Martes 18.10.2022
/Última actualización 3:08
De los creadores de “Unión, el especialista en errar goles y perdonar vidas” llegó el capítulo más alevoso, obsceno y contundente en el Jardín de la República. ¿Cómo explicar que un equipo que debió ganar y golear sin discusión se debe conformar con un empate pidiendo la hora?. No tiene explicación. No se justifica.
Lo peor de todo, si bien no cambia en nada el concepto final de cómo se le cayó a pedazos el equipo a Munúa en la tabla, es que ni siquiera pudo coronar con un premio moral el mejor partido de la temporada. Porque eso fue lo que pasó: por la jerarquía del rival, el Tate mostró en Tucumán lo mejor del año.
La multitud y la llovizna sin parar le ponían una escenografía increíble: era Unión, con ese puñado de futbolistas golpeados por la falta de gol y resultados, contra todo el marco en 25 de Mayo y Chile, en el corazón del sentimiento “Decano”.
En las inmediaciones, dos frases de marketing bien ganadas. Por un lado, “El más grande del Norte”, slogan de la pasión celeste y blanca. Por el otro el “San Pusineri” como nuevo patrono del pueblo futbolero que se identifica con estos colores.
Soy de los que, ya hace más de 30 años, piensa que la suerte no puede ser determinante de nada cuando se analizan los extremos: quién sale campeón y quién se va al descenso.
Pero esos primeros 45 minutos dejaron la auténtica idea, sin saber cómo terminaría la historia del lunes a la noche en el Jardín de la República, de la famosa “Suerte del Campeón”. Sólo así se explica el 0-0 cuando Unión debió ganar la etapa por uno o dos goles tranquilamente.
Si la idea de Munúa era “equipo liviano”, con la confirmación de Machuca (el mejor de Unión de los últimos partidos) y “Pajarito” Juárez, la llovizna lo potenció. Se recuperaba al mejor desde la base (¿hace falta decir que es Nardoni?) y fue muy interesante lo de Cañete, incomodando al “Bebe” Acosta en la salida.
Dos tapadas extraordinarias del boliviano Lampe y el travesaño temblando ante el misil de Nardoni hubieran significado (al menos) gol para cualquier equipo “normal”. Pero, en este final de temporada, Unión no lo fue. Y se fue, increíblemente, con las manos vacías. Del otro lado y en el otro arco, Mele casi espectador.
Además de las tres claras, el Tate sumó una de Cañete (centro de Esquivel a los 18) que no alcanzó a desviar y otra de Juárez a las manos de Lampe. El gol anulado a Coronel no maquilló nada: Unión fue mucho más, fue el mejor de los, jugó con criterio, mostró personalidad, debió ganar esa etapa inicial y se debió conformar con tablas. Una injusticia.
Ni bien arrancó el complemento, la justicia del fútbol (lenta como la otra) llegó en forma de dos cabezazos. Se sacó la “Mugre” de la malaria: pegada magistral de Cañete (una de las figuras), cabezazo de Agüero y Corvalán al gol. Iban 12, faltaba un montón para meterse atrás. Decidió Unión cuidar ese 1-0 jugando un fútbol de alto vuelo. Hasta que llegó Navidad en octubre y el rojiblanco fue Papá Noel en serio:
- Primer regalo: a los 24 minutos, Lampe con los pies se lo saca a Nardoni en la misma línea
- Segundo regalo: a los 27 minutos, Lampe achica ante un control largo de Marabel, otra vez mano a mano.
- Tercer regalo: a los 29 minutos, contra de 3-1, bochazo de Cañete y Zenón la “pica” para tirarla afuera.
- Cuarto regalo (ya 1-1): Luna Diale en una contra de cuatro contra uno, a las nubes.
Estaba casi cantado, regalando tanto, que lo iba a pagar caro. Y lo clavaron a Mele de lejos, con un golazo.
El equipo que debió GOLEAR terminó pidiendo la hora para no terminar como en Avellaneda. Unión, el especialista en perdonar vidas de otros, se quedó sin vida propia.