Se fue una gloria de Unión. Pero una gloria de verdad. El Negro Luis Sauco llegó con 24 años a Santa Fe y no se fue nunca más de la ciudad. Ascendió dos veces con Unión, en el 66 y en el 68. Fue entrenador, dirigió en inferiores, llevó al club a un montón de jugadores que luego llegaron a Primera y algunos de ellos con notable trascendencia, como el día que Violi le pidió que se fijara en algún jugador de Belgrano de Coronda –que ese día se enfrentaba por Liga a Unión- y cuando llegó de regreso a Santa Fe le dijo: “Alberto, hay que traer al 9 de ese equipo”. Y Violi le dijo: “Sauco, usted no es ningún tonto para ver el fútbol”. Y así llegó el Beto Acosta a Unión.
A esa camada de pibes, que otra gloria de Unión como Leopoldo Luque llevó después a Primera, Sauco los dirigió en aquél recordado Proyección 86. Acosta, Toresani, Catinot, Passet, Altamirano, Marcelo López formaban parte de un grupo de jugadores juveniles que llegaron “en bandada” a la primera de Unión por aquéllos tiempos y supieron ganarse un lugar.
Murió el Negro Luis Sauco y es un día de mucha tristeza para todos los tatengues. En noviembre, Unión lo condecoró ingresándolo al mural de las glorias. Fue una de sus últimas apariciones públicas. Su voz firme, la misma que irradiaba de la boca para afuera esa personalidad que lo llevó a convertirse en un gran caudillo, se escuchó aquél día por última vez. Fue la despedida que se merecía. Y el lugar que lo convierte en inmortal, donde permanecerá para siempre. Y si algún día preguntan por él, habrá que decir que fue un zaguero rudo, típico defensor uruguayo que llegó a Santa Fe para ser campeón y llevar a Unión a Primera.
El recordado Washington “Pulpa” Etchamendi, quien había dirigido entre otros clubes a Cerro, Defensor Sporting y Canillitas de Montevideo, había aconsejado la adquisición de futbolistas considerados “baratos”, con ansias de victorias y progreso en su campaña profesional.
Tenés que leerUnión le dio el lugar que Sauco merece: el de gloria tatengueAsí se incorporó el Negro Sauco, que tenía 24 años y jugaba en Nacional de Montevideo. “Mire Sauco que hay que salir campeón, no queda otra”, le dijo el Pulpa Etchamendi cuando decidió traerlo. Y así, Luis Sauco Borges se convirtió en uno de los refuerzos de aquél plantel que tuvo, entre otros, a Tremonti, Asencio, Luis Díaz, Ciaccia, Iglesias y los que estaban en el club, como Cocco, el Nene Gómez, Marito Zanabria, Juan Carlos Lapalma, Cabrol, Casal, Figueroa y el Fantasma Ruiz, entre otros.
Dos años después, el Negro fue clave para repetir la hazaña. Varios de los que habían ascendido en el 66, repitieron en el 68. Y se sumaron otros, como el Loco Mendoza o Pichón Vitale, para devolverle a Unión la categoría perdida, con Juan Abbas en la conducción técnica.
El Negro Sauco interpretó, viniendo de un grande de Uruguay y casi sin saber que existía Unión, lo que es el sentido de pertenencia. Primero se adueñó del puesto, luego se convirtió en el gran caudillo, ancló definitivamente en la ciudad, se quedó a vivir en ella y estuvo siempre a disposición de Unión. Fue tan santafesino y tatengue como cualquiera de los que arrancaron desde pibes en el club. Y halló aquí su lugar en el mundo, hasta el último de sus días.
Murió el Negro Sauco. Se extrañarán sus charlas bien futboleras, de lenguaje llano, bien de potrero, rociado de anécdotas jugosas y entretenidas. Y cuando pregunten por él, digan que fue un caudillo, un tipo que jugó con el corazón y que puso el alma en cada partido y que, además, el fútbol lo hizo llegar a Santa Fe para encontrar aquí su lugar en el mundo.