Se podrían escribir miles de líneas y estoy seguro de que no alcanzarían para reflejar 116 años de historia, sin caer en el irremediable -e imperdonable- pecado de algún olvido absolutamente involuntario.
Amor, pueblo, lucha, sacrificio, “aguante”, pasión, son algunos de los términos que pueden servir, uno o todos a la vez, para definir lo que significa Colón para su hinchada.
Se podrían escribir miles de líneas y estoy seguro de que no alcanzarían para reflejar 116 años de historia, sin caer en el irremediable -e imperdonable- pecado de algún olvido absolutamente involuntario.
Podría hablarse de aquella tarde, un día como hoy de 1905, en que la madre no quiso que Juan Rebechi saliera a jugar porque estaba estudiando los viajes de Colón (y por eso surgió el nombre). Podría hablarse de Ghiano y la cancha que construyó luego de que El Campito (al lado del Puerto) y la de Moreno y Zavalla se hayan convertido en los primeros escenarios de esa pasión que se empezó a construir desde aquéllos tiempos inmemoriales. Y también podría hablarse de Italo Giménez y el histórico ascenso de 1965, cuando nadie creía en él y lo miraban de reojo, hasta con un cierto dejo de subestimación, pero fue el hombre que marcó un camino y otros luego recogieron el guante: trajo al Santos de Pelé (por entonces el mejor equipo del mundo), allí nació la leyenda del Cementerio de los Elefantes y logró que el fútbol de Santa Fe fuese de Primera a partir de mediados de los 60.
Como cualquier institución, Colón tuvo momentos de euforia y otros de tristeza. Pueblo. Lucha. Sacrificio. "Aguante". Pura pasión. Así es su gente. La que fue el Chateau en el "93 y provocó la convocatoria más espectacular que jamás se haya visto. La que se "bancó" tantos sufrimientos y frustraciones pero nunca dejó de ser hincha de Colón. La que se pudo enojar por algún mal resultado o una floja campaña, pero a la semana siguiente estuvo allí. Vibrando, como siempre. Y alentando.
Esto fue y es Colón. Producto genuino y fiel de una ciudad que destila fútbol y pasión. Una ciudad que se para, se moviliza y hasta crece al compás de los clubes de Santa Fe (es así, ¿o acaso Colón no es Colón porque también existe Unión, y viceversa?), lo cual agiganta la importancia y las consecuencias que tiene para la sociedad todo lo que ocurra alrededor de Colón.
Es un festejo muy particular, en medio de esta pandemia que azota al mundo entero y que impide lo que se ha convertido en una costumbre: la peregrinación desde distintos puntos de la ciudad hacia el barrio Centenario para esperar la llegada de las 0 del día del cumpleaños del club de sus amores, de ese al que se le jura amor eterno. Pero eterno de verdad.
Cada 5 de mayo, muchos lloran mirando al cielo y agradeciéndole al viejo que ya no está y que lo hizo de Colón. Así lo viven. Con las mismas lágrimas que brotan sólo por echar un vistazo atrás y reconocer cuánto significó Colón en su vida.
"VAYAN PELANDO LAS CHAUCHAS...". Son 116 años de vida. ¡SALUD GLORIOSO PUEBLO SABALERO! Santa Fe hoy se embandera con tus colores, símbolos de tanto amor y pasión…