Jueves 6.4.2023
/Última actualización 15:33
“De chico me decían Ney… Pero no tiene nada que ver con Neymar”. Laureano Natanael Troncoso se ríe a carcajadas con estos jóvenes 22 años recién cumplidos y todas las expectativas puestas en un futuro que se le presenta promisorio. Ya quedaron atrás aquéllos tiempos en La Gran China, un barrio humilde que tenía al pequeño “Ney” jugando “todo el tiempo a la pelota” como única y querida diversión.
“Me crié con mi abuela Felicia y mi padre. Yo era muy chico cuando mis padres se separaron A los nombres me los puso mi mamá. Y su nombre, Lorena, lo tengo tatuado en uno de mis brazos”, señala este jugador surgido de las inferiores y con una historia que se remonta a cuando era muy chiquito y jugaba los torneos libres en el barrio, contra chicos mucho más grandes que él.
“Yo tenía 8 o 9 años y jugaba contra chicos de 20. Me ponían de marcador de punta, me pegaban bastante porque me veían chico, pero me bancaba los golpes. El problema era cuando llegaba todo dolorido y machucado a la casa de mi abuela”, cuenta Laureano, quien fue llevado por Omar Pasculli a Colón, luego de haberlo visto en esos torneos libres y cuando jugaba para Los Canarios en los torneos de infantiles de la Liga, con apenas 10 años.
“Siempre que iba a la cancha, Colón perdía. Así que dije no voy más, porque el salado soy yo” señala entre risas, mientras no piensa demasiado cuando le preguntan por un espejo o un referente en el que se quiso ver siempre: “Yo miraba mucho a Riquelme, no es rápido pero es muy inteligente y me encanta la forma que tenía de jugar”. Por eso, no extraña que le guste tirarse atrás y no ir tan de punta, a pesar de que todos lo tienen como un delantero.
“El primero que me pone del medio para arriba es Maina, en Colón, y él me puso de enganche que es el puesto que me gusta. De todos los técnicos que tuve, saqué algo. Pablo Bonaveri y Martín Minella me aleccionaron bastante, yo era bastante vago, no me gustaba ir a entrenar y me agarraba Pablo y me cagaba a pedos… En reserva jugamos mucho 4-4-2 pero conmigo de 9 tirado atrás, no de punta”, cuenta “Ney”.
Se le iluminan los ojos cuando habla de su barrio y de su infancia. “En el barrio era de quedarme a jugar hasta las 10 u 11 de la noche. Si mi abuela no me iba a buscar, seguía… Ahora que soy profesional, soy el mismo de siempre, no cambié en nada. A veces, los amigos del barrio me hablan distinto, creen que soy otra persona y no es así. Por ahí, también me doy cuenta de que la gente del barrio me vé llegar y dice: “Uhhh, mirá… Hay viene Laureano, que ahora juega en Colón”. Y yo soy el mismo de siempre, el que ellos conocieron cuando vivía en lo de mi abuela”.
Busca su lugar en el equipo que ahora conduce Gorosito. Anécdotas
Como todo joven, tiene anécdotas de chico que recuerda y que son cosas que hoy no puede repetir. “Hace bastante me fui a jugar un torneo libre, es cierto, pero eso pasó hace mucho tiempo. Ahora no lo haría por nada del mundo. Soy profesional y sé cuáles son mis riesgos y mis obligaciones”, señala Troncoso, quien retornó al equipo ante Atlético Tucumán, entrando en el segundo tiempo y ya sin vestigios del desgarro que lo marginó en el arranque del torneo, cuando se perfilaba, por la muy buena pretemporada que hizo en Uruguay y la confianza que le generó a Saralegui, en titular indiscutido.
Sabe que tiene que esforzarse para ganarse la titularidad, para triunfar en Colón y eso le abrirá seguramente un panorama mucho más amplio para el futuro. “Me gustaría que me pasen las cosas que le pasaron a otros jugadores de Colón, como Alario por ejemplo”, dice Troncoso, quien todavía no ha tenido chances de tirar paredes con Facundo Farías. “Aún no nos tocó jugar juntos y la verdad es que me encantaría hacerlo, como también sería bárbaro en algún momento que pueda estar Brian Fernández, que le he visto hacer cosas increíbles en los entrenamientos”, señala, aunque es terminante respecto de sus preferencias a la hora de elegir al compañero con el que más se entiende en la cancha: “Con todos, más allá de las diferentes características que hay entre los delanteros del plantel”.
Si algún día se transforma en figura, muchas privaciones y carencias quedarán en el camino. Y también los malos recuerdos. Siendo chico y a partir de una fractura de tibia, tuvieron que internarlo porque el dolor no cedía. Allí contrajo un virus que lo puso al borde de la muerte. Pasó momentos muy malos y hasta pensó en dejar el fútbol. No habla mucho del tema porque, seguramente, le traerá a la mente los malos momentos vividos. Y espera que empiecen a llegar los goles y las grandes actuaciones, para que todo eso se convierta en una triste experiencia borrada para siempre de su memoria.