Ramón Darío Ábila, que ya tiene 22 goles en 81 partidos con la camiseta de Colón, siempre fue la gran obsesión de José Néstor Vignatti. Acaso, la mayor discusión del presidente sabalero con “Pipo” pasó por ese cambio en el clásico de local.
Lo había puesto en partido a Colón en Peña y Arenales. Esta vez, casi que lo ganó solo con su jerarquía. El gran acierto de Vignatti que lo compró en dos palitos verdes.
Ramón Darío Ábila, que ya tiene 22 goles en 81 partidos con la camiseta de Colón, siempre fue la gran obsesión de José Néstor Vignatti. Acaso, la mayor discusión del presidente sabalero con “Pipo” pasó por ese cambio en el clásico de local.
En medio de ese incendio en La Boca, Vignatti se metió de lleno en el conflicto de Ramón Darío y Juan Román Riquelme, para comprarle el “9” en casi dos palos verdes. Vignatti quiere que Ábila juegue siempre. Y le bancó todo, incluso ese faltazo a la pretemporada en pleno Mundial de Qatar.
En este domingo con suspenso y temor de noviembre, “Wanchope” fue el abanderado de la tranquilidad. En siete minutos, alejó a todos los fantasmas del descenso y es la carta más importante para ir dentro de 15 días a la batalla de Liniers.
Primero, asistencia magistral de cabeza para el 1-0 de Perlaza. Después, con un golazo de película clavó el 2-0. El línea le anuló el tercero. Y un defensor de Talleres hizo lo propio al barrer cuando abría el pie en modo Valdano contra Alemania. En el medio, hizo delirar a la gente con un caño VIP.
Antes de que termine el primer tiempo se vistió de Conti más Garcés, se tiró el piso, barrió y evitó el 1-2. Y cuando arrancó el complemento, otra vez de cabeza, le dijo a Galván: “Nene, tomá y hacélo vos”.
Así, con un golazo propio y dos asistencias de gol, el cordobés se fue ovacionado por los cuatro costados del Brigadier López. Fueron 80.000 manos para el tributo. Damonte, su nuevo entrenador, emocionado. El banco de suplentes, de pie, como en el teatro.
Polémico y cuestionado, el gran héroe de Colón contra Talleres fue un tal Ramón Darío Ábila. Ese goleador que fue la gran obsesión de Vignatti y por el que pagó dos millones de dólares cuando todos le decían: “José, tiene casi 33 años, no se lo vas a vender a nadie”. Hoy, en el partido más complicado de los últimos años en Colón, esos 2.000.000 de dólares “se pagaron solos”.