Unión generó dudas en el primer tiempo, pero cambió a tiempo y la peleó en el segundo
Lo que no mata, fortalece
Madelón corrigió la idea inicial, que evidentemente no resultó y volvió a las fuentes para ponerle un poco de paridad en el complemento a un partido que era netamente favorable a Mineiro ante una pasividad y falta de determinación de Unión que ponía en jaque la clasificación para la segunda fase de la Sudamericana.
Hubo un plan previo. Estudiado, pergeñado, evaluado y pensado por Madelón. Ese plan previo tenía un eje principal: tener un poco más la pelota y quitarle ritmo al rival. Con Carabajal y una línea de cinco volantes (Milo jugó más en el medio que atrás por el sector izquierdo), el objetivo era copar el mediocampo y evitar que Mineiro se venga con tanta gente. ¿Se cumplió?, no. Y eso tornó peligroso el partido, casi lapidario. Iba media hora y Unión se quemaba en su propio infierno. Desconcertado, impreciso, desconfiado de sus propias fuerzas, dubitativo, muy débil y perdedor en todos los sectores de la cancha, Unión no sabía cómo frenar a un Mineiro que era todo lo contrario: confiado, de buen juego, abriendo la cancha por los costados y metiendo esos centros que, ante una defensa con escasos recursos en ese aspecto, temblaba cada vez que llegaba una pelota llovida sobre el área de Moyano.
Después, hubo un plan alternativo. Se diseñó rápidamente, en el entretiempo y con pocos minutos de charla. No se podía ni debía inventar demasiado. Unión necesitaba revertir la situación y para eso no sólo necesitaba a alguien que le aporte algo diferente y Madelón eligió a Troyansky para volver a las fuentes y a ese 4-4-2 que este equipo admite como el esquema que mejor le sienta, sino que también necesitaba de un mejoramiento individual. Y así se dio. En el medio empezaron a aparecer los jugadores que tenían que contener, los que debían darle progreso al juego con mayor precisión en los pases y, por otra parte, rendimientos individuales que se afirmaron y se agigantaron, como pasó con el pibe Franco Calderón, que jugó un segundo tiempo casi perfecto.
El plan inicial era para una cosa que no se dio nunca. Entre Jair, Otero, las subidas de Guga y Arana por los costados, Mineiro empezó a poner en jaque el paso de ronda de Unión. ¿Cómo puede ser que lo que tanto costó construir en Santa Fe se desvirtúe en solo media hora?, habrá sido la pregunta del millón y sin respuestas de cualquier hincha de Unión. La apatía, la endeblez, la falta de determinación de Unión abdicaba ante la peligrosidad de un Mineiro que se lo estaba llevando puesto hasta el momento en el que Gallo decretó el final del primer tiempo y ya empezaba a avizorarse lo que luego se confirmó en la parte final: que otra vez Moyano se estaba convirtiendo irremediablemente en el mejor jugador de Unión.
Debían aflorar otras cosas en Unión. Eso lo entendieron los jugadores y todo se hizo diferente en el segundo tiempo. ¿Siguió siendo más Mineiro?, seguramente que sí. Pero ya no con ese empuje y la generación de dudas que estaban complicando a Unión. El partido se empezó a jugar un poco más lejos de Moyano (quien igualmente tuvo un par de atajadas notables), levantó muchísimo el pibe Calderón, lo propio pasó con Bottinelli y con los dos volantes centrales. ¿Se jugaba mejor?, un poco. Al menos, había más convicción para robarle un poco de protagonismo al adversario. Ya Mineiro dejó de ser un dominador serial del partido, sino que repartió un poco más la tenencia de la pelota y hasta la situación de peligro frente a los arcos. Dudamel le hizo un favor a Unión cuando lo sacó a Otero, en tanto que la salida de Guga también fue favorable a Unión, más allá de que haya sido entendible que faltando tan poco para el final, Dudamel haya optado por resignar el desborde por afuera para poner a otro delantero grandote y de área para aprovechar algún pelotazo o un rebote adentro del área.
Bonifacio le dio un poco de aire al medio, Mazzola entró a mostrarse un poco más que Bou (estaba lisa y llanamente “filtrado” cuando Madelón lo sacó) y lo ya dicho del cambio de Troyansky por un intrascendente Carabajal, con el fin de tratar de sorprender a defensores grandotes y toscos como los tres centrales que puso Dudamel.
Unión perdió pero ganó. Y esto no es un juego de palabras ni una paradoja, sino que es algo concreto y real. Sin jugar bien, dominado por el rival en muchos aspectos del juego y por muchos de los 90 minutos, Unión decidió apelar a su amor propio y fuerza interior para salir a flote. Lo consiguió a pesar de todo. Y eso es lo que cuenta en el balance final, porque, para esos 2.000 que llegaron a Belo Horizonte, el carnaval lo vivieron por anticipado y la alegría no tiene fin.