Carlos Trullet salió a “bancar” a Darío Cabrol y contó algunas intimidades de aquél histórico logro de hace 24 años, cuando Unión consiguió, con el equipo que él dirigía, uno de los ascensos más recordados de los 113 años de vida de la institución.
El entrenador del equipo que produjo aquella “revolución social”, habló en Café con Fútbol, el programa de Cable y Diario. “Fue un reencuentro con el club, porque no había podido concretar mi sueño de abandonar el fútbol como jugador de Unión y eso es algo que no había podido superar”.
Carlos Trullet salió a “bancar” a Darío Cabrol y contó algunas intimidades de aquél histórico logro de hace 24 años, cuando Unión consiguió, con el equipo que él dirigía, uno de los ascensos más recordados de los 113 años de vida de la institución.
“Cuando llegamos, Unión era un club usurpado, no había gente, sólo estaban algunos forajidos que se habían adueñado de la institución. Era una anarquía absoluta hasta que llegó Tenerello como síndico y se formó la comisión de los notables que nos permitió arrancar”, comenzó diciendo el técnico de aquél equipo.
—¿Qué recuerdos tenés de ese día?
—Mirá, lo primero que quiero decir es que el gran protagonista fue la gente. Nos bancó tres partidos consecutivos derrotados en el inicio y hasta nos despidió en Central Córdoba con pañuelos blancos. Fue memorable el final de aquél torneo, porque recuerdo que concentrábamos en Paraná y tardábamos una hora y media desde la Fuente de la Cordialidad hasta el estadio, cuando veníamos a jugar los partidos.
—¿Se sentía la identificación del equipo con la gente?
—Era total. El sentido de pertenencia era muy grande y logramos algo increíble, como ascender con 5 jugadores de 19 años en cancha y que jugaba tan buen fútbol. La gente valoraba mucho eso.
—Recién hablabas del inicio y la transformación fue muy grande, sobre todo porque algunos jugadores que llegaron como refuerzos no funcionaron....
—Si bien los muchachos que trajimos no rindieron desde lo futbolístico, como Marchi, Amodeo y D’Ascanio, dejaron una enseñanza notable como profesionales. No eran líderes adentro de la cancha, pero sí lo eran desde la anécdota y el consejo. Eso cayó muy bien en los juveniles. Y luego vino el reemplazo en diciembre y allí trajimos a Alejandro Castro y a José Luis Marzo como goleador, eso fue un acierto, ganamos en solidez defensiva y en capacidad goleadora.
—¿Se alcanzó el pico en el octogonal?
—Fue el clímax... En Santa Fe éramos insuperables y a los 20 minutos teníamos definidos los partidos.
—¿Fue tu momento más feliz en tu larga carrera como jugador y entrenador?
—Sí, inolvidable e irrepetible. En ese momento yo no sacaba a luz que, para mí, significaba el reencuentro con el club. Yo no pude superar nunca mi salida de Unión cuando era jugador. Anduve muy bien en Emelec pero decidí dejar el fútbol porque no podía sacarme de la cabeza que los conflictos de aquél momento me impidieron terminar mi carrera de jugador en Unión, que era lo que soñaba. Después de haber sido el ayudante de Zuccarelli en el ascenso del ‘89, me buscaron, en el 90-91, como cabeza de grupo y apunté a juveniles como Sciacqua, Cabrol, Cometto, Lígori y Magnín, entre otros... Yo veía, en ese equipo del ‘96, al de mi reencuentro con el club. Porque en aquél otro momento que me habían llamado para dirigir, no la pasé bien.
—¿Por qué?
—Porque fui “eyectado” cuando, estando de vacaciones, amenazaron a los dirigentes para que me despidieran diciendo que yo era “raza”, o sea hincha de Colón. Eso fue una hipocresia y una falsedad total... Yo había dicho tiempo antes en una revista que quería dirigir a todos los clubes en los que había jugado. Lo entendieron como que me estaba ofreciendo para hacerlo en Colón, donde jugué cuando llegué a Santa Fe a principios de los ‘70. Repartieron volantes con esa publicación y me combatieron. Pero eso cambió con el ascenso. Cuando terminó el partido en Córdoba, no grité, no festejé, disfruté con tranquilidad, mirando a la gente y apenas sonriendo. Eso fue por las luchas que yo había tenido.
—Muchos ex jugadores se quejan porque no fueron llamados por el club...
—Yo digo que no hay que preocuparse por no tener la posibilidad de volver. A Marzo, por ejemplo, le perdurará hasta el último día de su vida que es un ídolo de la gente de Unión. Lo que hicieron estos chicos se llama gloria y eso no la tienen los dirigentes de turno o muchos jugadores que pasan. El que entra en el corazón de la gente, es feliz por el resto de su vida.
—¿Y lo que le pasó a Cabrol?
—Mirá, el hincha es lo más importante que tiene el fútbol, pero a veces es injusto. Vamos al caso de Cabrol. El merecería tener una reconsideración y un perdón de la gente por ese hecho de haber ido a jugar a Colón, máxime habiendo querido jugar en Unión y que el club no lo aceptó. El jugador necesita trabajar, no se puede quedar parado y fue considerado un traidor o es mala palabra porque jugó medio año en el rival. Fue un jugador notable, fundamental en ese equipo del ascenso y también en Primera, exquisito. ¡Y eso que estaban divididos, los hinchas, porque a algunos les gustan los que se tiran al piso e insultan al que tira un caño!... Pero Darío fue muy importante para Unión. Creo que la gente debiera reconsiderar la situación con él y entender el contexto en el que se produjo.
Zapata y Funes en Santa Fe
Desde este lunes se encuentran en nuestra ciudad Ariel Zapata y el profesor Jorge Funes, ayudante de campo y preparador físico de Juan Manuel Azconzábal, que tiene previsto arribar a Santa Fe en algunos días.
Por otra parte, se sigue negociando con Sebastián Moyano y Jonathan Bottinelli. En ninguno de los dos casos se produjeron grandes avances.