"Antes de la pandemia andábamos en alrededor de 17.500 socios y estimamos que hemos 'perdido' alrededor de 5.000, o sea que ahora estamos en unos 12.500 que pagan la cuota. Nosotros teníamos bastante aceitado el tema del cobro por débito, eso fue lo favorable; el perjuicio, obviamente, fue no sólo el problema que significó el virus para la economía personal de la gente y, por ende, descartar algunos gastos, sino también el hecho de que no hubo fútbol durante 8 meses y que ahora la gente no puede ir a la cancha y vaya a saber uno hasta cuándo será", es la primera evaluación que se hace internamente en Unión, cuando se habla de lo que le quitó la pandemia. No sólo fue la merma en la cantidad de socios -algo que ocurrió en todos los clubes- sino en la venta de palcos y plateas y también en las dos potenciales recaudaciones de los partidos con Emelec y Bahía, de la Copa Sudamericana, que se disputaron sin gente.
En contrapartida, Unión cerró un balance, al 30 de junio del año pasado (plena cuarentena), con un superávit histórico de casi 200 millones de pesos. ¿Qué impactó tan fuerte?, las ventas de los jugadores desde mediados de 2019. Y eso que al cierre del balance había 2,9 millones de dólares por cobrar solamente de las ventas que se realizaron a Rosario Central (Zabala, Damián Martínez y Brítez) y a San Lorenzo (los hermanos Pittón).
La economía de Unión, desde antes de la pandemia y mucho más después de ella, tiene un común denominador: la planilla de sueldos se solventa con el dinero de la TV. Los dirigentes repiten, desde hace tiempo, esa suerte de ley no escrita que indica que el monto de la planilla de sueldos del plantel tiene que ser igual a lo que se genera por los derechos televisivos. Y como desde la TV se siguió cobrando, Unión se dio algunos pequeños lujos, como por ejemplo haberle pagado en tiempo y la totalidad del sueldo a los jugadores. No se escucharon voces de disconformismo. Y cuando llegó el momento del armado del nuevo plantel, se intentó caminar con pie firme y que los jugadores de inferiores no se conviertan en un relleno sino en un objetivo en sí mismo: el de abrir el espacio de oportunidades para ellos.
Más allá de la discusión respecto de si se vendieron bien o mal los jugadores o el hecho de renegar con deudores incumplidores (cuando se hizo la última conferencia de prensa se informó que entre Central y San Lorenzo todavía le debían 160 millones de pesos a Unión y esto fue antes del préstamo de Troyansky, del que se cobró 100 mil dólares y se debe otro tanto), la realidad es que Unión tuvo ingresos extraordinarios que ayudaron a pasar la pandemia, a generar un superávit histórico en su Balance y a invertir más de 80 millones de pesos, hasta ahora, en la terminación de la bandeja sur y la remodelación de la fachada.
Para muchos, se desperdició la posibilidad de generar ingresos suficientes para que se pueda comprar el predio; para otros, resulta difícil de comprender que no se haya achicado la deuda con el presidente (estacionada desde hace años en 5 millones de dólares, según lo que el propio Spahn ha manifestado). Son puntos de vista y de discusión interna. Objetivamente, se advierte una economía que pareció no caminar haciendo equilibrio y con la firme posibilidad de desmoronarse en estos tiempos difíciles y de ingresos restringidos.
Hay un detalle que refleja claramente que este imponderable de la pandemia, gravísimo por lo que significó para la salud de la población mundial pero también perjudicial para la persistencia de las instituciones deportivas, no puso entre la espada y la pared a la tesorería de Unión. Si esto hubiese ocurrido, seguramente Unión habría accedido a aceptar el convite de la Conmebol a recibir por adelantado el importe que le correspondió por jugar tres fases de la Copa Sudamericana. Con Mineiro, antes de la pandemia, Unión recibió 300 mil dólares; posteriormente, sumó 375.000 y 500.000 por los partidos ante Emelec y Bahía. Aún sin la chance de las recaudaciones de local -algo que Spahn indicó como un ingreso muy importante que no se tuvo- fue un dinero que ayudó muchísimo, que Unión tenía la posibilidad de cobrar por adelantado en medio de la cuarentena estricta y que no hizo uso de ese derecho, aguardando que se le otorgue en el momento en que debía ser.
"Para que recuperemos a los socios que se nos fueron, vamos a tener que esperar que la gente pueda volver a los estadios", dicen en Unión. Las urgencias económicas personales y familiares conspiraron contra lo que debe ser un amplio sentido de pertenencia a la institución. Ser socio -por ende, dueño del club- otorga derechos pero también representa obligaciones. Y hay muchos que sinceramente no pudieron sostenerlo y otros, los vulgarmente llamados "golondrinas" que existen en todos los clubes, que decidieron no seguir pagando al no tener la contrapartida de poder asistir al estadio.
Las clasificaciones a la Copa y la jerarquización del plantel profesional que se logró de la mano de Madelón, permitieron armar inconscientemente -porque no se pensaba en lo que luego iba a ocurrir- el colchón suficiente para soportar la fuerte estocada de la pandemia a las economías de los clubes. En ese aspecto, podría decirse que Unión salió airoso.