En Unión ya se cambió al DT; ahora hay que cambiar la cabeza
Antes de que sea más tarde, Unión tiene que producir un brusco cambio de mentalidad. Méndez tiene la misión de encontrar rendimientos aptos y mejor funcionamiento, pero a este plantel hay que levantarlo sicológicamente.
En Unión ya se cambió al DT; ahora hay que cambiar la cabeza
El cambio de entrenador y las nuevas recetas no alcanzan. Todo se desvanece cuando los golpes se hacen cada vez más duros. Unión está último en la tabla anual de posiciones (en la que el último se va al descenso), se acerca a los últimos puestos de la tabla de promedios (los dos últimos se van y el penúltimo, que es Sarmiento, está apenas 6 puntos arriba de Unión) e hilando más fino, Unión ocupa ahora el último puesto de los promedios para la temporada que viene. Lo único que tiene a su favor es que faltan 14 partidos de este torneo más otros 14 de la Copa de la Liga. Es mucho y puede pasar de todo. Pero si no se cambia, nada cambia. Y no es un juego de palabras. De los últimos 29 partidos, Unión ganó sólamente 3 (a Sarmiento y a Arsenal, el año pasado y a Estudiantes en este año). El decaimiento matemático, pero también futbolístico y anímico, lo ha llevado a una situación en la que todo se ha puesto en discusión, inclusive la permanencia.
Sería inútil entrar en aquéllos viejos conceptos que ya se han vertido, respecto del infortunio en muchos partidos que se merecieron ganar y no se ganaron. Porque la crisis de confianza es tal, que ya ahora hasta resulta irritante volver a esas situaciones. Y porque, precisamente, son las pequeñas cosas que lo llevaron a este cuadro de situación.
Cuando Unión perdió con Argentinos Juniors por goleada y esa misma noche, minutos después del 5 a 1, se dio a conocer la noticia que el Gallego Méndez se hacía cargo del equipo, decía que Unión no sólo necesita un cambio de entrenador. Y la derrota con el limitadísimo Arsenal, en el último suspiro del partido y luego de ir ganándolo por 1 a 0, es una prueba elocuente.
Al nuevo técnico no se le puede achacar casi nada, sólo esperar que tenga la capacidad de cambiar lo que hoy es una situación muy preocupante. Cuando los dirigentes tuvieron en sus manos el abanico de posibilidades para elegir el sucesor de Munúa y luego de la "zaranda" en la que quedaron unos pocos con chances ciertas de venir a Santa Fe, cuentan que hubo algo que terminó de convencer a los directivos: las ganas que mostró el Gallego Méndez de hacerse cargo de la dura situación y de venir a Santa Fe a cambiar una historia muy negativa.
Unión tiene varios problemas por resolver, pero uno que es clave: el aspecto mental. Se notó en la parte final del partido del sábado que un equipo mucho más comprometido, como es Arsenal, tuvo más temple para ir en búsqueda de los tres puntos que ese Unión que había tenido controlado el partido en el primer tiempo y que ganaba con un gol "salido del vestuario" como fue esa aparición tempranera de Castrillón que, a un equipo casi signado por el descenso como es Arsenal, podría haberlo doblegado. Y no fue así.
Un gol ante un rival así y en tiempo de descuento, es un signo evidente de que hay que cambiar urgente la mala vibra. ¿De qué manera?, empezando a ganar. Y para ello, hay que levantar la parte mental como primera medida, porque Unión es un equipo que se ha acostumbrado a perder. O en todo caso, se acostumbró a no ganar. Y es más o menos lo mismo.
Después, está lo meramente futbolístico. El Gallego Méndez habló de jugadores que se cansaron en la parte final y eso no puede pasar, porque si algo se rescataba del Unión de Munúa era la intensidad física. Machuca es el jugador más desequilibrante, pero tiene que encontrar su hábitat en los últimos 30 metros de la cancha y no arrancar desde tan atrás como pasó el sábado porque eso lo obligará a dejar tres o cuatro rivales en el camino (cosa que consiguió en un par de ocasiones), pero aún así seguirá estando lejos del arco. Aued se metió todo el partido muy cerca de los centrales, fue poco participativo y menos mal que a su lado tuvo a un Roldán que fue más que nunca un jugador de toda la cancha, pero jugando así está muy lejos de convertirse en un jugador rendidor para el equipo. Y en la zona de definición está el gran problema. Luna Diale no es "9" y rinde cuando puede entrar en juego con la pelota sin la marca asfixiante de los defensores rivales. Por eso mejoró en el segundo tiempo en comparación con lo muy poco que mostró en el primero: y fue porque en el segundo, cuando el partido se hizo más de ida y vuelta, encontró espacios que en el primero no tuvo.
Ni Marabel (de bajísimo nivel) ni Cañete (le costó mucho meterse en el partido), solucionaron algo en la parte final. Entraron con el objetivo de ser los encargados de darle al equipo el plus que se necesitaba para quedarse con todo, como el Moncho Ruiz lo hizo con Londoño. Fue muy flojo lo de los dos. Y todo quedó demasiado expuesto con el resultado final que tuvo el partido.
Hoy Unión es un equipo que siente demasiado, en lo anímico, este cuadro de situación. Si uno se guía por lo que le viene pasando, no ha logrado ponerle punto final a la caida desde hace 29 partidos. "Hay material", coinciden todos. Y hubo partidos en los que Unión demostró que está a la altura de competir con cualquiera, pero fallando en los lugares donde se definen los partidos (las áreas). El problema anímico es eso que cualquier entrenador sabe que resulta casi tan importante como los movimientos de piezas y el trabajo que pueda realizar en la semana para darle funcionamiento al equipo. Méndez se encontró con un plantel bloqueado en ese aspecto. Pareció cambiarle el semblante ante Tigre y estuvo cerca de ganar el partido (como pasó muchas veces con Munúa), pero no lo logró. Y el sábado, no tuvo la actitud suficiente y necesaria para, al menos, no perder el partido.