Enrique Cruz (h)
Enrique Cruz (h)
La ilusión y los deseos chocan muchas veces con la realidad. Es muy valorable lo que está haciendo Unión, y esta derrota con Godoy Cruz debe tomarse en su justa medida: la de un tropezón que no es caída. Duele porque fue de local y porque le habría permitido darse un gustito enorme: el de ser puntero por algunas horas. Pero, ¿es obligación ser campeón?, ¿es una exigencia? Difícil que en el fútbol argentino, sacando a los más grandes (Boca y River, claro), haya otro equipo obligado siempre a ser campeón. Ni siquiera los otros grandes (Racing, San Lorenzo, Independiente) que, por capacidad, bolsillo y convocatoria, tienen más exigencias que otros.
La campaña de Unión es muy buena. El pedido de los jugadores, que el propio Madelón hizo público, fue el de “pelear arriba”. Esto no lo pone en el rol de candidato y mucho menos en un torneo largo, porque sin dudas que los torneos cortos le otorgaban más chances a los equipos chicos de pelearlo; en cambio, los torneos largos les ofrecen, a los grandes, más chances de recuperarse si en algún momento tambalean.
No fue un paso atrás, no fue un retroceso, sólo una leve decepción que se tiene que apaciguar ganando el viernes para seguir prendido en los primeros puestos y ratificar una idea de juego, algo que, de por sí, ya es revitalizante para un club como Unión. Se logró mucho en este último tiempo. Y lo hizo este plantel con el mismo entrenador, pasando de dejar de pensar tanto en la tabla de promedios para imaginarse un 2019 de bautismo internacional y, por qué no, de pelear por repetir o mejorar la campaña que lo llevó a jugar la Sudamericana.
Claro que el camino tiene piedras y si se tropieza con alguna, es bueno encontrar el remedio para curar la herida. Habrá cambios obligados para el próximo partido, pero lo que Unión no tiene que modificar es la actitud, la manera de encarar los partidos y esa identidad de juego que, más allá de los nombres propios, lo llevó a identificarse como equipo.