Martes 17.12.2019
/Última actualización 11:54
¿Quién dijo que Colón no tenía delanteros?, ¿quién dijo que Colón no tenía gol?. Había que ponerlos, había que darles confianza, había que trabajar esa dupla de jugadores que no en vano totalizan, entre ambos, 66 años. Son dos “viejitos” que tienen una vigencia extraordinaria, más esa inteligencia y astucia que le han dado los años y las batallas futboleras protagonizadas. En los peores momentos, cuando las dudas carcomían la continuidad del entrenador y devoraban la confianza de la gente, aparecieron estos dos jugadores. Desde aquél segundo tiempo contra el Zulia, cuando había que convertir goles para revertir la serie y se puso en marcha la máquina de la ilusión que accionaba Morelo, todo cambió en Colón. Lavallén encontró el equipo, pero también halló respuestas individuales que él mismo desconocía y que le cambiaron la cara a lo colectivo.
Colón ahora tiene jerarquía y desequilibrio. Arranco por ellos dos, por los delanteros, porque son los que se hacen sentir en la red. Lo del Pulga ya es digno de un tratamiento que va más allá de lo estrictamente futbolístico y tiene mucho que ver con el afecto que ha despertado en la gente. Sin dudas que es un elegido. Y cuando parecía que su lugar en el mundo era Tucumán y que todo lo que tenía para dar y recibir, debía ser allí, en su propio “Jardín”, resulta que viene a Santa Fe y se compra a la gente de Colón desde el mismo instante en que pisó el césped del Brigadier López por primera vez.
Su gol tuvo mucho de épico, de emotivo, por esa desgracia que sufrió a los pocos minutos de terminado el partido con San Lorenzo. La muerte de su padre lo hizo viajar a Tucumán para asistir a su funeral, regresó y con el tiempo casi justo para meterse de lleno en el partido de anoche y convertir el primer gol sin su padre en este mundo. Ese hombre que con mucho esfuerzo y dejando cosas de lado hizo lo posible —y también lo imposible— para comprarle sus primeros botines hasta que el profesionalismo le dio el dinero que necesitaba para mantenerse por sus propios medios, fue el que lo dejó el sábado y el que recibió la dedicatoria, allá en el cielo, de un hijo que hizo delirar otra vez al pueblo sabalero con su gol.
Lavallén ha encontrado respuestas físicas que antes no había porque el equipo no las tenía; Lavallén armó un mediocampo con despliegue, sacrificio y empuje, quizás sin mucho fútbol, sin tanta claridad, pero con voluntad y coraje para revertir estas situaciones negativas que se le presentan, como la de ir perdiendo anoche jugando un mal primer tiempo. Lértora y Aliendro han sido fundamentales, coincidiendo también con un buen momento de Estigarribia —más allá del error en el rechazo que acabó en gol de rebote de Chará— y con el incansable trajinar de Zuqui.
Anoche jugó bien el pibe Vigo. Se fue al ataque siempre. Quizás Santana, el técnico de Mineiro, no lo tenía tan en cuenta. Su subida por el lateral se hizo permanente y Mineiro no tomó nota de esto. Fue uno de los mejores —quizás el mejor— en el rendimiento individual. No tan desequilibrante como los delanteros porque ellos construyeron el resultado con sus goles. Pero Vigo fue la variable más sorpresiva y desequilibrante que tuvo el equipo por el costado.
¿Qué pasó en el primer tiempo?, ¿por qué se jugó mal?, son las primeras preguntas que buscan una respuesta. El entretiempo fue clave. La actitud cambió notoriamente, Colón pareció otro equipo y terminó justificando la victoria y llevándose a la rastra a un rival de buen toque de pelota pero con una reserva física escasa. Y anímica, también.
¿Qué puede pasar en Belo Horizonte?, posiblemente sea otro partido, con un Mineiro que tendrá que buscar naturalmente la victoria en base a agresividad futbolística y a un empuje que tuvo sólo por momentos en este partido de ida. Los brasileños pararon tres hombres con vocación ofensiva como Chará, Di Santo y Juanito Cazares, pero de los tres, sólo Di Santo fue un atacante neto, porque los otros dos retrocedieron hasta más atrás de la mitad de la cancha cuando hubo que recuperar la pelota. En el primer tiempo, la contención en las cercanías del área visitante fue buena. En el segundo, Colón encontró esa profundidad que le había faltado en los primeros 45 minutos porque cambió a tiempo y logró dar vuelta el trámite del partido, manejado por Mineiro en el primer tiempo pero que fue casi todo de Colón en el segundo.
En cinco días y casi con el mismo equipo, Colón demolió a dos nuevos elefantes en su propio cementerio. Primero fue el puntero del campeonato, San Lorenzo, que sucumbió con los goles del Pulga y de Morelo; después fue el Atlético Mineiro de Belo Horizonte, repitiéndose los goleadores y el resultado. Los “viejitos” de adelante se empeñan en demostrar vigencia y marcan el rumbo a puro gol. Ahora será el turno de ir a completar la obra en el mítico Mineirao, aferrándose, quizás, a los duendes de aquellos alemanes que vapulearon a Brasil en uno de los resultados más catastróficos de la historia de los mundiales, aquella nochecita de julio de 2014.
Ahora, descanso y a Lanús
El plantel sabalero regresó al hotel de campo para pasar la noche allí, reponer energías, entrenarse mañana y viajar a Buenos Aires con 48 horas de anticipación para esperar el compromiso del domingo a las 15.30 ante Lanús por la Superliga.
El equipo será muy parecido al que jugó ante Atlético Tucumán por Copa Argentina. Habrá que esperar si el técnico confirma a Burián o le da la chance a Ignacio Chicco, pero luego seguramente aparecerán Acevedo, Schmidt, Quiroz, Gastón Díaz, Bernardi, Fritzler, Celis, Esparza, Da Luz, Chancalay, Leguizamón y Pierotti, entre otros, en la consideración de Lavallén para ser titulares en la Fortaleza.
Después, el plantel regresará de inmediato a Santa Fe, se entrenará el lunes y el martes partirá en un vuelo charter que saldrá desde Sauce Viejo, finalmente, a las 15 con destino a Belo Horizonte para jugar la revancha del jueves que viene a las 21.30 en el Mineirao.