Varios de muy buen nivel en el rendimiento individual…
Unión hizo todo para ganar, menos lo más importante: convertir goles
Agüero, Corvalán, Nardoni, Portillo y Cañete jugaron un muy buen partido. No hubo puntos bajos en el rendimiento, pero se falló en la definición y eso fue letal.
¿No lo pudo o no supo cerrar el partido?. Los lamentos habrán fluido en ese vestuario. Y quizás algún reproche también. La falta de definición, cierto egoismo en algunas jugadas pero, sobre todo, la imprecisión para capitalizar la gran cantidad de situaciones de gol que tuvo para convertir, impidieron que Unión consiga una victoria para la que hizo todo, menos los goles.
Nardoni (7) volvió a sobresalir por su empuje y por esa convicción para cortar el juego del rival y para encarar con mucha decisión. Esta vez, bien apuntalado por Portillo (7) que cumplió un muy buen trabajo desde el punto de vista no sólo de la recuperación de la pelota, sino de la capacidad para ser la rueda de auxilio en el relevo de todos sus compañeros. En ese mismo nivel hay que ubicar a Agüero (7) y también a Corvalán (7), que terminaron armando una buena dupla de centrales para defender y que, en el área de enfrente, aparecieron en toda su dimensión para que Unión llegue al gol en una pelota quieta que, precisamente, ellos dos se encargaron de cabecear (Agüero para bajar la pelota y Corvalán para embocarla en el arco rival) y así convertir el gol que ponía justicia en el resultado apenas iniciado el segundo tiempo. Por último, en este mismo renglón de elegidos, hay que calificar el muy buen segundo tiempo de Cañete (7), que metió dos habilitaciones de gol (una a Zenón y la otra a Marabel) que debieron ser suficientes y letales para definir el partido.
Mele (5) no tuvo mucho trabajo y apenas debió descolgar un par de centros. En el gol, el remate de Isaluna se metió en el ángulo superior izquierdo y con suficiente violencia para ser inatajable. En el resto de la defensa, el trabajo de Vera (6) fue bueno, tanto en lo defensivo como también en lo ofensivo y debió aparecer un poco más si es que Unión lograba capitalizar la tendencia de Machuca a enganchar a veces hacia adentro, abriéndole el pase a su compañero para que vaya por afuera. Y en el otro costado, Esquivel (6) no empezó bien, le ganaron un par de veces las espaldas pero empezó a mejorar a medida que pasaron los minutos y armó una interesante sociedad con Juárez, que de a poco se fue diluyendo.
En el mediocampo, Machuca (5) no fue todo lo desequilibrante que había sido en otros partidos y dio la impresión de que, con el paso de los minutos, fue sintiendo el rigor de esta andanada de partidos que viene soportando el equipo. Mientras, el “Pajarito” Juárez (5) arrancó bastante bien, activo, voluntarioso y con algunas apariciones peligrosas (la primera jugada de gol lo tuvo como protagonista), pero de a poco se fue perdiendo en el partido.
En ofensiva, Marabel (5) alternó buenas con malas, mostró algunas imprecisiones en el manejo de la pelota y desperdició una muy buena ocasión cuando recibió la habilitación de Cañete y entró solo por el callejón del “10”, con un falso control de la pelota y un adelantamiento que fue capitalizado por Lampe, que se arrojó al piso e impidió que el paraguayo logre el remate al arco.
Zenón (5) fue otro de los que tuvo la chance de asegurar la victoria en una jugada muy parecida a aquella de su golazo en la inolvidable noche de Barranquilla. Definió de la misma manera, picando la pelota ante la salida de Lampe, pero sin dirección y se fue afuera. Castrillón entró pocos minutos y exageró de individualista en una jugada en la que se metió adentro del área pero terminó chocando contra la muralla de jugadores rivales que lo esperaba, en tanto que Luna Diale hizo exactamente lo mismo en la última jugada del partido (sin observar que Castrillón entraba solo por el otro sector) y Gallegos tuvo pocas chances de entrar en juego.
En la virtud de haber creado una gran cantidad de situaciones de peligro que lo constituyeron, a Unión, en dominador y merecedor de los tres puntos, estuvo el pecado de haber marrado tanto. Le perdonó la vida al rival. Y este, en la primera que tuvo (o una de las pocas), le empató el partido y lo dejó con el sabor amargo de un empate que huele a poco.