Sábado 2.4.2022
/Última actualización 15:48
Gustavo Munúa salió despedido desde el banco de suplentes, muy enojado con el árbitro por la clara falta contra Zenón que no vio. Era la última jugada del partido y podía generar un tiro libre de peligro en el área de Patronato. Quizás haya sido la gota que rebasó un vaso que se llenó de dudas, pero no tanto por la actuación del árbitro o del VAR (dicho sea de paso, hay que mejorar los tiempos urgente: es inconcebible que un partido se detenga ¡siete minutos! por un penal) sino porque el equipo no funcionó. Unión tuvo muchas sombras. Volvió a carecer de profundidad arriba, se equivocó atrás, defendió en línea al principio, se metió en una lucha que le quitó claridad y tampoco pudo acomodar el partido a la natural intensidad que habitualmente pretende imponerle a los partidos.
Unión es un equipo al que le cuesta muchísimo jugar de visitante. Ha sacado apenas el 30 por ciento o algo más de los puntos que disputó afuera, que contrasta con más del 70 por ciento que cosechó de local. Pero también es clara la diferencia en la producción futbolística. “Nos falta rebeldía para buscar los partidos de visitante, ahora vamos a ir a jugar a Bolivia, al Maracaná y entonces tenemos que responder de otra manera. Se viene una seguidilla linda, pero es lo que hay que disfrutar por esta posibilidad de jugar la Sudamericana”, dijo Claudio Corvalán luego del partido y está claro que los mismos jugadores se dan cuenta de que hay una merma pronunciada entre lo que el equipo es capaz de producir en casa con lo que rinde afuera.
En el análisis, lo de siempre: Unión es un equipo al que le cuesta generar situaciones de peligro y también convertir goles. Cuando la defensa responde, la posibilidad de conseguir un resultado positivo es latente. Pero cuando ocurren cosas como las que se vieron en Paraná, con errores defensivos que se hicieron notorios (por ejemplo, marcar en línea como lo hizo en el arranque), todo se complica, empezando por el resultado.
No se encuentran figuras para rescatar. Apenas un par de atajadas de Mele, las dos o tres situaciones en las que Calderón ganó el duelo aéreo con Quintana en el área rival, el cambio de ritmo que intentó dar Machuca y el gol de cabeza de Gallegos en una jugada de pelota quieta. Poco y nada, frente a un Patronato que no sólo contó con la jerarquía de Barrios, sino también con los desbordes constantes de Gudiño por el costado izquierdo de la defensa rojiblanca y el primer tiempo con mucho de desequilibrio que impuso Medina.
Otra vez se fue lesionado Roldán y es un aspecto que preocupa. En Unión se han “pinchado” jugadores que han sido importantes y que hoy no están en su mejor nivel. La ausencia de Álvez se siente y la sensación es que cuesta mucho reemplazarlo. Y a la hora del juego, todo depende de los pincelazos de un Luna Diale que a veces se debate en soledad y muy marcado.
Sava le tapó los laterales y el equipo se quedó sin respuesta en los sectores más desequilibrantes. Terminó sumergido en impotencia, chocando permanentemente y haciéndole el “caldo gordo” a los defensores rivales. La realidad está a la vista. Unión es un equipo que no tiene afuera la misma capacidad de lucha que le ha permitido, en Santa Fe, convertirse en un equipo confiable. Y sobre eso, a Munúa le cuesta encontrar soluciones.