En 2018 llegó al Alassia un 53 % más de adolescentes que consume drogas
Según estadísticas del Servicio de Adolescencia del hospital de Niños, la edad promedio de inicio es 12 años. Marihuana, paco y cocaína, las más usadas. La mayoría son varones, con familias disfuncionales. El 95 % dejó la escuela. El gran problema: la ausencia de lugares para tratamientos integrales.
En 2018 llegó al Alassia un 53 % más de adolescentes que consume drogas
La mayor cantidad de chicos entre 9 y 15 años que llegan por consumo de drogas al hospital de Niños, encendió una luz de alerta en el Servicio de Adolescencia: en 2017 atendieron 39 pacientes, y en 2018, 60. En un año, los casos se dispararon un 53 %. Todos estuvieron internados primero en el Alassia y, luego, fueron derivados a ese servicio para una consulta posterior.
El Dr. Fabio Bastide se tomó el trabajo de sistematizar los datos para dimensionar el problema; en el que se encuentran, muchas veces, “luchando contra molinos de viento”, definió.
Según las estadísticas de los últimos dos años, la edad promedio de inicio es 12 años y 3 meses, en un rango etario que va de los 9 a los 15 años. La mayoría consume marihuana, paco y cocaína y sólo el 5 % del total no consumía alcohol o tabaco previamente, es decir, se inició con drogas ilícitas. En tanto, el promedio de edad en la que comenzaron a tomar alcohol es 11 años y 9 meses, en una franja que va de los 9 a los 14 años.
En lo que respecta a los vínculos familiares de los pequeños pacientes, el 90 % proviene de hogares disfuncionales, es decir, viven solo con la madre o el padre, o con una abuela, o están institucionalizados. Y el 95 % había dejado la escuela. Casi todos.
Cuando en las entrevistas personales les consultan ‘¿qué proyectos o qué inquietudes tienen?’, sólo el 10 % contesta que tiene alguna aspiración, como terminar el secundario o trabajar. El resto: “nada”. Y lo mismo cuando les preguntan ‘¿quiénes son sus referentes o en quién confían?’: el 90% no tiene a nadie, no se siente identificado con ningún amigo, familiar o profesional. “Es un dato que siempre recabamos para ver por dónde podemos ayudar a estos chicos”, dijo el médico pediatra, especializado en adolescencia, que reconoce que, si bien hay algunas mujeres, son las menos; la mayoría (también el 90%), son varones.
Aunque el hospital de Niños recibe pacientes de todo el centro norte provincial, el 90 % de los chicos atendidos por esta problemática son de la ciudad de Santa Fe; el resto de Santo Tomé, uno de Cayastá y otro de Rincón, pero la mayoría vive en la zona del hospital. “Los que están en los barrios del norte no llegan, van más al Mira y López porque tienen más personal de psiquiatría”, explicó Bastide.
¿Y después de la entrevista?
Hasta aquí los datos duros. Pero ¿qué pasa cuándo los chicos salen del cuadro de intoxicación aguda con el que ingresan al hospital? ¿Inician un tratamiento? ¿Se les hace un estricto seguimiento? ¿Hay contención para ellos y sus familias?
Cuando llegan, “lo primero que se hace es tratar de estabilizarlos para que salgan de la intoxicación aguda”. Después se intenta encontrar un lugar para que hagan el tratamiento, en coordinación con el Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas, de Nación) o Aprecod (Agencia de Prevención del Consumo de Drogas y Tratamiento integral de las Adicciones, provincial).
De los casi 100 casos que llegaron al hospital en los últimos dos años, cuatro siguen internados en distintas instituciones (dos de ellos en Buenos Aires: Ver “Tener un hijo adicto: la lucha a brazo partido de dos madres”), “pero la gran mayoría abandona el tratamiento y no se puede hacer un seguimiento porque no hay un centro para poder derivarlos”. Este mismo año, dos pacientes “se fugaron del hospital sin el alta” mientras los médicos intentaban conseguir un lugar adecuado para que inicien el tratamiento. “Se hacen las denuncias correspondientes y los informes de los casos, pero quedan en la nada porque vemos que no hay un buen equipo que maneje toda esta problemática”, advirtió el médico.
— ¿Con qué se encuentran cuándo empiezan a buscar un lugar para que estos chicos hagan el tratamiento?
— La provincia no cuenta con un lugar público para este tipo de abordajes, y tiene sus razones porque la ley de salud mental dice que todas las instituciones tienen que abordar la problemática, pero sabemos que no es así. Lo que pasa es que no hay mucha gente que haga estos abordajes y el seguimiento barrial que hay que hacer es muy difícil porque es muy complicado coordinar con los diferentes efectores de la ciudad. En muchos lados no los quieren atender porque no son pacientes fáciles, pero hay que poner todo el empeño para que tengan la mejor atención posible. A veces planteamos una internación para protegerlos, porque si vuelven a sus barrios corre riesgo su vida o la de un tercero. Se nos hace muy cuesta arriba la problemática de las adicciones. Por eso, creo que los centros de salud tienen que trabajar mucho en la prevención y hay que reforzar el cuidado del cuerpo en las escuelas porque vemos que a edades muy tempranitas ya empiezan a consumir. Nuestro objetivo es empezar a trabajar a edades más tempranas para que no lleguen a esto, ya en la mitad de la escuela primaria hay que empezar a focalizar en los consumos. La puerta de entrada es el alcohol y el tabaco y está tan naturalizado que es muy difícil tratar con esta temática.
La realidad les muestra que pocas veces encuentran soluciones: los chicos vuelven a sus barrios, donde tienen la droga al alcance y pocas manos tendidas para rescatarlos. “Trabajamos contra molinos de viento”, cerró el especialista.