(Enviado Especial a Rosario)
Lo ganaba bien en el primero y en el segundo tiempo tuvo la posibilidad de liquidarlo por la vía del contragolpe, pero no supo hacerlo. En otras ocasiones o con otro trámite del partido, el punto seria valioso. Esta vez no lo es.
(Enviado Especial a Rosario)
Esa “sorpresita” que Munúa tenía preparada, le dio un gran resultado inicial. Metió a Luna Diale por Vecino, sacó la referencia de área habitual, que forma parte prioritaria de su libreto y trató de llegar al arco rival tocando por abajo, sin abusar del pelotazo largo. Luna Diale no podía ni debía recibir de espaldas, porque allí sí estaba condenado a perder con la dupla Mallo-Quintana, pero en la pelota del gol que le dio la ventaja parcial a Unión, recibió el pase corto de Vera (gran protagonista de la jugada, porque había perdido la pelota, luchó, la recuperó y se la dio a su compañero) y le pegó en forma cruzada para dejar sin chances a Broun.
Ninguno de los dos lastimaba arriba. Unión no tenía problemas en el fondo, era sólido en defensa y con buena contención en el medio, sobre todo por el buen trabajo de Yeison Gordillo, que se cansó de recuperar pelotas en el primer tiempo. Pero arriba, todo se diluía al llegar a las inmediaciones del área, salvo cuando la pelota pasaba por Machuca, que con sus arranques y permanentes amagues lograba dejar jugadores rivales en el camino, aunque sin darle un buen final a sus desbordes.
Era todo así, muy disputado en el medio, con pocos espacios y mucha presión. Central también apretaba sobre los que generaban fútbol en Unión, caso Cañete y Luna Diale; no podía Alan Rodríguez con Machuca, pero, como se explicó, los desbordes o las maniobras personales de Machuca no terminaban en una jugada de peligro.
Sobre el final de la etapa, una linda pelota `puesta en “cucharita” por Cañete dejó solo a Juárez, mano a mano con Broun. La adelantó demasiado “Pajarito”, dio dos o tres pasos hacia adelante “Fatura” y le tapó el remate. Pudo ser el 2 a 0, que habría sido exagerado. El 1 a 0, por una cuestión de contundencia, oportunismo y practicidad, estaba bien.
Todo lo que pasó en el segundo tiempo, fue “de manual”. Se veía venir la recuperación con una cierta dosis de riesgo de Central. Russo metió a Dupuy y Bianchi para que vayan sobre los centrales de Unión, pero los aguantaron bien. Las complicaciones defensivas se iban a producir por una situación de lógica, totalmente normal. Empujado por 40.000 almas que colmaron totalmente el Gigante, Central iba a empujar. Pero aparecieron los espacios y Unión no los supo aprovechar para liquidar el partido de contragolpe.
Munúa nunca resignó a ganar el partido. Los jugadores que ingresaron fueron casi todos de ataque. Salvo Gerometta, que entró por Vera, luego tiró a la cancha a Marabel, a Zenón, a Castrillón (que no es ni la sombra del que fue cuando apenas llegó a Santa Fe) y en último término a Vecino. Hubo situaciones claras, de mano a mano (Machuca y Zenón, por ejemplo), que Unión no supo capitalizar. Era para ganarlo, faltó precisión en el contragolpe. Nada más que eso. La decisión estaba, las posibilidades se dieron, pero falló en la construcción de la jugada. Y muchas veces en la terminación.
La sensación que dejó el partido fue de sabor a poco para Unión. Es verdad que logró un empate en una cancha en la que Central se había convertido en un equipo duro, logrando tres triunfos en otras tantas presentaciones. Pero el partido se presentó para ganarlo. Y Unión no supo cómo hacerlo.
Ya le ha pasado en otras ocasiones. El partido con Barracas Central es un claro ejemplo. En esa ocasión, las situaciones de gol fueron aún más claras. Pero esta vez se repitió la historia. Hay que entender que en un fútbol tan parejo, tan competitivo y en el que nadie otorga ventajas, “perdonarle la vida” al rival termina siendo un signo de debilidad.
A Unión le viene pasando y no hay muchas justificaciones, salvo la falta de oportunismo y de contundencia que a este equipo lo condenan a conformarse con “puntitos” que en vez de sumar, parece que terminan restando.