Ya lo hemos dicho hasta el cansancio: Luis Spahn llegará a los 13 años de permanencia ininterrumpida como presidente de Unión y se convertirá en el hombre que durante la mayor cantidad de años seguidos gobernó el club en su historia, algo que parece muy difícil de repetir y se convertiría en imposible si es que se reforma el estatuto y se aprueba, entre otras cosas, que el presidente sólo pueda ser reelecto una sola vez.
Trece años en la vida de una institución es muchísimo tiempo como para haber encarado un proyecto que contemple no sólo un crecimiento deportivo (que Unión lo tuvo porque desde que asumió Spahn hasta hoy, Unión recuperó un lugar en Primera y juega ya su segunda copa internacional, con una muy fuerte incidencia de Leonardo Madelón), sino el engrandecimiento del club en otros aspectos.
La remodelación del 15 de Abril y su ampliación, considerada esencial después de aquél ascenso en 2011, sigue siendo hoy un tema polémico, de disgusto casi generalizado y que le cuesta manifestaciones en contra al presidente. Entiendo que el predio debió ser un objetivo en sí mismo desde un primer momento, pues es algo absolutamente necesario para el crecimiento deportivo. Estadio y predio no formaron parte de un proyecto o un plan, ni a corto, ni a mediano ni a largo plazo.
Unión no debe verse como un club politizado porque haya agrupaciones que, desde la oposición, alcen su voz; Unión es un club que necesita de políticas firmes y de crecimiento. Si Spahn cree que la cancha tendría que haber cambiado de orientación, lo hubiese propuesto. Y si piensa que con la venta de La Tatenguita se podía comprar un predio que sirva para todos (para los planteles de Primera, de inferiores y para los socios), lo hubiese propuesto apelando a su capacidad de convencimiento para que el socio entienda que es resignar para tener algo mejor. Unión sigue de prestado, mientras hay clubes del Federal A que tienen predio. Y en los once años y medio que lleva Spahn de gestión, pocas veces se planteó en serio la posibilidad de tenerlo.