Darío Pignata
2-0 a los 38 del complemento. En dos minutos, Tigre se puso 2-2; Unión pasó a ganar 3-2 en tiempo adicionado y Luna puso el 3-3.
Darío Pignata
Infartante y dramático final en Santa Fe. Con escándalo incluído, cuando el propio Leo Madelón entró a la cancha, ironizó un saludo a Beligoy y se fue solito a los vestuarios después del 3-3 de Tigre. Casi ni llegó a sacar Unión del medio y terminó el partido.
Los reclamos contra Beligoy, en el Mundo Unión, son siempre válidos. No hay caso con este juez, siempre le cuesta al Tate, incluso hoy que aplicando el concepto de potrero de “la tercera es la vencida”, le dio un penal —que claramente fue— y todo.
¿Qué protestaba Madelón?: que el tiempo estaba cumplido en esa última pelota o la falta previa que le cobra contra la raya a “Droopy” Gómez (creo que esto último). La realidad es que reaccionó mucho más el DT que los jugadores, como si fuera una postal de lo que pasó en esos minutos finales.
Pero más allá de Beligoy, debe quedar claro que al partido lo regaló Unión: hacer tres goles de local y no ganar parece casi imposible en este fútbol de hoy. Pero, además, hay un dato alarmante que deja el partido: a Unión le hicieron tres goles en diez minutos, con un promedio que es imposible de sostener ni siquiera por el mejor ataque del mundo.
Claramente, al partido lo rifaron los de más experiencia en el fondo, con descuidos imperdonables, porque sacando el gol europeo de Federico González —misil alto desde un ángulo cerrado y con marca encima—, los otros dos goles de Tigre son consecuencia de descuidos imperdonables: por un lado, un jugador que cabecea solo en el de Canuto. Y después, triple error en el 3-3: dos jugadores que acompañan; las manos de Nereo débiles; otros dos jugadores que no cierran al “Chino” Luna.
No pasa por colgarle los errores a un jugador puntual, pero es increíble cómo lo rifa a Unión a este partido. Pensar que Madelón, cuando se la jugó por Leo Sánchez por Blasi, pensó en “cerrar” el bloque defensivo con la receta de la experiencia. Y si algo le faltó justamente a Unión en ese final infartante, donde le hacen tres goles en diez minutos, fue eso: experiencia para manejar los tiempos y para hacer “dormir” esa pelota del final (y no hablo sólo de la falta o no falta de Rodrigo Gómez).
Este 3-3 es un golpe que, ojalá, no sea letal para un equipo que sacó dos puntos de los últimos nueve que puso en juego y que empieza a quedar “colgado” en esa famosa zona de copa, apuntando a la próxima Sudamericana.
Pero hay otro dato increíble de este domingo: con la pelota y atacando, Unión jugó hoy —por lejos— el mejor partido de la Superliga: hizo tres goles y erró por lo menos cinco más, con el tiro en el travesaño incluído. Fue una maquinita de jugar, atacar, generar situaciones de gol, hacer goles y errar goles.
Los dos extremos, hasta que tuvieron aire, la rompieron toda: Fragapane un poco más arriba que Zabala.
Pero Unión, además de jugar contra el karma Beligoy, jugó contra Unión y ahí terminó perdiendo por más que el resultado fue empate 3-3. Porque lo bueno, lo malo y lo feo fue responsabilidad del Tate.
El domingo que viene, en Tucumán, tendrá revancha. Se sabía, de antemano, que el fixture se ponía “pesadito” en el final: Atlético en el Jardín de la República, el buen Talleres de Kudelka en Santa Fe, Boca en La Bombonera e Independiente en la última fecha en el 15 de Abril.
Unión empieza a dar, en el final de la Superliga, ventajas que son “lógicas”, con el increíble mérito de Madelón de haber soportado y construído esta muy buena campaña en siete u ocho jugadores que le jugaron siempre todos los partidos. O casi todos.
Del equipo base, el ideal de Leo, hoy faltaron tres jugadores: Bruno Pittón, el colombiano Gómez Andrade y Lucas Gamba. Y a pesar que el delantero mendocino es el segundo goleador del equipo, hay una realidad que hoy quedó al desnudo: Unión extrañó de una manera dolorosa al zaguero cafetero y al mellizo operado del hombro. En el fondo, se hicieron los goles solos.
Así, en el día de sus 111 años de este 15 de Abril, Unión llevó los regalos a su propio cumpleaños. Tigre lo único que hizo fue sacarle el moño a cada paquetito.
Gol de arco a arco
En una postal pocas veces vista, cuando Unión abrió el marcador en el 15 de Abril, había más gente abrazando a Nereo Fernández que a Franco Fragapane, el autor del gol. La explicación, muy sencilla: antes del grito tatengue, Nereo fue Superman y voló para evitar lo que podría haber sido un golazo de Diego Sosa con un misil de zurda que tenía destino de red al ángulo alto.
Luego de esa tapada de Nereo —que irá al podio de la fecha en la Superliga—, Tigre pateó mal el tiro de esquina y lo que es peor aún, quedó muy mal escalonado. Salió el rechazo del área tatengue, la dividió con actitud la “Bomba” Zabala en el piso (fue a los pies, trabó y ganó), hizo unos metros, levantó la cabeza y lo vio solo a Fragapane del otro lado.
La cruzó de una orilla a la otra con una precisión de cirujano y el ex Arsenal esta vez no falló en lo que más le cuesta: definir en ese tipo de mano a mano que son siempre “casi-gol”. Tercer grito del punterito formado en Boca y mutado a carrilero por decisión de Madelón cuando se lesionó Claudio Aquino. Los otros dos se los hizo a Banfield y Belgrano de Córdoba.
Así, Nereo, que había arrancado mal por una “basurita” o “bichito” que se le metió en uno de sus ojos, jugó un primer tiempo intenso: se mojó cuando se abrieron impensadamente los grifos de agua del césped, voló para esa atajada previa al gol, le tapó otro —estaba anulado— a “Cachete” Morales y fue amonestado por Beligoy.
¿Qué pasó con Gamba?
Luego de haber entrenado casi toda la semana con el gemelo “cargado”, finalmente Lucas Gamba —jugador titular indiscutido y clave en esta campaña— se quedó afuera del once inicial y su lugar, como socio de Soldano, fue para el pibe Matías Gallegos.
Lo extraño es que, a pesar del dolor, Lucas Gamba fue uno de los suplentes que llevó al banco Leo Madelón. Cuando arrancó el complemento, el cuerpo técnico lo mandó a “calentar” a Lucas Gamba y el rendidor mendocino intentó hacer los famosos piques de rigor. Hasta que llegó el gesto de Gamba al banco: “Me duele”. Automáticamente, se pudo ver al kinesiólogo Sergio Magnín acercarle hielo; paso seguido, Gamba se sacó las canilleras con gesto de bronca. No era el día de Lucasy se prefirió, con criterio, no arriesgar.