Gastón Neffen | gneffen@ellitoral.com
Twitter: @gneffen
En el país se diagnostican unos 10.000 pacientes por año desde hace más de diez años. La cantidad de contagios está “amesetada” pero no baja.
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El año pasado en la provincia de Santa Fe se detectaron 569 casos de tuberculosis, una vieja enfermedad —la tisis de los griegos— que acompaña al Homo Sapiens desde la Edad de Piedra. La mayoría de los pacientes se concentran en el Gran Rosario (331 nuevos pacientes en el 2017) y en la capital provincial se confirmó la enfermedad en 90 personas, de acuerdo a las estadísticas del Programa de Control de Enfermedades Respiratorias y Tuberculosis del Ministerio de Salud de Santa Fe.
A nivel nacional, la mayoría de los especialistas coinciden en que la cantidad de contagios se “amesetó” durante la última década (entre los 9.000 y 11.000 casos anuales) pero hay un dato que preocupa: la cifra de pacientes afectados aumentó un 6% en los últimos dos años, de acuerdo a un informe de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (Aamr), que se difundió en el marco del Día Internacional de Lucha contra la Enfermedad.
“Creemos que este incremento se debe a que mejoró la notificación de los casos en algunas provincias y no a un crecimiento de la enfermedad”, explicó la Dra. María Cristina Brian, coordinadora de la sección Tuberculosis de la Aamr, en una entrevista con El Litoral. Al margen de la lectura de las estadísticas, lo que esta claro es que la cantidad de contagios no baja en una enfermedad que cuenta con herramientas de prevención eficientes, es curable y su tratamiento es gratuito.
¿La tuberculosis está relacionada con la pobreza? La Dra. Brian recordó que está vinculación viene del Buenos Aires de principios del siglo pasado, cuando los inmigrantes se amontonaban en los conventillos porteños en el “apretado” ambiente del que surgió el tango. Es que la enfermedad se contagia por vía aérea, cuando las personas infectadas tosen, estornudan e incluso hablan y así liberan los bacilos que aspiran las personas sanas (que se pueden infectar y enfermar, sobre todo cuando su sistema inmunológico está debilitado).
“El principal factor de riesgo es el hacinamiento, que es más frecuente en los barrios más vulnerables, pero la verdad es que hemos detectado casos en todas las clases sociales”, precisó la neumonóloga.
“En la provincia de Santa Fe, la mayoría de los pacientes se concentran en los barrios más pobres del Gran Rosario”, reconoció Bernardo Salvadores, jefe del programa de Tuberculosis de Santa Fe, en diálogo con El Litoral.
¿Cómo prevenir más contagios?
La doctora Brian y el doctor Salvadores coinciden en que el tratamiento temprano es esencial para evitar que se agrave el cuadro y se contagien más personas. El problema es que los síntomas, en un primer momento, se pueden confundir con gripe o neumonía. ¿Cuándo hay que consultar al médico? Cuando la tos o el catarro es persistente y no se va después de 15 días.
Una vez confirmada la infección, el eje del tratamiento son los antibióticos y durante los primeros dos meses se basa en dos fármacos: la triple asociación —que incluye en una sola pastilla isioniacida, rifampicina y pirazinamida— y el etambutol. Los cuatro meses restantes los pacientes siguen tomando algunos de estos antibióticos. “Es muy importante lograr la adhesión y la constancia en el tratamiento durante los seis meses para conseguir que el paciente se cure”, advirtió Salvadores.
La buena noticia es que este lunes al mediodía, el Laboratorio Industrial Farmacéutico de la provincia de Santa Fe (LIF) va a inaugurar una nueva planta de comprimidos generales, en la que se van a producir los fármacos para el tratamiento de la enfermedad. Tiene 700 metros cuadrados y va a permitir no sólo abastecer la demanda de la provincia sino también realizar un aporte relevante al sistema de salud nacional (se invirtieron más de 45 millones de pesos).
La vacuna BCG (Bacilo de Calmette y Guérin) también es clave. Es obligatoria en los bebés que pesen más de dos kilos y previene la infección de las cepas más agresivas de tuberculosis (pero no evita que los adultos se puedan contagiar la enfermedad).
Cuando se detecta un caso —indicó la Dra. Brian— se debe activar un protocolo para evitar nuevos contagios y también encontrar, en lo posible, a la persona que infectó al paciente. Un atención especial reciben los contactos de alto riesgo, que se los estudia a fondo. Son las personas —familia y compañeros de trabajo— que pasan más de 6 horas por día con el paciente.
Síntomas
En la Argentina, la mitad de los 10.000 casos de tuberculosis se concentran en las barriadas más pobres del Gran Buenos Aires, pero si se toma en cuenta la tasa de enfermos por cantidad de habitantes sobre todo preocupa la situación de tres provincias: Salta, Jujuy y Formosa.
Se estima que en un tercio de la población mundial están presentes los bacilos de la tuberculosis, que pueden permanecer latentes durante años sin generar síntomas y sin contagiar. “A veces las personas se enferman cuando se debilita su sistema inmunológico a causa de otras patologías, por el estrés e incluso durante un embarazo”, contó la Dra. Brian.
La tuberculosis sobre todo afecta los pulmones pero también puede complicar otros órganos —cerebro y riñón, entre otros— y dejar sus marcas en los huesos. Los síntomas son tos persistente irritativa o productiva, esputo sanguinolento —con probables episodios de hemoptisis (sangre que se expectora)—, dolor torácico, anemia, falta de apetito, pérdida de peso, cansancio, fiebre y episodios frecuentes de sudoración nocturna.
La gran plaga blanca
El 24 de marzo de 1882 el doctor Robert Koch anunció el descubrimiento del bacilo de la tuberculosis. Dos décadas más tarde —en 1905— el médico y microbiólogo, que nació en el reino de Hannover (en la actual Alemania), recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por sus investigaciones y trabajos sobre la tuberculosis. La Organización Mundial de la Salud decidió que cada 24 de marzo se conmemore el día de lucha contra la enfermedad.
La tuberculosis es una enfermedad viejísima, al punto que se han encontrado indicios de su presencia en los huesos humanos del Neolítico (la Edad de Piedra) y también en algunas momias egipcias. En Grecia, sus síntomas —se la conocía como tisis— fueron descriptos por Hipócrates —el del famoso juramento hipocrático de los médicos— en el siglo de Pericles (siglo V antes de Cristo).
A partir del siglo XVII, la gran plaga blanca —las epidemias de tuberculosis— fueron una de las principales causas de muerte en Europa. En el siglo XIX —en el marco del Romanticismo— fue considerada la enfermedad de los artistas.
A lo largo de la historia, la padecieron Franz Kafka, Gustavo Adolfo Bécquer, Jean Baptiste Poquelin (Moliere) y Frédéric Chopin, entre muchos otros.