Por Darío Pignata
A pesar del empuje de su gente durante los 90 minutos, el equipo de Munúa no pudo romper el cero contra un flojito Fluminense en el 15 de Abril. Ahora, no le queda otra que ganarle al Junior en el Metropolitano de Barranquilla.
Por Darío Pignata
La verdad, durante casi todo el partido, costó entender la postura de los dos equipos en esta penúltima fecha de la fase de grupos en la Copa Sudamericana. Como si el grupo tuviera otra tabla, con otros puntajes y, en el caso puntual de Fluminense, con otra diferencia de gol. Porque si el plan de los brasileños es apostar por un empate en Colombia entre Unión y el Junior dentro de una semana, alguien deberá avisarle que le tiene que hacer seis goles a los bolivianos de Oriente Petrolero en el Tahuichi Aguilera de Santa Cruz de la Sierra. Es cierto que son los peores del grupo, pero de ahí a suponer que le pueda llenar la canasta ante los ojos de sus propios hinchas es como que suena a demasiado. Si al "Flu" le sale ese cálculo y clasifica, puede ganar la Champions League directamente y abandonar la Sudamericana.
El planteo de Unión fue impotente, pero la estrategia de los brasileños inentendible. En tiempos de "pobreza franciscana", a los primeros 45 minutos en el 15 de Abril se les fue la mano. Ni el peor momento del INDEC le hubiera podido acomodar los números: un solitario revolcón de Fabio cuando entraba Álvez por el medio (asistencia clara de Peralta Bauer) y una aislada intuición de Mele en el otro arco, cuando el argentino Germán Cano le prendió mecha al buscapié envenenado. Después, la nada misma. Los nervios de Unión con su cancha llena y el toqueteo brasileño más insoportable como si fuera un "copiar y pegar" de los peores colombianos de la historia. Por momentos, pareció un entrenamiento.
No hay que ser especialista en nada para asegurar que muchos de los sueños de fútbol en Unión se fueron rompiendo con el mismo ligamento de "Picotón", aún sabiendo que el 4 de mayo ya tenia el zurdo su ticket para volar a Estados Unidos. Esa baja pareció una mano de nocaut que se pagó con un costo altísimo.
Si bien en el fútbol puede pasar cualquier cosa siempre, hoy la realidad del equipo de Gustavo Munúa es simple: cinco derrotas en fila por la Copa de la Liga y dos solitarias victorias contra el peor del grupo (los bolivianos) al que le ganaron todos. Porque está claro que este grupo "H" se sorteó en la Conmebol con cuatro equipos y lo terminaron jugando tres: Unión, Junior y Fluminense. El hincha, que no está para razonar nada porque sólo siente lo que expresa el corazón por esos colores, dirá sin vueltas: "Así y todo, si ganamos en Barranquilla, clasificamos a los octavos de la Sudamericana".
Más allá del empuje ensordecedor de la multitud rojiblanca, que copó el 15 de Abril y todavía está empujando esa última bola de Mauro Luna Diale para que entre en el arco de Fabio, sorprendió que no hubiera plan "B". Porque, en parte, pasó lo que podía pasar: que los nervios y la presión por ganar le jugaran una mala pasada a los futbolistas de Unión. No es casualidad que entre Polenta y Brítez haya que buscar lo mejor del equipo. Sin dudas, los más chicos sintieron el peso.
A ese equipo sin GPS se le sumó el extravío del entrenador. Alguna vez dijo el holandés Johan Cruyff: "Los entrenadores somos 90 por ciento en la semana y sólo un 10 por ciento el día del juego". La desesperación del uruguayo Munúa, a los gritos desde el banco para arengar, fue otra señal clara de impotencia en el repleto estadio tatengue. Jugadores que habían "fundido bielas" mucho antes se quedaron sin movilidad y permanecieron varios minutos de más en el césped del 15 de Abril porque los cambios (que al final no cambiaron nada) llegaron todos demorados.
¿A qué puede apelar Unión o aferrarse para clasificar, más allá que podrá recuperar desde el vamos a Corvalán y a Vera para ir a la calurosa Barranquilla? Sin dudas, a mejorar. Acordarse de algo, aunque sea, de esas batallas en los clásicos o con River en el inicio. Porque ante el Fluminense, además de fútbol, le faltó un poco más de decisión para ir a golpear las puertas del arco de Fabio. O sea, tratar de atropellar de manera más contundente siendo local y con miles de almas alentando sin parar.
En una zona sorteada con cuatro equipos, pero que finalmente la jugaron tres (Unión, Junior y Fluminense) porque a los bolivianos le ganaron todos, el sueño de Unión quedó amurallado, como si la semana que viene jugara en Cartagena de Indias y no en Barranquilla. De tres resultados, sólo le sirve uno: ganar. Se metió solito en un callejón casi sin salida. A diferencia del partido bravo y caliente que jugó en el Maracaná, esta vez contra los brasileños tricolores, Unión no fue ni "Flu"...ni fa.