(Enviado Especial a Junín)
Arrancó perdiendo con un error defensivo, lo empató con un cabezazo de Bruno Pittón y en el segundo tiempo ni siquiera supo mantener un empate para ir a la definición por penales. De lo peor que hizo Unión en el año.
(Enviado Especial a Junín)
Le dio mucho trabajo el partido a Unión. No sólo porque tuvo que remontar el 1 a 0 a favor de los mendocinos, sino porque debió luchar no sólo con el entusiasmo de su rival, sino también con sus propias limitaciones.
¿Cuáles fueron esas limitaciones?, la falta de generación de espacios, la imprecisión en los pases y muchos pelotazos que partieron desde el sector defensivo y que generalmente terminaron en la cabeza de los defensores rivales.
¿Qué hizo Gimnasia?, jugar con orden, corriendo mucho y metiendo en todos los sectores del campo de juego. Trató de tapar la subida de los laterales y aprovechó una jugada en la que la defensa de Unión se desordenó por completo y Silba picó en soledad para definir con un toque certero por encima de la humanidad del uruguayo Cardozo.
Era un premio excesivo para los mendocinos, pero tampoco Unión hacía demasiado para marcar diferencias. Luna Diale empezó a gravitar a partir de los 20 minutos, Balboa se debatía con poco éxito entre los grandotes Meritello y Sbuttoni, mientras que Gamba picaba en todas pero siempre se encontraba en inferioridad numérica o con la marca muy encima, sin poder desequilibrar.
Unión empezó a mandar en la parte final del primer tiempo, sin que esto se convierta en un dominio absoluto y generando poco peligro ante el arco de Petruchi. Hasta que un buen movimiento por el costado izquierdo permitió que Luna Diale metiera un centro al área grande y Bruno Pittón, que había participado previamente de la jugada, alcanzó a peinar la pelota, que ingresó por el segundo palo y se convirtió en un justo empate.
El Kily –desafiando los efectos de un estado gripal y el fastidio por las cosas que no le gustaban de su equipo- pedía tranquilidad y se enojaba cuando el equipo no podía progresar en la cancha porque quedaba en evidencia la falta de claridad y esas imprecisiones que tornaban deslucido el trabajo del equipo.
Buscó más fútbol el Kily con la entrada de Roldán por Mauro Pittón. Y como no cambiaba esa mediocridad y las dificultades para lastimar a un rival que no se desordenaba, rompió el esquema de cinco en el fondo cuando sacó a Pardo (muy impreciso en cada pelotazo) y puso a Orsini de “9”, tirando a Balboa por el costado derecho y recostando a Gamba por izquierda.
Unión era más protagonista pero no lo suficiente como para crear peligro cierto para Petruchi. Y Gimnasia dependía mucho de lo que pudiera hacer Salega, que en el primer tiempo se movió por derecha y en el complemento cambió la posición con Nazareno Solís y se ubicó por izquierda, siempre con el objetivo de tapar la subida de Vera.
Esa mayor ambición de Unión no estaba exenta de impotencia. Y por eso, la iniciativa se tornaba estéril. No había sorpresa, no había ideas y la sensación era que nadie se salía del molde para cambiarle la cara a un partido decididamente malo. Para agravar el cuadro de situación, la más clara de gol la tuvo Gimnasia en un contragolpe que encontró otra vez mal parada a la defensa y el remate de Castro, que había ingresado en el segundo tiempo, se fue besando el palo derecho.
Hasta que en el final, aprovechando esas limitaciones extremas, la impotencia y los errores de Unión, llegó el segundo de Gimnasia. La jugada se gestó por derecha, vino un centro bajo que cruzó el área chica, no reaccionó Cardozo que acompañó, prácticamente, el trayecto de la pelota y apareció Nazareno Solís en el segundo palo para empujarla y convertir el segundo gol, que fue un golpe letal, aunque anunciado, que obró de castigo para todo lo malo que hizo Unión durante los 90 minutos.
También al Kily le caben las generales de la ley. No movió el banco, no refrescó al equipo, arriesgó cuando lo sacó a Pardo para poner un delantero más, pero fijó a Gamba por izquierda y lo tiró a Balboa por derecha. El equipo se convirtió en más previsible e impotente que antes. No se le cayó una sola idea. Ni a los jugadores adentro de la cancha ni tampoco al técnico. Quizás un Domina, un Verde o antes un Morales y no en el final del partido y sin tiempo ni para tocar una sola pelota, le podrían haber dado esa frescura que lo hiciera salir de ese estado de abatimiento.
Unión terminó regalando su participación en esta Copa Argentina. Y lo hizo de la peor manera, con una imagen de equipo desgastado, sin ideas y con una impotencia extrema que despertó silbidos e insultos de la gente que se llegó a Junín para encontrarse con un equipo insulso, confuso y enfermo de imptencia.
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