Gonzalo Morales había convertido cuatro goles en tres partidos y debió esperar 17 para volver a marcar. Gamba no lo había logrado en los seis que llevaba en este retorno a la institución. Orsini sólo marcó uno y fue ante Sarmiento de Junín en el minuto final, hace 14 partidos. A Balboa tampoco se le daba y por eso “iba y venía” en su condición de titular. A Domina no se lo cuenta porque recién está volviendo, pero su aporte también escaseaba. Y los poquitos goles de Unión, en “cuentagotas”, venían de la mano de dos volantes (Mosqueira y Del Blanco). Si eso no es un gran déficit, ¿a qué se le llama un “verdadero déficit”?
Dos goles en seis partidos sostenían un puñado de puntos exclusivamente por el innegable y necesario aporte de la defensa. Así como Unión no marcaba, tampoco le marcaban. Y eso le servía, por ejemplo, para rescatar algunos 0 a 0 que le daban puntos. Pocos, es cierto, pero que sumaban.
Hasta que llegó el aluvión del sábado. La lluvia que cayó implacablemente durante casi todo el desarrollo del partido, mojaba a todos los estoicos asistentes al 15 de Abril, pero más sirvió que “mojen” los de adentro. Y esto se tradujo en goles, que llegaron rápidamente y ni siquiera le dieron tiempo a que se instale ese fantasma que veía el técnico, “personificado” en la ansiedad de la gente.
A los 6 minutos, Unión había logrado lo mismo que le llevó 6 partidos: convirtió dos goles. Gonzalo Morales aprovechó las espaldas de Bianchi y definió con un remate al palo mal cubierto por Marinelli, en el primero; Pardo (de buen partido) capitalizó una pelota que quedó boyando en un córner para rematar en forma violenta y clavar el segundo. Fue una ráfaga, un verdadero huracán que golpeó duramente a Independiente Rivadavia. Y si el partido no se definió allí mismo, fue por ese gol que convirtieron los mendocinos en complicidad con una mala salida de Campisi y que lo puso a tiro del empate, al menos por un ratito.
Uno de los dichos aceptados en el fútbol es que “el arco en algún momento se va a abrir y entrarán todas las que ahora no entran”. Algo de eso le pasaba a Unión, pero también es cierto que el equipo no creaba situaciones. El sábado, no sólo que el arco se abrió, sino que Unión volvió a tener esa generación de oportunidades que venía en una curva decreciente y preocupante.
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