(Enviado Especial a Milán, Italia)
Juan José Franco, el tatengue que iba “a la derecha de la barra de las bombas”, que nació un 15 de abril y que trabaja en un lugar soñado.
(Enviado Especial a Milán, Italia)
La historia de Juan José Franco no dista demasiado de la de muchos argentinos que lograron sobreponerse al desarraigo. En definitiva, fue una decisión propia, personal y tampoco obligada. No fue fácil. No es fácil. Atrás quedó una infancia en el barrio Sargento Cabral, en calle Belgrano, muy cerquita del club Santa Rosa. Amigos del barrio que todavía yacen en su memoria y aquél aprendizaje de escuela en el colegio Don Bosco. “No reniego de mi pasado y sé que a veces no me portaba muy bien”, cuenta entre sonrisas. Tatengue acérrimo, es uno de los tantos motivos de agradecimiento hacia su padre. “Mi viejo, sabalero, tuvo dos o tres actitudes conmigo que se las agradezco de por vida. Una de ellas fue cuando me llevó a esperar la llegada de los jugadores después de aquélla final contra River, en el ’79. Yo nací el 15 de abril de 1974, día del cumpleaños del club y en un año que se logró un ascenso. Así que tengo demasiados motivos para ser tatengue. Pero mi viejo era de Colón y sin embargo tuvo estos gestos conmigo que jamás olvidaré, porque él entendió que mi sentimiento era tatengue”, señala, mientras cuenta con claridad y precisión meridiana el exacto lugar en el que iba a la cancha cuando vivía en Santa Fe. “Yo me ponía a la derecha, a la altura del paravalancha en el que se paraba el Luchi Flores, que en ese momento era el referente de la barra, del otro lado del paredón que divide la tribuna de la barra de las bombas con la que está al lado, detrás del arco que da a la pileta de natación”, señala este trotamundos que primero vivió un tiempo -5 años- en Irlanda, luego un año en China y ahora lleva 12 años viviendo en Milán.
“De Santa Fe mis recuerdos se remontan a mi mamá, mis hermanas, mis amigos del barrio y nuestras andanzas en el club Santa Rosa. Adrián Ceré, Hernán Camarotta, Adrián Moreno, Freddy, Fabián, Fernando, los hermanos Domínguez, el Gallego Alonso y todos los muchachos con los que crecí y llevo en el corazón”, saltan en los recuerdos y seguramente le provoca emoción al “Negro” Franco, como se lo conocía en el colegio.
Lo más llamativo es que Franco trabaja en la empresa Giorgio Armani, lo cuál no es decir poco en Milán, capital mundial de la moda y en la que Armani ha creado un verdadero emporio. “Mi trabajo es administrativo”, cuenta Franco, quien ha tenido, obviamente, la posibilidad de conocer a Armani. “Es una persona muy respetuosa con nosotros”, señala. “Estaba en un momento difícil, fui a una agencia, presenté el currículum, me llamaron, hice algunas entrevistas y quedé. El trabajo es normal, de oficina y cuando llega la semana de la moda, el trabajo crece considerablemente”.
Sobre la posibilidad de volver a Santa Fe, dice que “tengo ganas, pero volveré a visitar, nada más. Volver definitivamente a Santa Fe, sería volver a otra ciudad, no a la que yo conocí y en la que viví, porque pasaron muchos años. Mis hijos son italianos y con mi señora ya estamos definitivamente arraigados aquí”.
¿Cuál será su pensamiento respecto de la cantidad de argentinos que deciden embarcarse para imaginar nuevos y mejores horizontes en Europa?. Franco contesta: “Lo que puedo decir es que se trata de una decisión difícil, que recomiendo que si quieren experimentar cosas nuevas lo hagan pero que sepan que no es fácil, que se sufre muchísimo. Es importante que los jóvenes experimenten, total hay tiempo para volverse si no es lo que ellos pretenden encontrar. No soy una persona que esté fogoneando la salida de la gente del país”.
Tantos años afuera le han permitido sacar conclusiones definitivas. “No me arrepiento de lo que hice. Yo no quise irme para siempre del país, mi idea fue irme a perfeccionar un idioma, hacer una experiencia porque era joven y jamás pensé que esto podía ser para siempre. En algún momento la pasé más o menos, pero tanto en Irlanda como en Italia nos encontramos con gente maravillosa y tenemos amigos por todos lados”, señala Franco.
¿Y su opinión del país?. “Me da un poco de vergüenza opinar porque no voy a la Argentina desde el 2013. Veo que la gente está con el ánimo exacerbado, entiendo que hay gente que la pasa mal porque no tiene dinero. Sé que la Argentina no está nada bien porque mis familiares y mis amigos me cuentan sus penurias”, concluye este santafesino al que se le iluminan los ojos cuando habla de Unión: “Mi máxima alegría me la dio el equipo de Carlos Trullet, cuando ascendimos en el ’96. Y con mi amigo Rodolfo Flores recorrimos todo el país siguiendo al Tate”, concluye este hombre que con 47 años no reniega de su pasado, del barrio Sargento Cabral, de aquéllos amigos que no olvida, de las tardes de fútbol de la Liga Bancaria en Viales y en Judiciales y de Unión, una pasión que trajo a Milán mientras forma parte del staff de Giorgio Armani.