!
-¿Así que allí, en el torneo Evita, te tocó jugar por primera vez contra Maradona?
-¡Y marcarlo...! El jugaba de 10 y yo de 8... Teníamos el sistema rígido de ese momento, en el que el 10 se enfrentaba con el 8 rival. Después pasé a jugar de volante central, que fue el puesto en el que llegué a la primera de Colón... Me acuerdo que cuando se hizo el último gol en la serie de penales, se desmayó el entrenador de los Cebollitas... ¿Sabés quién era?
-¡No tengo idea...!
-¡Jorge Cyzterpiller...! Y lo reanimó mi tío, que estaba al lado de él... Fue todo Suardi a ver ese partido. Inclusive, tengo que llevar algún día una foto al museo de Diego, porque seguramente le falta la foto del equipo que más fuerza le hizo a esos Cebollitas... ¡Y fuimos nosotros!
-Recuerdo que la fase final del torneo Evita se hacía en Embalse Río Tercero...
-¡Claro...! Ahí se jugó ese partido y, como te decía, viajó todo Suardi a verlo... Y te cuento una anécdota de ese día que nos ganaron: Diego siempre tuvo un corazón enorme, porque a la noche nos encontrábamos las delegaciones y él vino a buscarnos para decirnos que no merecíamos perder y que nos agradecía por haberle dado una mano a su mejor amigo, que era Cyzterpiller... Y éramos unos niños...
-Volvamos a aquélla prueba en Colón...
-Fue un fin de año y Cheves y el Gringo Zuliani me dicen que vaya al año siguiente. Volví y me acuerdo que saludé a una persona que no sabía quién era... ¡Carlovich!... Yo lo veía como una persona grande, con los bigotes que tenía, y me quedé a ver la práctica... ¡Lo bien que jugaba ese tipo!... Cuando salió toda la historia del "Trinche", recién ahí me dí cuenta que me había saludado él.
-¿En ese momento no te diste cuenta?
-¡Para nada...! Viste que Carlovich jugó poco en Colón... Mirá, yo estoy en un grupo con Trullet, Borgna, Baley, entre otros y una vez pusieron la foto del "Trinche" en ese grupo... Acá en Italia hicieron un lío bárbaro con la historia de Carlovich, cuando murió... Y cuando la ví, dije ¡éste es el que me saludó el primer día que fui a Colón!
-¿Te acordás del día del debut?
-¡Como si fuera hoy...! Lo echan a Marioni contra Sarmiento, en Junín, faltando cinco minutos y en un córner. Entonces, Enrique Fernández me pone por Gaido... Pero lo peor de todo ocurre adentro de la cancha, cuando voy a buscar posición en el córner, que era para Sarmiento.
-¿Por qué?
-Porque no me acuerdo bien si fue el Negro Méndez, que me dice: "Marcalo a Gareca"... ¡Me quería morir!... Menos mal que vino el córner y no la agarró... En el vestuario, después del partido, les pregunté por qué me mandaron a marcarlo justamente a Gareca: "Te dijimos de agarrarlo vos, porque tenés mucha personalidad y te la ibas a bancar"... Ellos sabían que yo iba bien de arriba, pero igual, ¡era mi primera jugada!... Tengo un cuaderno donde iba escribiendo todo lo que me iba pasando, de vez en cuándo lo "consulto" y recuerdo todas esas cosas que pasaban.
-A ustedes les tocó no sólo crecer de golpe sino caerse una y otra vez en el barro en ese Colón tan distinto al de ahora, Sergio...
-Quizás por eso será que Colón me quedó en el alma, porque además nos tocó subir a todos los pibes juntos, como también pasaba en Unión con el Moncha Ponce, Luisito Abdeneve, el Negrito Albornoz... Lo que tengo de Colón es que era un club que el socio lo vivía muy bien, la pileta siempre llena... Yo vivía en la pensión y luego me busqué un departamento para poder comer mejor. En ese momento que llegué al club estaban Jorge Sanitá y el Patón Aguirre, entrenábamos en Anfibios y dábamos vueltas al Parque Sur, no teníamos cancha. Y ahora que estoy luchando para ser docente en la federación italiana, me doy cuenta de cómo aprendíamos de golpe y a los golpes en Colón... ¡A la pelota no la tocábamos nunca, salvo cuando jugábamos contra el equipo de primera en la cancha principal!... ¿Y lo que era el viaje a Anfibios?... ¡Se rompía el colectivo y volvíamos corriendo por el puente!... Nos pasó muchas veces. Y me acuerdo que Pedrito Pasculli puteaba como loco (risas).
-¿Y la cancha auxiliar?
-¿La cancha auxiliar?... El vidrio más chico era el de una botella rota... Ahora, si un chico no tiene una pelota cada uno, no hay entrenamiento... ¡Nosotros teníamos cinco pelotas y a arreglarse!... O a veces menos.
-¿Se cobraba?
-Teníamos un gran problema económico... El que nos daba una mano increíble era el Colorado Lavini, que a veces hacía fuerza para que nos den algo de plata a nosotros. Yo tengo la lista de los 45 profesionales que había en Colón en ese tiempo... ¡Una barbaridad!... ¿Cómo mierda hacés para cobrar con 45 profesionales?... Y pasaban cosas increíbles...
-¿Por ejemplo?
-¿Te acordás del arquero Quinteros?... Un día estábamos en la sede y vemos que baja con la máquina de escribir... Sí, escuchaste bien, ¡con la máquina de escribir!... "Me la llevo y la vendo, no me interesa más nada", decía Quinteros mientras pasaba por delante nuestro, que estábamos ahí en la sede, sentados, esperando que nos dijeran cuándo podíamos entrar para ver si nos daban algo de plata... Habia vuelto Italo Giménez al club y había un quilombo bárbaro... Recuerdo que el Colorado Lavini le pedía por favor que le dejara la máquina de escribir, porque les servía... Pero se la llevó nomás... ¿Te acordás de Roberto Nuñez?
-¡Por supuesto, el utilero de esos tiempos...!
-Bueno, él nos salvaba con la ropa... Teníamos las medias con agujeros por todos lados... Y no podíamos cambiar una camiseta, ni siquiera en primera... La Chiva Di Meola, que había vuelto al club, se reía y gritaba: "¿Cómo puede ser que yo no pueda cambiar un camiseta?", decía...
-¿Y por qué te fuiste?
-Es una historia muy triste, en el '83... Yo sabía que podía quedarme y quería quedarme... Prefiero no recordarla porque me pone muy mal... Mirá, yo en su momento me fui a Sportivo Belgrano de San Francisco, a jugar la Liga Cordobesa y cometí la macana de no irme a Belgrano de Córdoba y volví a Colón. Y ahí otra vez el mismo quilombo: había llegado Etchegoyen, que no hacía el equipo...
-¡Cómo que no hacía el equipo...!
-¡No hacía el equipo...! Lo hacían otros... Y ahí me lleva Belgrano de Paraná, donde jugué con Palito Ortega, que había estado en Unión y con Leopoldo Luque. Perdimos la final con Patronato para pasar al Regional, entonces me fui a Boca Unidos y perdemos la final para entrar en el Nacional contra Unión de General Pinedo en nuestra cancha... Allí fue que me reuní con Tomás Camilo Berdat, que era dirigente de Colón y me dijo que mi pase costaba 300 mil dólares... ¡300.000 dólares!... Entonces le pedí que me deje ir, ¡si yo no jugaba!... Y me dio una mano el Colorado Lavini, porque me terminaron dando el pase por la deuda que el club tenía conmigo...
-¿Y cuándo te viniste para Italia?
-En el '85, pero antes jugué en Banfield con Miguel Ignomiriello de técnico... Casi me rompo el tobillo, me acuerdo que me vio Villarreal y me dijo que iba a tener para seis o siete meses. Cuando vuelvo, me tocó jugar de titular contra Colón.. Me acuerdo que Carozo Mir hizo el gol y ganamos 2 a 1 en cancha de Colón. Entonces, Telch y Tojo me llamaron para llevarme a Flandria... No le pude decir que no, porque la Oveja Telch era mi ídolo, lo había tenido de compañero en Colón... ¿Sabés por qué se fue de Colón?... ¡Ni te lo imaginás!... Porque Colón no se entrenaba cuando llovía... ¡Era joda!... Nos hicimos muy amigos de familia.
-¿Y acá en Italia?
-Cuando llegué, sólo aceptaban dos extranjeros por club y yo no tenía la ciudadanía, así que tuve que esperar cuatro años... Mientras tanto, jugué en el semi profesionalismo, como si fuesen los regionales nuestros... Me tuve que acostumbrar a jugar en la nieve, a una cultura distinta... Pero bueno, siempre digo que los que jugamos de "5" nos adaptamos a lo que venga... Passarella me aconsejaba mucho... Era un poco esquivo, pero tenía un grandísimo respeto por Leopoldo Luque y yo llegué con una carta de él... ¡Se puso a llorar cuando leyó esa carta!... Fue apenas llegado del Mundial '86... ¿Sabés lo que hizo?, lo llamó a Giancarlo Antognoni para mostrarle la foto con Leopoldo que también había llevado... Ese día, Passarella me dedicó como tres horas, todo porque lo fui a ver con una carta y una foto de Leopoldo... Hablamos mucho, incluso de lo que le pasó en México...
-¿Hasta cuándo jugaste?
-Hasta el '95, porque ya hacía cursos de entrenador... ¿Sabés una cosa?, tengo todos los entrenamientos que hacíamos en Colón y también los de Pancho Sá, los de Tojo... Los que jugamos de "5" somos un poco entrenadores... Cuando fui al Parma, viajé mucho a Africa, Estados Unidos, Canadá... Luego pasé a hacer lo mismo con el Inter, cada quince días estaba en un país distinto... ¡Un año visité 26 paises!... Estando en el Inter, nos mandaban a la fundación Pupi en la Argentina... Un día fui a ver los entrenamientos de las inferiores de Boca. Estaba sentado y llega uno caminando, medio chueco... ¡El Chapa Suñé!... Yo le había cambiado la camiseta en cancha de Ferro, en un partido contra San Lorenzo, cuando se rompe el "Hueso" Glaría... Y atrás del Chapa viene otro, el Choclo Regenhardt... Me acuerdo que hablaba y me miraba... "¿Ustedes son los italianos?, pregunta... Y entonces le contesto: "Vos no te acordás de mí"... Y cuando le dije quién era, se quería morir (risas).
-¿Es cierto que trabajaste en la selección de Malta?
-¡Siete años...! Jugamos la copa europea con el sub 17, casi 80 partidos internacionales... Y tenía ahora la propuesta de ir a China... Ya estuve seis meses en China con el Inter y no me gusta... como país es hermoso, pero no me gustan los chinos... Y a la semana siguiente llegó el coronavirus, así que me quedé en un club que está al lado de mi casa... Soy el responsable técnico de todo el club. Al mismo tiempo, doy muchas charlas por toda Italia y me llaman para ir a darlas en otros clubes...
-¿Qué te queda por hacer en el fútbol?
-Estoy a punto de tener 61 años y espero llegar a lo que siempre me gustó... Mirá, yo nunca tuve demasiadas ambiciones pero admito que siempre me gustó la docencia y la federación italiana me ha permitido que vaya viendo cómo se hace y aprendiendo... Sería un premio, a esta altura de mi vida, el de terminar siendo docente de entrenadores en Italia, lo cual no es fácil para un extranjero. Yo vivo estudiando fútbol, que es mi pasión... La pandemia me ha cortado algunas cosas como, por ejemplo, tenía una reunión organizada con Menotti para discutir de fútbol, que es lo que yo quiero... Aprendés mucho... Recuerdo que estuve tres veces en entrenamientos del Barcelona, cuando estaba con Cappa... Y te puedo asegurar que es tremendo lo que se aprende con tipos como Menotti.
-¿Cuánto invierte un club italiano en un juvenil que llega a la pensión?
-De 30 a 35 mil euros anuales es lo que sale mantenerlo. Clubes grandes como Juventus deben tener 110 o 120. El que más tiene, creo que es el Inter.
-Cuando mirás para atrás, ¿qué es lo que sentís?
-Mirá, a lo mejor en su momento pensaba en ser famoso, salir en los diarios... ¡Hice mucho saliendo de un lugar pequeño como mi querida Suardi!... El día que se murió mi papá, yo estaba entrenando a la selección de Malta... Cuando lo estaban llevando al cementerio para enterrarlo, me mandaban la filmación en vivo... La gente aplaudía en Sportivo Suardi cuando pasaba el cortejo fúnebre... Y yo viendo todo eso cuando estaba entrando a la cancha a entrenar... Estaba esperando que el director general de la federación maltesa me dijese que no dirija el entrenamiento de ese día, pero yo no lo hubiese aceptado... Y sé que mi papá tampoco...
-¿Y si te pregunto cuál es la primera imagen que recordás de Colón cuando echás la vista hacia atrás?
-Inevitablemente, el grupo de chicos que dormíamos debajo de la tribuna... Me acuerdo de los hermanos Sañudo, que habían venido de la costa... Los habían traido Orlando y Alejo Medina... Los mosquitos te picaban y te traspasaban el brazo, pero ellos no tenían ningún problema... ¡Imagináte lo curtido que estaban!...
Sergio Soldano ha pasado mucho más de la mitad de su vida en Italia, lo suficiente para que tenga que hacer un esfuerzo para volver a hablar en su lengua natal. Más de 36 años viviendo en Europa y viajando por todo el mundo le han dado vivencias, experiencia y conocimiento. Eso sí, lo que no le quitaron fue su apego a aquéllas cosas vividas en la candidez y rodeado del mejor de los afectos en la Suardi que lo vio correteando de niño. Ni tampoco el recuerdo muy vivo de ese Colón muy diferente al actual, pero al que Soldano jamás se lo arrancará de su mente y de su corazón.
Aquél Colón tan distinto...
Se habían ido Leroyer y Villarruel a Racing, pero habían quedado libres muchísimos jugadores a fines de 1980, antes de que Italo Giménez asumiera la presidencia sabalera. Monzón, Agüero, la Oveja Telch, Atondo, el Bambi Aráoz, Tito Fertonani, Rubén Rossi, Quinteros, Jorge Comas, Ortiz, Prycodko y Pereyra formaban parte de un largo listado de jugadores que se fueron del club. Y se armó el equipo como se pudo.
El transcurrir del año fue muy complicado y el descenso resultó inevitable. El recuerdo de aquél plantel yéndose del campo de juego la tarde de la derrota ante el Boca de Maradona, seguramente dará vueltas en la memoria de quiénes asistieron ese día al Brigadier López. Muchos chicos, muy jóvenes ellos, tuvieron que salir a dar la cara. Surgen en la memoria los nombres del Bicho Godano, Daniel Wermer, Rubén Gaido, Héctor Inderkumer, Daniel Isidori, Ramón Mansilla, el arquero Gerold, la Vaquita Mercado, Benito Pérez Fernández, Jorge Sañudo, Carlos Schneider y Sergio Antonio Soldano.
En ese contexto tuvo que "salir a la cancha" aquél rubio de pelo enrulado que había llegado a Colón con el bolsito cargado de ilusiones de su Suardi natal, con el antecedente de haber marcado a Maradona cuando brillaba en Los Cebollitas y de haber sido aceptado por Boca, aunque la lejanía hizo que eligiera la pensión debajo de la tribuna para alimentar sus sueños de futbolista.