(Enviado Especial a Buenos Aires)
El primer tiempo de Unión fue muy bueno y lo ganaba con claridad; en el segundo el equipo desapareció, le pesó muchísimo el partido y terminó desesperado y pidiendo la hora.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
La cabeza se usa para jugar y también para convertir goles. Y así lo entendió Unión en un arranque estupendo del equipo. Sufrió un mano a mano que le tapó Mele a Junior Arias, pero luego entendió el juego: cancha chica, dos o tres toques para llegar rápido al arco de enfrente y un juego aéreo estupendo. Dos córner le dieron la posibilidad a Álvez y a Brítez de poner el 2-0 cuando recién se jugaba un cuarto de hora. El 4-1-4-1 de Berti se desmoronó rápido. Valenzuela y Rincón ya tuvieron que ir más arriba, despoblando un poco más la mitad de la cancha, donde Bucca se paró bien al lado de Roldán y desaparecieron los fantasmas de ese mal de ausencias provocado por el covid y la expulsión de Portillo en el clásico, porque Unión tuvo recuperación y poder de lucha en el medio.
Profundo, incisivo y peligroso –sobre todo en el juego aéreo- Unión manejó el partido desde la tranquilidad del resultado y de verse superior al rival. Se respaldó en 30 o 35 minutos realmente buenos, dejando un resquicio en el final del primer tiempo para que Barracas comience a llenar de centros el área de Mele. Pero hubo un momento en el que el 2-0 hasta le quedaba chico a Unión, sobre todo porque ganaba mucho de arriba en el área de Saracho, desafiando inclusive la buena altura de Ferreyra.
Si en algo fue decayendo el equipo, más allá de cierto repliegue posicional y de un equiibrio en el manejo de la pelota que pudo lograr Barracas cuando pasó esa primera media hora muy buena de Unión, fue en la vocación ofensiva que se le vio, inclusive ganando por dos goles. Seguro, valiente, confiado, con determinación y mucho empuje, Unión tuvo desequilibrio por izquierda con los desbordes de Zenón, apariciones peligrosas por derecha con Peralta Bauer, la peligrosidad permanente de Álvez (que fue de mayor a menor), algunos chispazos de Luna Diale y el equilibrio en el medio que le dieron Bucca y Roldán, quienes hicieron un buen trabajo durante gran parte de ese primer tiempo muy bueno de Unión, conjugando peligrosidad y ambición. Quizás si la dosis de eficacia hubiese sido mayor, el final de esa parte inicial le habría deparado una diferencia aún superior, porque Unión tuvo varias situaciones. Y muy claras.
Algo lógico se planteó en el reinicio. Barracas se adelantó y Unión se paró para la contra, la que casi se concreta en un arranque que iniciaron Luna Diale y Peralta Bauer pero que no pudo definir Zenón, cuando ya no estaba en la cancha Álvez, que se fue contracturado y lo reemplazó Gallegos.
Munúa vio por dónde estaba el negocio y por eso refrescó las puntas con Esquivel y Machuca, sacando a Zenón y Peralta Bauer, que habían tenido un gran desgaste en el primer tiempo y en el caso de éste último, además estaba amonestado.
Unión había tenido el 3 a 0 pero no lo cristalizó, en cambio Barracas tuvo su primer pasaje de dominio y allí lo aprovechó. El VAR avisó a Merlos de una mano de Brítez. Penal que resolvió Valenzuela picando la pelota y marcando el 2-1 que generaba dudas y cambiaba el gobierno del partido, agrandando ahora al equipo que era dominado y desbordado. Para ello, contribuyeron los cambios que hizo Berti, con los ingresos de Bandiera, Mouche y Tapia.
Unión se metió atrás y empezó a sufrir. La pelota empezó a quemar y el temor a que le empaten el partido empezó a obnubilar a casi todos, salvo Roldán. Vera empezó a tener muchos problemas para marcar, sin nada de ayuda por parte de Machuca (cometiendo faltas inútiles) y con salvadas providenciales, como el remate en el palo izquierdo con Mele vencido.
Tan desconcertante fue lo de Machuca que Munúa lo sacó (jugó menos de media hora), puso a Gerometta y reforzó la defensa con Agûero. El exagerado tiempo de descuento, prolongó la agonía de un Unión que tuvo un segundo tiempo desconcertante, contrastando con lo muy bueno del primero.