(Enviado Especial a Paraná)
Un penal atajado por Altamirano, un tiro en el palo, el arquero rival figura y al menos una decena de oportunidades claras que no pudo aprovechar. Unión mejoró mucho y no ganó por la falta de gol.
(Enviado Especial a Paraná)
La falta de contundencia fue el gran defecto de un Unión muy mejorado en su aspecto en el primer tiempo. Munúa cambió para que el equipo cambie. Y para bien. Tres defensores cerrados en el fondo (con Corvalán por el medio, Calderón por derecha y Polenta por izquierda), más Vera y Esquivel obligados a un ida y vuelta permanente por los costados, labor que hicieron muy bien durante toda la primera parte del encuentro. Y luego, dos volantes más retrasados (Portillo y Nardoni, aunque este último desprendiéndose y acompañando en ataque, al punto que le hicieron el penal que Alvez no pudo aprovechar) y dos volantes más arriba, casi en la doble función de mediocampistas-delanteros (Luna Diale del medio hacia la derecha y Castrillón del medio a la izquierda), liberando los costados generalmente para que suban por allí Vera y Esquivel.
Le salió bien a Munúa, salvo en un aspecto básico en el fútbol y en el que el técnico no tiene gravitación: capitalizar las jugadas de gol. Y Unión las tuvo, tanto en cantidad como en calidad. La más clarita de todas fue la de Alvez, porque le cometieron un claro penal a Nardoni en una de sus “mandadas” y el uruguayo remató al palo izquierdo, encontrándose con las manos salvadoras de la gran figura que tuvo el primer tiempo: Facundo Altamirano, el arquero de Patronato.
No fue la única. Unión luego tuvo tiros en el palo (Castrillón), oportunidades desperdiciadas por mala puntería o atajadas espectaculares de Altamirano, como aquella pelota que le sacó a Jonathan Alvez. A todo esto, Patronato no se quedó atrás, aunque en menor medida que Unión. Y tuvo una muy favorable, cuando un resbalón de Corvalán permitió que aparezca Estigarribia solo, con una brillante tapada de Mele.
Nada cambió en el segundo tiempo. Todo siguió igual. Unión con una intensidad que por momentos lo apabulló al rival. Y Patronato aguantando lo que podía y encomendándose a la diosa fortuna en otras jugadas. O a la falta de precisión de los jugadores rivales.
Munúa cambió los volantes ofensivos y a Alvez cuando notó el cansancio de los tres. Juárez, González y Peralta Bauer se metieron en la misma tónica. Ninguno le pudo aportar la contundencia que el equipo necesitaba. Y en el sector defensivo, Corvalán agigantaba su figura y Mele salvaba un mano a mano en el final, cuando Sosa lo enfrentó con grandes chances y se encontró con otra tapada salvadora del uruguayo recientemente convocado para su selección.
Esto es más viejo que el fútbol mismo: los goles que se desperdician en el arco rival se sufren en el propio. No pasó por Mele, por eso termina en el cuadro de honor de un equipo que tuvo varias figuras, pero que mostró una imagen muy superada. El salto adelante futbolístico no pudo complementarse con el resultado. Unión fue muy superior a Patronato, pero falló en la definición. Desperdició la cantidad y calidad de jugadas claras para convertir como hacía mucho tiempo no tenía. Y se fue con la sensación de haber dejado dos puntos en el camino y no de haber ganado uno, en un partido que milagrosamente no tuvo goles y fue lo opuesto a lo que habitualmente pasa con los 0 a 0. Lejos de aburrir o de ser escaso en situaciones, en este caso el resultado se terminó explicando desde la manera increíble de desperdiciar oportunidades. Sobre todo por parte de Unión, que mereció ganarlo.
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