Perdió en Santiago del Estero dejando una mala imagen
Unión fue un equipo fantasma
Necesitaba la victoria como el agua para vivir, pero la realidad fue que jugó el peor partido en la era Munúa. Nada para rescatar y mucho para lamentar. Ahora, la clasificación a la Sudamericana estará complicada y sólo le queda el clásico.
Necesitaba la victoria Unión y poco y nada hizo en el partido para justificar, con el juego, tamaña responsabilidad. Jugó mal Unión. Martínez arrancó complicando mucho por el sector derecho de la defensa. Ni Blasi primero (salió prematuramente de la cancha con una fuerte molestia en el aductor de la pierna derecha) ni Vera después lograron cerrar un sector que tuvo problemas, pero que no fue el único con inconvenientes en una defensa que dio ventajas por la falta de solidez.
El gol de Central Córdoba fue un claro ejemplo. Y si parte de responsabilidad se le puede achacar a Moyano, quedó subsanada luego cuando en el cierre del primer tiempo, el arquero tatengue tapó de manera magistral un mano a mano con Jiménez, que ingresó solo para recibir la habilitación de un compañero que desbordó, una vez más, por el sector derecho.
No se entiende el por qué de la permanencia durante tantos minutos de ese primer tiempo, de Gastón González y Machuca con el perfil cambiado. Sin desborde por afuera, porque ambos enganchaban hacia adentro, el equipo terminó encajonado. Y eso favoreció el trabajo defensivo de Central Córdoba, que dio la impresión de ser un equipo atacable, pero al que Unión no lo inquietó casi nunca en ese primer tiempo de trámite discreto y rendimiento anodino de Unión.
Tampoco encontró respuestas en Roldán y Nardoni. Cuando el equipo perdía la pelota, la propuesta era esperar detrás de mitad de cancha, con Portillo parado delante de la línea de cuatro y con Nardoni y Roldán más adelantados, en la misma línea de Machuca y Gastón González. Pero a Roldán y Nardoni les faltaron empuje y claridad para el manejo de la pelota. Conclusión: la única jugada de peligro que generó Unión, fue un centro de Machuca que García cabeceó apenas por encima del travesaño. Casi nada.
No cambió nunca el panorama. El segundo tiempo acentuó defectos, prolongó impotencia y acrecentó todo lo que a Unión le faltó durante los noventa minutos. La falta de ideas, de claridad fue tan notoria, que este Unión al que muchas veces le rescatamos la vocación para ir en búsqueda del arco rival, con una idea ofensiva que a veces salía y otras no, terminó resumido en un partido en el que apenas llegó una sola vez al arco rival, con ese cabezazo de García en el primer tiempo que ni siquiera motivó una atajada del arquero adversario, pues se fue por encima del travesaño.
Regalado en defensa, con espacios que se abrían para el contragolpe y con la astucia de Rondina para poner gente fresca por el costado izquierdo, no sólo con el objetivo de clausurar el lateral (allí Martínez y Banegas fueron los más destacados) sino también de aprovechar el adelantamiento masivo de Vera y Zenón, eligió atacar por allí y así llegó el segundo con una buena jugada de Sequeira, que terminó colocando un remate con chanfle que se metió en el segundo palo, dejando sin chances a Moyano.
Fue el peor partido de la era Munúa. Justamente cuando necesitaba la victoria como el agua para vivir, Unión no respondió. No hubo nada para rescatar, ni en lo individual ni mucho menos en lo colectivo. Ni siquiera hubo rebeldía ante la adversidad. Faltó todo. Desde claridad e intensidad, hasta empuje y decisión para salir a vender cara la derrota. Con el partido 0-1, ya empatarlo hubiese sido un “resultadazo”. Era imposible. Jugó muy mal Unión, no llegó nunca, volvieron a convertirle y perdió sin ningún atenuante. Con nada para rescatar y mucho para lamentar.