Enrique Cruz (h)
Unión fue intratable durante media hora. Ya a los diez ganaba 2 a 0 y el partido parecía definido. Luego vino el tercero y la sensación era que la noche, que se puso lluviosa y molesta, iba a ser tranquila y para un goce completo. Sin embargo, un gol antes de que expire el primer tiempo y la inexplicable reacción de Brítez -equivocado luego en pretender continuarla con un plateista y hasta desafiándolo a pelear afuera- puso la cuota de zozobra que una de las grandes figuras de la noche -Enrique Triverio- se encargó de licuar apenas unos segundos después del 3-2 para convertir un penal que a él mismo le cometieron.
Unión ganó el partido con una amplitud que hasta pudo ser mayor. Marcó diferencias notorias que no son muy fáciles ni se consiguen a menudo en el fútbol de Primera. Fue dueño y señoir del partido diurante una media hora inicial fantástica, con buen fútbol en el medio, abriendo bien la cancha por los laterales (así vinieron los goles) y una labor desequilibrante y eficaz de los delanteros.
Cuando Crucero se animó tibiamente, un poco por mérito propio y otro porque Unión se lo permitió, llegó el instante de desconcierto. Duró apenas un poquito porque Unión tenía mucha jerarquía en Triverio, a quien ya le habían cometido un claro penal que el mediocre Pablo Díaz ignoró, pero le cobró otro que fue, aunque menos claro que el anterior, y el mismo Quique se encargó de facturar.
Buen partido de Martínez en el medio, criterioso Villar, preciso Malcorra en los centros (a través de sus envíos llegaron dos goles en el primer tiempo) y lo dicho de los delanteros, que fueron figuras.