Jueves 16.9.2021
/Última actualización 21:46
Errático, perdido, confundido. Juan Manuel Azconzábal es un entrenador que en casi 40 partidos como técnico sólo ha logrado generar incertidumbre e inseguridad en sus jugadores, desazón en la gente y una insoportable mediocridad que lo ha llevado, entre otras cosas, a perder más de lo que ganó como local y a transitar por una medianía de la que ya ni siquiera se puede sacar, como con conclusión favorable, el rodaje que le pudo haber dado a algunos de los jugadores de las inferiores.
Azconzábal ha cambiado tanto en todo este tiempo, que ya no se sabe cómo y a qué juega su equipo. Arma ante Estudiantes una línea de cinco defensores (de la que se privó ante Vélez para, supuestamente, poblar la mitad de la cancha y plantear el partido allí), retornando al viejo esquema que le había dado resultados positivos ante Godoy Cruz y Argentinos Juniors, pero mete otro defensor en la mitad de la cancha. En total, ¡seis defensores más el arquero!, ¡siete jugadores para refugiarse atrás, cederle la iniciativa al rival y buscar tímidamente algún espacio para el contragolpe!
No conforme con ello, cuando el equipo pierde la pelota obliga a que Borgnino e Insaurralde retrocedan hasta la misma línea de Cañete y Portillo. Más Cordero parado en el círculo central. Es decir, un 5-4-1 con clara intención defensiva, sin jugadores que pudieran tener la pelota en el mediocampo, regalándole todo a un rival que se animó desde el principio a hacerse dueño del partido. Y lo consiguió.
GALERÍA BICA: Unión - Estudiantes
Otra vez Azconzábal leyó en forma equivocada el partido. Y metió cambios. Le dio la chance a Insaurralde, pero obligándolo a un retroceso que dejó claramente evidenciada la falta de predisposición, desde la planificación, para salir a buscar el partido. Ese Azconzábal que se somete al rival, que no es capaz de jugar a otra cosa, le transmite inseguridades, miedos e impotencia a sus jugadores. Sin referentes para el manejo del balón en el mediocampo, condenando a Cañete a una soledad absoluta, sin socios para juntarse y obligándolo también a arrancar desde muy atrás, en una tendencia que le hizo perder preponderancia al jugador más claro que ha tenido Unión pero que ya a esta altura no sabe si tiene que ser un “5” que marque o un volante creativo que pida la pelota y busque intérpretes para el juego.
Como si todo esto no fuera suficiente para el combo nefasto, se sabía de antemano que una de las virtudes del rival era el juego aéreo. ¡Los dos goles llegaron de cabeza! Y no hubo otro en el segundo tiempo sólo porque el cabezazo se fue apenas por encima del travesaño. Por eso apareció Gissi, por eso armó línea de cinco para evitar el desborde por afuera y por eso había que cuidarse de no cometer faltas en las inmediaciones del área.
Unión no atacó nunca, o casi nunca, porque jamás se vio un plan de juego. Era abrir la pelota hacia la derecha y que Vera logre sacar algún centro. No se vio otra cosa más. Y para colmo, Zielinski no descuidó ese aspecto y redobló la apuesta. Lo puso a Pellegrini por allí y lo convirtió en una de las figuras, porque no sólo se dedicó a correrlo a Vera para tapar su subida, sino que además le dio libertad para armar una sociedad con Pasquini y atacarlo a Unión por allí, sabiendo que una pelota recuperada con Vera lanzado en ataque, tenía como respaldo la lentitud de Gissi para cubrirle las espaldas. Y por ahí, Estudiantes complicó y mucho.
Mirá las fotos de Unión y Estudiantes
En este bagaje interminable de desaciertos del técnico, esperó inexplicablemente el final del primer tiempo para hacer los cambios que debieron ser antes, como alguna vez recapituló el Muñeco Gallardo sacando a un defensor y poniendo a Juanfer Quintero en el 15 de Abril para revertir una historia que había arrancado negativa. Azconzábal no. Prefirió seguir esperando una recuperación que era imposible de darse con semejante convención de defensores en el equipo y desde los 23 minutos (momento en el que Estudiantes convirtió el segundo gol) hasta el final, desperdició un tiempo precioso que podría haberlo ayudado a revertir la situación antes del final del primer tiempo. Hizo dos cambios en el entretiempo, pero a Márquez lo metió como un enganche, a veces lejos del área y obligado a armar juego. Típica decisión de un técnico muy cambiante, ciclotímico y errado en concepto e ideas.
Esos pasitos hacia adelante que tanto costaron conseguir, de pronto se convirtieron en saltos hacia un peligroso vacío. Justamente eso. Un vacío de ideas y de fútbol en el que está sumergido este equipo, condenado a la confusión, a la inseguridad y a la incertidumbre por culpa de la terquedad y el empecinamiento en cambios constantes y sin resultados de un entrenador que muchas veces resulta indescifrable para todos. Para el hincha, para nosotros y, por lo visto, también para sus jugadores.