(Enviado Especial a Rosario)
Se puso en ventaja en el primer tiempo y ganaba bien. En el segundo, estuvo ausente y no pudo sostener el resultado. Central lo dominó en el complemento más que Unión, a su rival, en el primero.
(Enviado Especial a Rosario)
Si un técnico, como pasó con Carlos Tévez, mete tres cambios a los 37 minutos del primer tiempo, es porque algo falló. Algo de la planificación previa, algo en la elección de los intérpretes o algo que el rival hizo y que lo terminó sorprendiendo. O quizás las tres cosas a la vez.
Unión jugó un buen primer tiempo y la victoria parcial era totalmente justificada. Con Machuca (el autor del gol) como figura relevante, pero con otros que acompañaron bien. Roldán-Cañete fue la fórmula del juego, pausando el trámite cuando era necesario y acelerándolo en los momentos justos. Inclusive, Cañete apareció muchas veces en sectores ofensivos, picando al vacío como si fuera un delantero más. Y al ritmo de ellos, crecieron Machuca y Zenón por los laterales, en una idea bien clara de Munúa de abrir la cancha y atacar por los costados.
Esto que pergeñó el técnico de Unión fue, al margen de beneficioso, muy productivo porque enfrente se encontró con un Central que arrancó el partido con un doble 4 y un doble 3. La idea, no se sabe, quizás pudo ser la de frenar ese juego de Unión por afuera. En ese caso, fracasó. Y si la intención fue la de liberar más a Martínez y a Blanco (un buen lateral con proyección), no encontró suficiente profundidad para justificar la idea inicial. Por eso, Tévez cambió sobre la marcha, desnudando claramente su error estratégico. Con Malcorra, Frías y MacAllister, el equipo consiguió un poco más de profundidad. Y también se dio un “recreo” de Unión en la parte final del primer tiempo.
De todos modos, Unión dio la impresión de estar siempre muy atento, jugándose en todas las divididas y dando muestras de estar con vida. Esto fue lo más relevante, más allá de la superioridad futbolística en ese primer período, porque las cuatro derrotas consecutivas y la racha de apenas una victoria en diez partidos podían calar hondo. Sin embargo, nada de eso ocurrió.
El segundo tiempo fue la contracara. Central se lo llevó por delante a un Unión doblegado, ausente, que se quedó en el vestuario o entró dormido a jugar la parte final. Muy metido atrás, regalando el terreno y complicado con el juego que empezaron a desarrollar Malcorra y Blanco por izquierda.
Lo vio Munúa y no demoró los cambios. Agüero a la cancha para armar línea de cinco, con Vera para darle marca al costado derecho (cosa que le costó conseguir). En el medio, quiso darle más aire y fútbol con Luna Diale y Castrillón, pero eso quedó en el intento. El equipo estaba literalmente desaparecido, un “partenaire” que se metía atrás y le daba todas las posibilidades a Central para que maneje la pelota y llene de centros el área de Mele, como se produjo en la jugada del gol que le dio el justo empate a los rosarinos.
Uno se pregunta qué fue lo que pasó con Unión, que se quedó en el vestuario y no entró a jugar el segundo tiempo. ¿Por qué cambió tanto su actitud de un tiempo al otro?, ¿por qué pasó de ser un equipo convencido y por momentos punzante, sobre todo cuando atacaba por el costado de Machuca, a ser un equipo sometido, que se dejó apabullar por las ganas del rival en el complemento?
Quizás las respuestas las estén buscando todavía los protagonistas. Pero la realidad es que Unión pasó de pisar fuerte a parecer un equipo con miedo escénico; pasó de tener convicción para buscar el triunfo, a sentir ese pánico tan propio de los equipos que, por cuidar el resultado, se terminan refugiando peligrosamente en el fondo y convierten al partido en un frontón, con pelotas que salían del área propia y volvían a entrar en pocos segundos.
Dos tiempos totalmente opuestos en todo. En convicción, en fútbol y en actitud. Es cierto que Unión defendió con uñas y dientes, aunque no pudo mantener la victoria parcial. Pero la pregunta que se impone es el por qué salió a jugar con tantos temores el segundo tiempo, por qué le costó tanto mantener ese ritmo y esa actitud –muy buena- que tuvo en el primer tiempo.