Matías Donnet fue campeón del mundo con Boca pero su corazón está en Unión...
"¿La final con Milan?, no, mi mejor recuerdo es el debut con Platense"
Añora aquellas venidas “a dedo” de Esperanza y los días de doble turno cuando jugaba en quinta: “Nos quedábamos en la salita de tenis o comprábamos fiambre y nos tirábamos en la mesada del bar que está debajo de la tribuna de mujeres”, cuenta el hombre que figura en aquella final de 2003 en Japón.
Mauricio Garín Un grito de gol de Donnet en su segundo regreso a Unión, cuando el equipo estaba otra vez en Primera (Matías también jugó en el ascenso cuando el técnico era el Turco Alí).
Es injusto que se diga que Matías Donnet será recordado exclusivamente por haberle convertido a Dida aquél gol de la final intercontinental del 2003, cuando Boca logró el título venciendo por penales a Milan. Tan injusto que el propio Matías Donnet recuerda a ese partido ante Platense, en el ‘98, cuando apenas tenía 18 años y le tocaba debutar en Unión, como el más inolvidable de todos. Quizás el gol en una final del mundo y el hecho de haber sido elegido el mejor jugador de ese partido o que haya sido titular y que Carlos Tevez, ni más ni menos, le tocara ingresar pero desde el banco de relevos, es un gran mérito en sí mismo. Pero está claro que para este chico nacido en Esperanza y que alimentaba cada día su sueño de ponerse la camiseta de Unión en Primera, lograrlo fue lo que añoraba y ver ese sueño cristalizado, se convierte en su gran conquista. De todo eso habló en La Primera de Sol.
—¿Qué te queda más grabado, el 14 de diciembre de 2003 (partido con el Milan por la final del mundo) o el 14 de setiembre de 1998 (debut con Unión ante Platense)?
—Mirá, el sueño de cualquier pibe es jugar en Primera, pero no sé si se sueña con debutar y convertir un gol, como me pasó a mí. Todos hablan del partido de Boca, en Japón, pero el mejor de todos, el recuerdo más grato, fue el día del partido con Platense.
—¿Qué recordás de esa noche?
—Que cuando estábamos haciendo la entrada en calor, del lado que defendía Unión, íbamos ganando y no podíamos salir del área. Platense nos tenía contra los palos. Me acuerdo que Patita Mazzoni saca una pelota de la línea y ahí Mario Zanabria me llama para entrar. Y entré como si nada, tranquilo, y al ratito vino el gol. Fue el momento más importante de mi carrera.
—Es bárbaro lo que decís, porque a cualquier jugador le gustaría jugar una final del mundo y convertir un gol...
—Hasta el día de hoy, la gente que nunca me vio, me cruza y me recuerda aquél gol en la final con el Milan. Pero en la carrera de un jugador hay miles de momentos... ¿Qué querés que te diga?... Me acuerdo de cosas que me pasaban antes de debutar y que para mí son inolvidables...
—¿Por ejemplo?
—De irme a dedo desde Esperanza a Santa Fe... O cuando hacíamos doble turno y me tenía que quedar en Santa Fe. Entonces, parábamos en la salita de tenis cuando estaba el profe y si no, comprábamos fiambre enfrente del club y nos tirábamos en la mesada del bar que está debajo de la tribuna de mujeres y ahí esperábamos el doble turno.
—¿Y con los goles sos igual?
—Mirá, no recordaba que había hecho tantos goles en Unión cuando estuve en mi primera etapa... Me acuerdo el de Gimnasia, esa nochecita en La Plata... La agarré de volea y la clavé, fue el día del 3 a 2 en el Bosque... Era pisar barro en toda la cancha... ¡Lo que había llovido...! Ese día estuvo mi viejo en la cancha, se volvió todo mojado porque no había llevado ropa. Después, otro golazo en cancha de Estudiantes... Hay un montón de goles lindos... Pero el de Gimnasia fue importante, porque ganamos seis partidos al hilo aquella vez. Y fue justo en el momento en que empecé a jugar de titular y hubo partidos contra rivales complicados como Vélez, Newell’s o Argentinos Juniors.
—¿Cuándo te diste cuenta que debías largar?
—Cuando uno no disfruta, es porque ha llegado el momento de largar. Yo terminé acá en Esperanza, en Juventud, y uno siente el desgaste, la recuperación es otra, te lleva más de un día... El último año ya no tenía ganas de jugar.
—¿Cómo se dio lo de dirigir a la séptima de Boca?
—¡No me esperaba el ofrecimiento! Mi idea era dirigir, claro, pero como ayudante. Al tener relación con Cascini y Delgado, que están en Boca, se presentó la posibilidad. Yo estaba en contacto con ellos porque hacíamos eventos. Un par de meses antes de las elecciones, Cascini me tiró un “palito”... Y a la semana de las elecciones me llamó y me preguntó si había hecho el curso, que tenía la séptima para que la dirija. Charlé con mi familia, sabía que debía irme solo porque tengo una nena de doce años y no puedo llevarla a Buenos Aires, y dije que sí.
—¿Te gusta?
—Es una experiencia linda, obvio... Boca está por arriba de todos los otros clubes a nivel nacional, tienen un predio espectacular, todos los chicos desayunan, entrenan, almuerzan y se van. Tenemos coaching, sicólogo... De todo... Lo tengo de ayudante al “Chipi” Barijho... Imagináte... ¡Por ahí lo tengo que controlar por las cosas que le grita a los chicos...! (risas)... Pero está bueno, nos complementamos...
—¿Cómo es el trato con ellos?
—Yo vengo de una vieja escuela... Nosotros teníamos un gran respeto hacia los mayores, los chicos de hoy son distintos, están en otra cosa, tienen un diálogo diferente...
Archivo Una foto para muy pocos elegidos : el premio por haber sido el mejor jugador de la final del mundo ante el Milan.
Una foto para muy pocos “elegidos”: el premio por haber sido el mejor jugador de la final del mundo ante el Milan.Foto: Archivo
—¿Llega mejor preparado el jugador de equipo grande que el jugador de club chico?
—No sé si llegan mejor preparados... Para mí es demasiado lo que le dan a los chicos. Cualquier ser humano se acostumbra enseguida a lo que tiene y llega un momento en que se pierde el hambre, la motivación. En Buenos Aires tenemos chicos que vienen de zonas humildes y obviamente que el desayuno y el almuerzo les suma y en eso, Boca logra ventaja. De todos modos, insisto en que la verdadera contención y consejos, deben darla los padres. Y nosotros tenemos que prepararlos para cuando lleguen y también para hacerles entender que algunos no van a llegar.
—¿Es un tema que te preocupa, el de la preparación de aquéllos chicos que no llegan a jugar en Primera?
—Mirá, en Boca traen tantos jugadores, pero tantos jugadores, que inevitablemente se tapa a los pibes... Entonces, cuando se van a otro club encuentran una gran diferencia, porque es tanto lo que les da Boca, que la diferencia se siente...
—¿Querés decir que, a veces, es bueno también “cambiarse debajo del árbol” y generar ese deseo de llegar para que la realidad cambie?
—Es un poco la idea, lo que me parece... Si te cambiás abajo del árbol, vas a pelear para ir a cambiarte al vestuario con todas las comodidades. Pero si a los 14 o 15 años te cambiás en esos vestuarios europeos que tiene Boca, te puede influir. Al chico hay que inducirlo a que tenga ganas de jugar, de ir a entrenar, de ir al campito como en mis tiempos. Hoy tienen otras cosas.
—¿Notás que no hay entusiasmo o desesperación por el fútbol en los chicos de hoy?
—Yo tengo 36 chicos y hay días de la semana que te das cuenta de que algunos no tienen ganas de entrenar. Está claro que algunos vienen de un entorno complicado, de peleas de padres o de padres separados. Puede pasar. Pero te das cuenta que, con 16 años, no tienen ganas de entrenar la mayoría de las veces y eso no puede pasar.
—Vos sos un ejemplo de sentido de pertenencia, porque volviste a Unión después de haber sido campeón del mundo y de haber ganado varios títulos en Boca. Y Unión, en ese momento, estaba en la B, con problemas y vos tenías 29 años...
—Con este tema de la pertenencia no sé si estoy en condiciones de ser terminante. Veo que en Unión se pueden hacer muchísimas cosas... El otro día charlaba con Alejandro Limia y le decía que hay un montón de chicos en la zona para ir a ver y que tengo ideas. Y Ale también, me contaba de algunas cosas que le habían ofrecido en Unión. Y justamente tocamos el tema del sentido de pertenencia. Pero hay que hacer una inversión muy grande porque los mejores formadores no van a venir si no le pagás bien. No digo que no sirvan los que están, pero la verdadera inversión de un club es la que se hace en sus bases.
—¿Hay que incentivar, desde el mismo club, el sentido de pertenencia de los jugadores o ex jugadores?
—Por Unión pasaron un montón de jugadores, de selección nacional y que ganaron mucho, pero que hoy no están en el club. Te doy el ejemplo del Loco Marzo, Pumpido, Luque, el Beto Acosta... Sería muy lindo que ellos estén en el club. Quizás el club no esté para que Unión haga la inversión que debe hacerse...
—¿Y vos?
—Así como alguna vez pensé en terminar la carrera en Unión y trabajar en Unión, siempre la idea es estar en mi ciudad y cerca de Unión. No se dieron por un montón de cosas que pasaron. Mi idea era no dirigir en inferiores, pero hoy lo veo de otra manera porque el ofrecimiento que me hizo Boca, que se fijó en mí y estoy muy agradecido y halagado, fue para dirigir en inferiores. Para mí, el técnico de inferiores no es técnico sino que es formador. No debés pensar que tenés un jugador de primera sino un chico al que hay que contener y prepararlo para todo, para que triunfe o para cuando quede libre y deba buscar otro club o dedicarse a otra cosa.
—¿Cuál es el riesgo para vos?
—Si usás las inferiores como un paso previo a la primera... Ahí está fallando el dirigente que contrata a ese técnico y el técnico que utiliza a las inferiores para conseguir el objetivo final que no es el formar a los chicos sino el de llegar a lo más alto.
—Hace poco le hicieron una nota a Fagiani y contó la anécdota de una charla con Bianchi, cuando le comunicó que se quedaba afuera de la final de la Intercontinental...
—Sí, la leí... Contó que terminaron llorando y que fue tan bueno lo que le dijo que luego, inclusive después de haber abandonado el fútbol, es una de las personas con las que más se comunica.
—¿Ese es un mérito de Bianchi?, ¿el de llegarle de esa manera al jugador, aún cuando le tiene que decir que no lo va a poner?
—La virtud de Carlos era la simpleza, no complicaba nada y lo que te decía lo cumplía.
—¿Así nomás?
—Elegía a los mejores. El te veía bien y te ponía... No es que Carlos los hacía jugar bien, él veía bien al jugador y lo ponía. Así de simple y así de importante... Y después, como siempre teníamos mucha competencia, sabía que debía aprovechar al máximo a todos, porque en algún momento podía necesitar a cualquiera de los jugadores.
—¿Qué dijo antes de la final con el Milan?
—Cuento algo que también lo identifica: cuando agarró el plantel, la primera charla duró diez minutos... Habló más la noche previa al partido en Japón que el día de la presentación. Ese día, el de la presentación, fue muy simple, muy claro y muy directo. Allí se ganó el respeto de todos.
—¿Qué fútbol te imaginás de ahora en más?
—Difícil... Por lo pronto, reacomodar todo de nuevo porque perdimos el trabajo de inicio... Tampoco está ordenado lo que era Superliga y lo que es ahora Afa. Pienso que será, junto con la escuela, una de las últimas actividades a retomar. Nosotros tenemos más de 200 chicos en Boca. Imagináte que en el comedor tenemos que turnarnos. Con todo esto que está pasando, será complicado pensar en ese tipo de aglomeraciones o volver a compartir el vestuario... Veo difícil que vuelva rápido, pero no soy yo el más indicado para decir qué pasará.