(Enviado Especial a Buenos Aires)
Se repuso del 0-1, lo dio vuelta siendo más que el rival pero hubo un lapso de 6 o 7 minutos del segundo tiempo en el que confluyeron factores anímicos y futbolísticos que le dieron a Banfield un empate que sacó de la galera.
(Enviado Especial a Buenos Aires)
¿Qué le pasó a Unión? No supo reaccionar ante la reacción del rival. No es un juego de palabras. Tampoco una redundancia. Es la principal explicación para justificar o entender por qué no pudo quedarse con un partido que ganaba bien, que por muchos momentos había dominado y por el que hizo el gasto, incluso sobreponiéndose a aquella adversidad inicial de ir perdiéndolo.
Banfield no merecía ir ganándolo cuando Dátolo convirtió el primer gol. Unión llegó al empate (un premio “consuelo”) en el final del primer tiempo y habiendo hecho más que el rival. Y tuvo quince minutos de fútbol y eficacia que parecían definirlo todo en el arranque del segundo tiempo, cuando se puso 3-1. Pero al promediar la etapa, se produjeron las dos cosas que intentan ser explicativas para entender por qué no lo ganó Unión. Así como Banfield tuvo respuestas en el banco y una inyección anímica que parecía guardada para ese momento, Unión adoleció de una respuesta eficaz para soportar esa arremetida. Se dejó empujar contra su propia área, perdió solidez en el manejo de la pelota con la salida de Elías, no se pudo acomodar Méndez y en cinco minutos se le cayó toda la estantería.
Todo esto dentro de un concepto general de “partidazo”, pero por el que Unión había sido más generoso y mejor dispuesto a hacer valer sus fundamentos futbolísticos. Porque Banfield, que arrancó con un 4-1-4-1 y terminó asumiendo riesgos y jugando con casi cuatro delanteros, se preocupó mucho de tapar a los cuatro volantes rivales. Había que verlos a Dátolo y a Jonás Gutiérrez en la permanente búsqueda de Elías y Acevedo para que ellos no manejen la pelota. No lo consiguieron. Y Unión tuvo fluidez, sobre todo cuando el juego se recostó por el sector de Carabajal, marcando diferencias con la propuesta del otro sector, en el que Martínez-Bonifacio estuvieron demasiado preocupados por las subidas de Bravo y la empecinada habilidad de Urzi.
Sólo porque uno valora mucho la eficacia en el fútbol, se podía entender por qué Banfield estaba ganando el partido cuando Dátolo metió el cabezazo del 1 a 0. Era de Unión el partido. El trámite y también las situaciones (Bou ya había obligado a Arboleda a una gran intervención en un mano a mano y estrellado un remate en el poste). Por eso, el gol de Elías en el final del primer tiempo achicaba el margen de la injusticia y le daba a Unión la posibilidad, al menos, de salir a discutir el partido en otro ámbito mucho más cercano con la realidad del trámite y sin que le pese la adversidad del resultado.
Cuando Carabajal convirtió el penal de Arboleda a Bou en gol, daba la sensación de que se terminaba todo. Unión estaba jugando bien, era rápido en la salida desde el medio (buen partido de Acevedo y Elías con la pelota) y ganaba los rebotes y las segundas pelotas. Banfield parecía descontrolado, confundido. Y Falcioni empezó a arriesgar con los cambios. ¡Hasta sacó a Damonte, un jugador que había ingresado por Jonás Gutiérrez en el primer tiempo y al que sólo tuvo en cancha 20 minutos!
Ese fue el punto de quiebre del partido. Duró 6 o 7 minutos. Se dieron circunstancias muy puntuales: 1) Entraron bien Lenis y Aries en Banfield; 2) Sumaron gente al ataque y empezaron a llover centros; 3) Banfield cambió el semblante anímico y decidió “vender muy cara la derrota”, y 4) la salida de Jalil Elías desorganizó a Unión. Y esto último no va en detrimento de Javier Méndez, a quien le costó encontrar el partido. Sería muy ingrato e injusto achacar las culpas sobre él, porque hubo un lapso que no duró más de 6 o 7 minutos en los que Banfield realmente parecía un equipo arrollador y dominante. El partido cambió de manos imprevistamente. Y Banfield volvió a ser eficaz, metió dos goles en cinco minutos y aprovechó la laguna en la que se sumergió Unión durante todo ese pasaje.
Era ganable, estaba para eso. Y este es el principal motivo por el cuál queda una indudable sensación amarga para Unión. Y con aspectos a revisar: en dos partidos le convirtieron cinco goles (sólo le habían marcado uno en los otros cuatro primeros de esta racha de seis sin derrotas), de los cuáles tres de ellos fueron de cabeza.
Por la manera en que se dio el partido, el resultado no le cierra a Unión. Debió ganar el partido, pero se dejó “primerear” por un equipo al que dominó en gran parte del encuentro, sin lograr marcar una diferencia letal y decisiva en el resultado.