Guillermo Gamboa para En Una Baldosa
Integró la selección de EE.UU, fue atleta olímpico, incursionó el futsal, representó a su país en el fútbol playa, triunfó en la MLS, resurgió del abismo de las adicciones… y jugó 90 minutos para Colón.
Guillermo Gamboa para En Una Baldosa
Quien escribe esta nota fue testigo en 1995 del partido entre Colón y Rampla Jrs, celebratorio del ascenso sabalero a Primera. Antes de iniciar el juego, la voz del estadio anunció el equipo, y en el mismo aparecía un jugador de nombre y apellido ininteligibles. Los murmullos de la tribuna hablaban de «un yanqui». Imaginarse la mente de un niño de 12 años en plena década del ’90, con el recuerdo fresco del Mundial de USA y con la ansiedad de ver por primera vez a su equipo codearse con los grandes: ¿había llegado un estadounidense a Colón? ¿O solo es un «invitado estrella» al festejo del ascenso? ¿Es el mismísimo Cobi Jones? Claro, las rastas del ilustre desconocido permitían fantasear con la presencia del mediocampista de la Selección de EE.UU., quien por esos días estaba participando en la Copa América de Uruguay. Lamentablemente, el partido terminó antes de tiempo por una salvaje invasión de hinchas al campo de juego y el enigmático futbolista desapareció en la multitud. Dos semanas después, Colón debutó en Primera y del «yanqui» no hubo más noticias, convirtiéndose así, durante muchos años, en una especie de leyenda urbana.
Hasta que llegó internet y, junto a ello, una larga etapa de rastreo y recopilación de material de archivo, durante la cual pude reencontrarme con ese recuerdo lejano y, finalmente, ponerle un nombre: Zak Ibsen.
Pero, ¿quién fue Zak Ibsen? ¿Cómo había llegado a Colón? ¿Por qué no quedó? ¿Qué fue de él desde entonces?
Tuvieron que pasar más de 20 años para encontrar las respuestas que faltaban. Fue a mediados de 2021, cuando logré ponerme en contacto con el protagonista de esta historia. Ibsen, gratamente sorprendido por la invitación desde Argentina, expuso a lo largo de una serie de entrevistas, todo lo relacionado sobre su experiencia en Santa Fe y, además, brindó detalles y curiosidades sobre su singular carrera como futbolista. De mi parte, agradecido por su amabilidad, predisposición, y por abrirme las puertas a una historia de vida que desarrollo y comparto a continuación.
Zachary «Zak» Ibsen, lateral o volante por derecha estadounidense, nació en Santa Clara, California, el 2 de junio de 1972. De los dos hasta los diez años vivió en Denver, Colorado, cuando un nuevo traslado de su familia lo llevó a Houston, Texas. Desde muy temprana edad mostró interés por varios deportes, hasta que una serie de eventos lo metió de lleno en el fútbol.
«Jugué fútbol americano, baloncesto y fútbol hasta los 12 años. A los 12 me di cuenta de que tenía la mejor oportunidad de convertirme en profesional jugando al fútbol. Mi tío Pat (Miller) jugó para UCLA (Universidad de California en Los Ángeles) y vi eso como una vía para lograr mi objetivo de convertirme en futbolista profesional. Nos mudamos a Houston, Texas cuando tenía alrededor de 10 años. En Houston, fui entrenado por el padre de un jugador profesional de Argentina. Este fue el punto de inflexión para mí. Este entrenador, Lito (N. de R.: el protagonista no recuerda el apellido), trabajó directamente conmigo y con su hijo Walter durante un año seguido y me mostró lo que se necesita para entrenar como un profesional, incluso a una edad tan temprana, y me dejó claro que era lo suficientemente bueno para jugar al más alto nivel»
Ya con el fútbol corriendo por sus venas, a los 12 años regresó junto a su familia a California, más precisamente a Santa Cruz, popular destino veraniego de la costa oeste de EE.UU. Fue en ese lugar donde Ibby -tal como lo apodaban- inició su otra pasión, el fútbol playa. «Empecé a jugar beach soccer con mis amigos y a entrenar solo en la playa cuando me mudé a Santa Cruz», recuerda Ibsen.
Durante esta etapa de su adolescencia, Zak se preparó de manera obstinada para acercarse a su sueño de convertirse en futbolista. Fue así que, con la mira puesta en este objetivo, a los 17 años se marchó solo a Alemania, donde rápidamente logró una prueba en el FC Köln.
«Elegí mudarme a Köln porque quería ser jugador de fútbol profesional y Alemania era una gran liga en ese momento. (…) Dejé mi ciudad para cursar mi último año de colegio en Alemania. Me alojaron en la zona de Bonn con una familia de acogida para que pudiera ir a la escuela. Esta familia tenía un hijo que trabajaba en la policía montada que controlaba los partidos de FC Köln. Él me consiguió una prueba con el equipo sub-18. Fui a la prueba, jugué muy bien y el club me fichó para la temporada 1989-1990. También fue el año en que se desmanteló el Muro de Berlín, Alemania comenzó su reunificación y terminó la Guerra Fría. Fue una época increíble para un joven estadounidense»
Si bien llegó a ser convocado en tres ocasiones al selectivo del equipo de primera, Zak prefirió volver a Estados Unidos para iniciar su carrera como estudiante de Ciencias Políticas en la UCLA.
Tal como lo hizo su tío Pat Miller en la temporada 1982, Ibsen representó al equipo de fútbol de esta universidad, con el cual se consagró campeón en el Campeonato Nacional de la NCAA de 1990, lo que significó el primer título de su carrera.
Finalizada la experiencia en el fútbol universitario, Zak Ibsen se quedó en Los Ángeles para jugar en el combinado sub-19 de «Los Intocables» de North Huntington Beach Soccer Club. En este equipo volvió a saborear las mieles del éxito al coronarse campeón de la Copa James P. Mcguire, una reconocida competencia juvenil estadounidense.
Estos logros obtenidos en el amateurismo le valieron un rápido reconocimiento a nivel nacional, que sería coronado con las convocatorias a la Selección, primero a las juveniles e inmediatamente a la mayor.
Su carrera había pegado un salto gigante y muestra de ello fue lo acontecido en 1992, un año que -a la postre- se convertiría en uno de los más importantes de su trayectoria.
A poco de cumplir 20 años, integró el plantel de la Selección mayor que se consagró campeón de la Copa USA (U.S. Cup), torneo internacional en el que tuvo la oportunidad de cruzarse con figuras de la talla de Paolo Maldini, Roberto Baggio y Luis Figo.
Y dos meses después, formó parte del combinado estadounidense sub-23 que compitió en los JJ.OO. Barcelona 1992, cumpliendo así, el sueño de todo deportista: ser atleta olímpico. Su nombre quedó inmortalizado en la lista histórica de atletas que representaron a la UCLA en las olimpiadas.
Durante toda esa etapa, Ibsen contabilizó 14 convocatorias, siendo tenido en cuenta por el DT Bora Milutinović en el camino rumbo al Mundial de USA 1994.
«14 veces seleccionado para el equipo nacional de EE.UU. Ser miembro del equipo olímpico en Barcelona 1992. Momentos destacados de mi carrera y un honor increíble ser seleccionado para representar a mi país en todos esos partidos. Estoy increíblemente agradecido y orgulloso de estos momentos en mi carrera. Tantos compañeros de equipo y entrenadores asombrosos durante ese tiempo», rememora Zak 30 años después.
El buen presente que atravesaba a nivel Selección, lamentablemente, no se traducía a nivel club, ya que por entonces Zak Ibsen era jugador libre. Había saltado sin escalas de las competencias amateurs al seleccionado, por lo que, una vez terminado los compromisos con el combinado nacional, el jugador se encontró sin club.
Cabe puntualizar que era una época compleja para cualquier futbolista estadounidense, dado que la Mayor League Soccer (MLS) aún no existía, situación que empujaba a los deportistas a buscarse otros destinos donde pudieran desarrollarse profesionalmente. Y el caso de Ibsen no fue la excepción.
En 1993 armó su valija y se marchó a probar suerte -una vez más- a Alemania, donde su colega Erik Wynalda gozaba de un gran presente futbolístico, lo que abrió las puertas y apadrinó a otros jugadores norteamericanos. Pese a las enormes expectativas depositadas en este nuevo desafío, la experiencia alemana de Zak no resultó nada fácil, tal como contó en una entrevista de 2012:
«Solía levantarme por la mañana, agarrar mis botines y subirme al tren de camino a los clubes profesionales más cercanos con mi currículum en la mano. Esperaba a que llegara el entrenador, tocaba la puerta de su oficina y me abría paso para rogar por una prueba ese mismo día»
El futbolista tocó muchas puertas hasta firmar contrato con el Vfl Bochum, luego con el FC Saarbrücken y por último con el FC Rot-Weiß Erfurt. Aunque en ninguno de ellos llegó a debutar oficialmente, fueron experiencias que sacaron a relucir un espíritu de perseverancia que lo marcaría a fuego por el resto de su carrera.
Como si fuese una manera de volver a empezar, en 1994 Zak Ibsen pegó la vuelta a EE.UU. para mostrarse en el fútbol local, aún semi-profesional. Primero se unió a Los Angeles Salsa, equipo de la American Professional Soccer League, y luego -ya en 1995- al Hawaii Tsunami, que competía en la USISL Pro League.
A esta altura, Zak Ibsen se encontraba transitando en una etapa aventurera de su carrera, pero con un objetivo claro: encontrar ese lugar en el mundo donde pudiera vivir de lo que lo apasionaba. Y esa determinación lo llevó a embarcarse en proyectos futbolísticos de diversa índole.
Fue así que para febrero de 1995, el futbolista tuvo su primera incursión oficial en otra superficie de juego. Colgó un tiempo los botines y regresó a un viejo amor: el fútbol playa. Su aventura en el beach soccer no pasó desapercibida, ya que ese año integró la Selección de EE.UU. que logró el subcampeonato en la Copa Mundial disputada en Brasil.
En dicha competencia, Ibsen sacó a relucir toda la experiencia forjada de adolescente en la costa californiana.
«En las playas de Santa Cruz no había fútbol playa formal, pero mis amigos y yo solíamos jugar al fútbol usando tachos de basura como arcos. Era una gran herramienta de entrenamiento para el fútbol tradicional y una excelente manera de mantenerse en forma. Con el tiempo, cuando el fútbol playa se creó oficialmente como un campeonato mundial, mi experiencia, habilidades y condición física encajaron perfectamente»
Como si el paso del césped a la arena no hubiese sido suficiente, en 1995 Ibsen también se aventuró en el fútbol sala (o futsal), suceso que lo convertiría así, en un auténtico jugador todoterreno.
En el indoor, Zak se unió a las filas de Baltimore Spirit, equipo que competía en la National Professional Soccer League. Cuando por entonces se le preguntó cuánto tardaría habituarse a esta nueva modalidad de fútbol, el jugador sonrió y respondió: «Unos pocos días. Mi juego se basa en la agilidad, la velocidad y la fuerza. Me adaptaré bien al fútbol sala». Y andaba en lo cierto, si hay algo que caracterizaría a toda su carrera sería una capacidad innata de reinventarse y adaptarse al cambio permanente.
Pasadas casi tres décadas, Ibsen reflexiona sobre su paso por estas ligas menores: «Esta era la única forma de ser ‘profesional’ en EE.UU. durante este período antes de la MLS (1992-1995). Gracias a Dios que sucedió la Copa del Mundo de 1994 y la formación de una liga profesional real, porque jugar al indoor soccer o jugar en la A-League o cualquier otra liga no era verdaderamente profesional. Estuve jugando en Alemania, así que sabía lo que realmente era el fútbol profesional y estas ligas no estaban ni siquiera cerca»
Sin dudas, 1995 había sido un año de diversas búsquedas y experimentaciones en la carrera de Zak Ibsen, pero todavía falta contar -y que también nos cuente- la que lo trajo por un tiempo a la Argentina.
El sábado 29 de julio de 1995, el Colón de Nelson Pedro Chabay venció a San Martín de Tucumán y consiguió el ascenso a la Primera División del fútbol argentino luego de 14 años. Una semana después, se jugó en el Cementerio de los Elefantes el partido celebratorio frente a Rampla Jrs. de Uruguay, encuentro que contó con la sorpresiva presencia de Zak Ibsen en el equipo titular.
El sabalero ganó 2 a 0 y el norteamericano fue partícipe directo del segundo gol, ejecutando el tiro de esquina que terminaría en el tanto de Mauricio El Tuca Risso.
La presencia del futbolista estadounidense era, por así decirlo, intrigante, y para muestra de ello basta la crónica televisiva del Gallego Eduardo González Riaño, quien de paso, lo rebautizaría involuntariamente:
Quien sí hizo la tarea de investigación aquella tarde fue Martin Scandol, de Diario El Litoral. Al finalizar el partido, el cronista entrevistó a Zak y logró tener mayores certezas respecto de su presencia:
«Yo me fui a probar primero a Newell’s pero como ellos tenían un partido este fin de semana (…) me vine a Santa Fe aprovechando la posibilidad de jugar este cotejo. (…) Yo voy al club que me pague por el pase y me sienta mejor. Lo que ví de Colón hoy me gustó. (…) No quiero volver a mi país ni a Alemania. Quiero firmar contrato en Argentina. Y por supuesto volver a integrar la selección. La Copa América (de Uruguay 1995) no la pude disputar porque estaba lesionado de una pierna. Tengo una mala suerte terrible. Ya en el Mundial (de USA 1994) no pude estar por una afección en la espalda. Pero no me necesitan para ganar»
Los enviados de El Litoral incluyeron una evaluación exhaustiva del rendimiento del jugador, y agregaron: «por lo observado en los 90 minutos, un jugador interesante que dejó abierto el crédito para seguir mirándolo a pesar de que esta semana será probado en Newell’s»
Con solo un puñado de horas en Santa Fe, Ibsen se mostraba a gusto y confiado de continuar entrenando y de competir por un lugar en el plantel que jugaría en Primera.
Los días posteriores, los medios locales hicieron foco en los preparativos de cara al debut de Colón en Primera, sin embargo, no volvieron a hacer referencia al estadounidense.
¿Qué pasó? ¿Por qué no se supo más de él? ¿Porqué no quedó en Colón ni en Newell’s?
26 años después, desde California, nuestro homenajeado recuerda aquellos días en Santa Fe y va develando, de a poco, cada uno de los enigmas:
«Newell‘s fue el 1er equipo con el que entrené mientras estuve en Argentina. Estuve 5 días en Newell‘s Old Boys pero no me consideraron para su 1er equipo así que mi agente me envió a Colón de Santa Fe (…) Recuerdo el partido de celebración por el ascenso a la 1ª División. El equipo estaba jugando contra un equipo de Uruguay porque el entrenador de Colón era de Uruguay. Me encantó el juego. Fue un placer y un honor compartir el campo con tantos jugadores talentosos de ambos equipos. La hinchada de Colón estuvo increíble. También recuerdo estar sentado en el vestuario antes del partido y todos los jugadores estaban tomando mate, así que probé un poco de eso también. Jugué bien, el juego fue filmado y fui evaluado y calificado por los medios locales y varios agentes. La persona que me representaba era el padre de un amigo de Los Ángeles. Indicó que había una oferta para unirse a Colón y que estaba negociando con una agencia de jugadores y Colón para obtener el máximo de $$»
Al ser consultado sobre los motivos que le impidieron seguir en Colón, el estadounidense hizo hincapié en dos detonantes.
El primero, una inesperada determinación del DT sabalero:
«Pasé un tiempo en un hotel en la hermosa Rosario esperando noticias. Me dijeron que Cesar Luis Menotti, su agencia de jugadores, quería comprar mi pase de jugador por $150.000. Yo era jugador libre y tenía el pase en mi poder. Entonces, el entrenador de Colón anunció sorpresivamente que no continuaría porque el club se negó a pagarle a él y a los jugadores su bono de $$ por ganar el ascenso a 1ª División como se había prometido»
El segundo detonante al que hizo referencia Ibsen, fue una negociación por el pase viciada de irregularidades:
«Sólo jugué ese partido en Colón y después del partido, me dijeron que Colón quería comprarme y me ofrecieron un contrato. Mi agente y varios otros se interpusieron en el camino, trataron de hacer dinero para sí mismos y el acuerdo finalmente fracasó», recuerda con desazón.
La impresión que da su testimonio es la de un nivel de detalle asombroso, como si el partido se hubiese jugado ayer. Tan sólo con repasar los vaivenes del mundillo sabalero de aquellos días, uno puede dar cuenta de que la memoria de Zak Ibsen no falla.
Cabe recordar que entre el partido contra Rampla Jrs. y el debut de Colón en Primera frente a Gimnasia de Jujuy transcurrieron sólo 14 días, durante los cuáles la relación entre la dirigencia y Chabay se deterioró de manera irreversible. La bomba explotó a tan sólo tres días del inicio del torneo, cuando el plantel abandonó la concentración en Paraná alegando la falta de pagos de los premios del ascenso. En ese contexto, el entrenador se negó a viajar a Jujuy porque (según palabras del presidente José Vignatti) «no quería dirigir sin el contrato firmado». Cuestión que el DT uruguayo -como bien recuerda Ibsen- dejó la concentración para no volver nunca más.
En aquel mercado de pases uno de los puestos que quería reforzar Chabay era el de carrilero por derecha. Por lo cuál, no es disparatado imaginar que el DT saliente haya mantenido en carpeta al norteamericano hasta último momento. Inclusive, uno puede animarse a conjeturar que el vínculo que unía al entrenador sabalero con César Luis Menotti (ambos integrantes del histórico Huracán del ’73) fue lo que propició el acercamiento del futbolista a Colón, con la agencia del Flaco operando como intermediaria.
En fin, entre la salida del técnico uruguayo y la enturbiada negociación, el pase de Zak Ibsen se diluyó, truncando así el deseo del futbolista de sumarse oficialmente a Colón, y -consecuentemente- de cumplir su objetivo de jugar en una liga competitiva y profesional.
Con el sueño frustrado, Zak se vio obligado a buscar nuevos horizontes.
«De repente, me fui de Rosario y me llevaron a otro equipo en el norte de Argentina porque se estaba cerrando el mercado de pases. Fui al Norte pero no me gustó el equipo, así que regresé a EE. UU. Lástima que no funcionó (…) Me encantó mi tiempo en Argentina. Ojalá hubiera podido firmar un contrato y quedarme para jugar profesionalmente allí, pero simplemente no estaba destinado a ser.»
La experiencia argentina había sido breve, intensa y agridulce, sin embargo, Zak Ibsen -fiel a su estilo- lejos estuvo de bajar los brazos. Retornado a su país, tuvo un nuevo paso por la National Professional Soccer League del futsal, cuando le tocó defender los colores de Tampa Bay Terror.
Hasta que se creó oficialmente la Mayor League Soccer (MLS) y la carrera del futbolista, luego de tanto recorrido y búsqueda, encontró la estabilidad deseada.
Fueron 5 años en total, en los cuales pasó por cinco equipos: New England Revolution, Dallas Burn (hoy FC Dallas), Chicago Fire, Los Ángeles Galaxy y San José Earthquakes.
Durante su estadía en la MLS, Ibsen contabilizó un total de 140 partidos, 6 goles y 10 asistencias.
Etapa que solo tuvo un paréntesis, cuando en 1997 hizo gala de su condición de todoterreno, firmando un contrato con la Selección Nacional de Beach Soccer de EE. UU. para una gira mundial. ¡Y no solo eso! Durante los lapsos en los que la gira estuvo inactiva, aprovechó cubrir ese «tiempo libre» yendo a jugar con los California Jaguars en la USISL A-League. Acciones que lo definen como un auténtico animal competitivo.
Al finalizar la gira de beach soccer, Zak retornó a la MLS para jugar en Chicago Fire y así dar inicio a sus años más gloriosos de su carrera profesional. El futbolista ganó títulos con el Fire (la MLS Cup y la US Open Cup Championship), L.A. Galaxy (CONCACAF Champions League Championship) y San José Earthquakes (la MLS Cup).
«Mi carrera en la MLS fue exactamente como debía ser. Tuve la suerte de ser miembro de 5 equipos, jugar para entrenadores increíbles, compartir el campo con jugadores increíbles, desarrollar relaciones y amistades de por vida, realizar mi sueño de infancia de jugar al fútbol profesional y representar a mi país en partidos y competiciones internacionales, y lo más importante, ¡fui un GANADOR en todos los niveles! (…) Ganar en todos los niveles ha sido un sello de mi carrera. Mi ética de trabajo, determinación, fortaleza, condición física, deseo y ser el jugador más competitivo en el campo con cada equipo me hicieron irremplazable, y estas cualidades me llevaron hasta la cima», reflexiona Ibsen.
Durante esta etapa como jugador de la MLS, visitó por segunda y última vez Argentina. Fue en marzo de 2000 y así lo recuerda:
«Regresé para una pretemporada de Los Ángeles Galaxy en Córdoba muchos años después. Jugamos contra Talleres de Córdoba en un amistoso. Fue otro viaje increíble a Argentina».
En ese encuentro, el equipo californiano venció 2 a 1 a la T y se llevó la Copa Ciudad de Córdoba.
Como dato de color, ese mismo año logró graduarse en la UCLA como Bachiller en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, carrera que había iniciado en 1990.
En 2002, luego de la temporada triunfal en San José Earthquakes, la carrera profesional de Zak Ibsen se vio bruscamente interrumpida. A los 30 años, el futbolista era víctima de uno de los mayores flagelos sociales que devastó vidas y comunidades de todo Estados Unidos: la adicción a la metanfetamina.
En una entrevista al New York Times en 2009, Ibsen narró algunos detalles de la etapa más oscura de su vida:
«En 2001, Frank Yallop me fichó para San José Earthquakes y tuvimos una gran racha, es uno de mis entrenadores favoritos (…) Las cosas iban bien, estábamos teniendo mucho éxito, pero supongo que empecé a cruzar la línea. Frank se quedó conmigo en 2002, cuando podía haberme despedido. Hubo mucho drama y al final de la temporada era obvio que el fútbol ya no era una prioridad para mí. Después de mi carrera en la MLS, fueron tiempos muy duros. En 2003 y 2004 me había vuelto loco y llegué a desaparecer por seis meses (literalmente desaparecer)»
La adicción lo dejó prácticamente sin hogar, viviendo en su minivan, y con una carrera futbolística en ruinas. A Zak le tocaba enfrentar el partido de su vida: vencer a una enfermedad que es fácil de contraer, pero muy difícil de superar.
Luego de meses de rehabilitación, Ibsen empezaría a renacer del abismo. Fue fundamental en estos tiempos el acompañamiento de viejos amigos como Eric Eichmann, David Vanole y, sobre todo, Richie Graham, quienes lo alentaron a volver a jugar fútbol playa, de un modo recreativo y terapéutico.
Tan intensa y comprometida fue la dedicación de Ibsen a la práctica de beach soccer, que de a poco lo fue acercando nuevamente al ruedo profesional, hasta transformarse -años posteriores- en un habitué del Seleccionado Nacional.
Ibsen volvió a representar a su país en las ediciones 2006 y 2007 de la Copa Mundial de Beach Soccer de la FIFA, ambas disputadas en Brasil. Y llegó a ser elegido como Capitán de la Selección hasta su retiro definitivo en 2011, cerrando así el círculo de una ejemplar historia de superación personal.
«Me di cuenta de que, después de todos estos años, lo único que quería era jugar al fútbol (…) El juego es una alegría y estoy muy agradecido de poder jugar, porque durante años no lo hice. No podía. Cada vez que piso el campo de juego, donde puedo expresarme, es una bendición», reflexionaba en 2009.
Durante nuestra entrevista, el deportista se expresó abiertamente sobre lo que representó esta etapa de su vida:
«Llevo limpio y sobrio más de 15 años. La adicción es mortal y soy afortunado, agradecido y humilde de estar vivo. No cambiaría nada de mi vida, incluido ese periodo de adicción, porque el camino hacia la recuperación me ha convertido en la persona que soy hoy y agradezco a Dios la oportunidad de servir a los demás»
¡Y vaya de que manera! El presente lo encuentra a Zak repartiendo su tiempo como Vice Presidente, Director Deportivo y Entrenador de la academia de fútbol Woodside Soccer Club (WSC Crush).
En esta institución Ibsen ejerce su nuevo rol dentro del fútbol: volcar toda su experiencia profesional y aprendizaje de vida al desarrollo de los más pequeños.
«Valoro la oportunidad de compartir mi experiencia como persona y jugador con jóvenes jugadores y familias, todas las experiencias que me hacen quien soy como persona, líder, maestro, entrenador, mentor y padre/marido. Estoy usando las mismas habilidades y cualidades/características que me llevaron a la cima del juego como jugador para convertirme en el mejor entrenador que puedo ser. Me esfuerzo todos los días por aprender, crecer y mejorar, y estoy completamente comprometido a dar mi máximo esfuerzo, enfoque y concentración en cada sesión de entrenamiento y partido que entreno. ¡Todo ganado y nada regalado! ¡Así es el camino!»
Si bien solo fueron 90 minutos de un amistoso de celebración ocurrido hace casi 30 años, para Zak Ibsen el partido Colón vs Rampla Jrs. representó una experiencia importante de su carrera, de la cual guarda mucho aprecio y nostalgia. A tal punto que hoy lo muestra orgulloso en el sitio web de su academia.
El hecho de que su fugaz paso por el sabalero se haya convertido en un hito fundamental de su trayectoria, traza cierto paralelismo con lo que el autor de esta nota experimentó al ir descubriendo su biografía: un pequeño y difuso recuerdo de la niñez que evolucionó en una impensada historia de fútbol y resiliencia. Sin dudas que, detrás de aquella breve anécdota, había una historia de vida que merecía ser contada.
Para finalizar, en el cierre de nuestra entrevista, Zak Ibsen dejó la puerta abierta para un posible reencuentro:
«Me encanta el fútbol argentino. Tanto talento de jugadores y fanáticos con increíble dedicación, apoyo y compromiso para apoyar a su equipo. No puedo esperar a regresar. Ahora entreno a jóvenes de alto nivel y tengo 2 hijos, Otis y Flo, que juegan a alto nivel. Volveremos a Argentina para entrenar y jugar lo antes posible»
¿Volverá para otro festejo del ascenso? Si es así, ojalá no se demore mucho… ¡Te esperamos, Zak!
Traducciones: Carlos Gentile