Por Enrique Cruz (h)
(Enviado Especial a Comodoro Rivadavia)
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Pasó algo raro con Kudelka. Vio el partido, durante el primer tiempo, con mucha acción al costado de la cancha. Dio indicaciones, se enojó, habló mucho con Raúl Armando y aprovechó cada parate del juego para hacer venir a algún jugador para charlar desde más cerca. Pero en el segundo tiempo, hubo un momento en el que desapareció. Fue como si lo hubiesen expulsado, pero estaba adentro, sentado en el banco de suplentes mientras su técnico alterno se paraba y se acercaba al costado del campo para dar indicaciones. Es así Darío Kudelka. Vive todo con mucha intensidad y a veces parece que se apaga. Todo ese nerviosismo que parece carcomerle adentro del campo, se convierte en mucha tranquilidad a la hora de hacer declaraciones. Y ya más tranquilo, cuando el partido era historia pero todavía no había jugado San Martín de San Juan, el técnico tatengue dijo lo suyo.
—¿Qué pensaste cuando el partido estaba empatado y tu equipo tenía un jugador más en la cancha?
—Tenía un pensamiento dual. Por un lado pensaba en mantener el empate y llegar a Santa Fe con un punto arriba, en el peor de los casos y que ganara San Martín, o salir a buscar el resultado a través del desequilibrio que podía imponer un delantero más. Me incliné por esta última porque veía que la CAI ya no llegaba con tantas posibilidades y por eso era entendible arriesgar.
—Te vemos festejando pero con cautela...
—Este tipo de organización hasta te quita la posibilidad de festejar en la cancha. Y se quita así, a mi entender, la esencia del fútbol, porque para mí no hay nada más lindo que salir campeón o ascender en el mismo campo de juego, no hacerlo en un hotel. Yo no quiero festejar en un hotel, por eso estará lindo si lo podemos hacer finalmente en nuestra cancha. De verdad lo digo.
—¿Qué pensás de lo que le está pasando hoy a Zárate?
—No estaba en mente sacarlo antes del gol. Sé que puede hacer un gol en cualquier momento, por eso nunca se me pasó por la cabeza la idea de sacarlo. Y demostró tener mayor capacidad física de la que preveíamos. Le pedí que aprovechara la oportunidad de dar vuelta la página en un año un poco complicado en su vida personal. Le dije que el fútbol le estaba dando una oportunidad. Él es un goleador y sé que responde siempre.
—¿Tenés ganas de decir algo del viaje que hicieron?, ¿o no?
—Es una anécdota... Importa y no quiero que el resultado tape lo que es la organización de un plantel profesional, desde el miércoles que no entrenamos normalmente, estoy disconforme conmigo mismo y noto que no le estoy dando trabajo al equipo. Ahora tenemos dos días para volver y siento que me va a pasar lo mismo. No me gusta, te repito que me siento mal conmigo mismo porque yo no soy así.
—¡Qué campaña de visitante la de tu equipo!...
—Somos buenos, ja ja... Terminamos el año muy bien como visitante, fuimos los mejores. Este es un equipo que ganó muchísimo, perdió bastante y casi no empató.
—¿Estuvo preparado alguna vez para empatar, como podría haber pasado el sábado pasado ante Rafaela?
—Es la impronta que yo manejo, el estilo que le inculco a los jugadores. Antes de empatar, prefiero ir a buscar la victoria. A veces se da, y a veces lo perdemos. Lo planifico y lo trabajo así, se lo digo a los jugadores y seguramente eso es lo que prende.
—Lo de ir a buscarlo asumiendo riesgos...
—Sí, a veces sale bien y a veces mal, los resultados nos dan la razón.
—En algún momento dijiste que en la racha mala muchos te daban la espalda...
—Es común en la sociedad, no elaboré una opinión en contra de nadie, no lo dije por fulano ni por mengano. Cuando te va bien sos el mejor y cuando te va mal sos el peor, yo no transito así por la vida, no me gusta que se camine por los extremos del resultado. Estoy tranquilo, quiero irme al cine, voy a ver Dumbo, ja ja...
—¿En serio?
—Sí, en serio, estuve viendo el programa de películas, capaz que me voy al cine y al final de la película estará todo terminado... ¡o no! Vamos a ver, ahora me voy al hotel y después del partido nos vemos (N. de R.: la nota fue hecha antes de que jugaran los sanjuaninos).
—¿Qué se te pasa en este momento por la cabeza?, ¿Qué tenés ganas de decir?
—Yo soy hombre de fe, me gusta creer en la gente, es fácil creer cuando a uno le va bien pero yo digo que hay que tener confianza en la gente, hay que dejarla trabajar. Yo soy un tipo de convicciones, a veces acierto y a veces me equivoco, pero soy educado o trato de serlo, no me aparto de lo que me enseñaron como bastiones de la vida. Es lindo vivir, pero hay que hacerlo con dignidad. Yo trato de ser así, trabajo mucho, me esfuerzo y sólo pido que crean en mí. Algunos creyeron y hoy estarán regocijados. Otros no creyeron. Pero a los que no creyeron les digo que hay que confiar en la gente, sobre todo cuando esa gente trabaja.