Para el hincha, será la definitiva. Alguna vez, don Angel Malvicino pensó en hacer una más grande y con mayor espacio en La Tatenguita. También en “darla vuelta” y que quede de norte a sur. Todo con el objetivo de agrandarla. De aquella de 1929, inaugurada un 28 de abril con un partido amistoso entre Unión y el Combinado Amateur de Argentina, quedan la tribuna sur con la vieja y tradicional techada y la redonda. Del lado de Cándido Pujato estuvo el sector que se conoció como “Los Pinos” y donde luego estuvo la tribuna de la barra de las Bombas, apenas unos escalones. El paso del tiempo hizo que se fueran agregando comodidas, hasta que llegó la principal transformación en la década del 70, después de la campaña del ‘75, cuando se volteó todo lo que había de tribunas de madera para cerrar el estadio con cemento y transformar a la redonda en sector de plateas.
El ascenso de 2011 de la mano de Kudelka provocó un estallido de optimismo y se presentó aquél proyecto de construir el “estadio de la gente”. Esa ambición, posiblemente muy pretensiosa, chocó con el descenso posterior y la falta de ideas —y recursos obviamente— para seguir adelante. Sólo se construyó una sola tribuna que algún día deberá, al menos, terminarse para que se recupere esa imagen armoniosa que tuvo el estadio desde 1976.
Es la casa de Unión, es el lugar que genera entusiasmo, alegría, ganas de volver a estar. Es, por todo eso, el lugar que se venera y se cuida, el que se protege y se embellece. Es cierto que estos tiempos no son buenos. Y que los que vendrán, quizás sean aún más difíciles. Pero la cancha, la casa de Unión, nunca se debe “dejar estar”. Y es uno de los desafíos —al igual que el predio— para los tiempos que vendrán, esté quién esté al frente de la institución.