Las pantallas -televisores, celulares, tablets-, acapararon las intimidades domésticas de la mayoría de las familias modernas. En un mundo hiperconectado, el mayor uso recae en las infancias y adolescencias.
Regular el tiempo de uso de celulares, socializar contenidos en familia y compensar con tareas recreativas, las claves.
Las pantallas -televisores, celulares, tablets-, acapararon las intimidades domésticas de la mayoría de las familias modernas. En un mundo hiperconectado, el mayor uso recae en las infancias y adolescencias.
Esto ha abierto todo un debate a nivel mundial sobre los riesgos que implican para una persona en pleno desarrollo vital estar muchas horas expuesta a una enorme cantidad de estímulos visuales y sonoros, que afectan las subjetividades.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda sólo una hora al día en el uso de pantallas para niños de tres años. Ese tope horario está muy lejos de cumplirse en los hechos.
Por otro lado, el exceso de tiempo frente a la pantalla se asocia a problemas de sueño y de conductas; retrasos en el desarrollo del lenguaje y de las habilidades sociales; problemas de atención y menos tiempo de aprendizaje.
Ante este nuevo desafío, en el Concejo de Santa Fe se realizó el foro “Infancias 4.0: Gestión emocional, pantallas y juegos en línea”. Las disertantes fueron las psicólogas Abi Cammisi y María Florencia López.
El evento, que contó con una nutrida concurrencia, fue promovido por la presidenta del Legislativo local, Adriana “Chuchi” Molina, y las concejalas Cecilia Battistutti y María Beatriz “Titi” Barletta.
La intención de la charla fue dar herramientas sobre cómo gestionar el uso de pantallas en la familia; de qué manera comprender las emociones en los niños; cómo detectar las señales de consumos problemáticos en dispositivos electrónicos, y las recomendaciones para una utilización responsable de las pantallas.
Cammisi y López dieron una extensa entrevista a los medios de comunicación. Las especialistas dejaron en claro que hasta los dos años ningún niño debería utilizar pantallas, porque es el momento de mayor neuroplasticidad (que es cuando las neuronas de un pequeño empiezan a establecer comunicaciones, y a captar la percepción de los estímulos del entorno exterior).
“Las pantallas obstaculizan este desarrollo neuronal -explicó Cammisi-. Asimismo, pidió “instaurar ciertos tiempos y hábitos de uso saludables, que estén asociados a la edad y a los requerimientos del niño; y a su vez, que haya momentos libres de pantallas para toda la familia más allá del menor. Porque muchas veces pedimos a los niños que no las utilicen, mientras que los adultos las usamos muchísimo. Entonces, es importante que los adultos también den el ejemplo y sean modelos”.
Consultada sobre los efectos negativos que puede generar un uso excesivo de las pantallas, la psicóloga advirtió que los chicos “se acostumbran a la inmediatez, a que frente a una pantalla haya una gratificación constante. Pero eso hace que ellos pierdan su creatividad, su curiosidad, su capacidad de pensar y jugar”.
“Porque los chicos y adolescentes, cuando se aburren y caen en un ‘tiempo muerto’ -amplió su concepto-, recurren a las pantallas. Modificar este hábito instalado lleva mucho tiempo. Esto genera muchísimas dificultades, sobre todo retrasos en el lenguaje y en las habilidades sociales”, dijo.
María Florencia López agregó que la recomendación es que recién luego de los dos años, se pueda acercar, “con límites y supervisión de los contenidos”, una pantalla a un niño.
“Lo ideal es dar una hora diaria para las pantallas, entre los dos y los cinco años, no más que eso; y de cinco años a siete/diez años, se agregan dos horas. Estamos muy lejos de esos límites, pero la idea es intentar reducir los tiempos de exposición”, adujo.
-Muchos padres, por el ritmo de vida en el que se vive, optan por “dejarles” el celular o el televisor prendidos. ¿Qué otras alternativas se les puede dar para evitar tanto tiempo de exposición?, preguntó un periodista.
-López: La idea sería favorecer tiempos de juego, actividades lúdico-recreativas y también deportivas. Y además, hay que identificar las necesidades laborales o labores domésticas que tenemos los adultos (como lavar o planchar ropa, o simplemente cocinar el almuerzo) apoyándonos en otros adultos, como pueden ser un la pareja, un abuelo, un tío.
El punto es que cuanto más actividades recreativas o deportivas podamos generarles a los chicos, de ese modo evitamos que aparezcan esos tiempos muertos y que, indefectiblemente, caigan en el uso de pantallas. Esto es importante porque el uso excesivo de éstas puede generar conductas más adictivas.
-El abuso de las pantallas, ¿puede afectar las conductas de los chicos y adolescentes en sus escuelas?, interrogó otro cronista.
-López: Sí, sobre todo tiene un impacto en el lenguaje y en las habilidades sociales. A más pantallas, menos capacidad de socialización. Estamos viendo muchas dificultades en el sostenimiento de la atención en el espacio educativo: esto es un problema grave.
Además, el exceso de pantallas también afecta mucho todo lo que tiene relación con las “comparaciones” y la “autoimagen“. Porque el chico que está muchas horas en las redes sociales, todo el tiempo se compara con lo que esas redes muestran y los valores que intentan imponer. Eso termina generando también problemáticas de salud, como trastornos alimentarios y cuadros de ansiedad, incluso depresión.
-Dentro de las dinámicas familiares, ¿sirve o no la “penalización”? Esto es: “Hoy te portaste mal, hoy no usás el celular”, consultó El Litoral a las especialistas.
-Cammisi: Creo que lo más pertinente es establecer un “acuerdo” entre padres y niños, y que a esto se pueda recurrir de antemano, antes que imponer un castigo. Me parece que el punto es establecer acuerdos.
Y si hay un acuerdo de uso en el cual, por ejemplo, el niño debe apagar el celular a cierta hora o en cierto momento pero no lo apagó, ahí sí se podría hacer esto de “bueno, mañana no usás el celular porque no estás preparado para poder apagarlo a tiempo y cumplir con nuestro acuerdo”.
Esto dicho más como una consecuencia del uso del celular. Es mejor asociar las consecuencias a la conducta que generó esa situación problemática.
-¿Sirve socializar un contenido audiovisual, como por ejemplo ver una película en familia y luego hablar sobre qué sintieron los niños, qué entendieron, o si les dejó alguna enseñanza, en lugar de que a esa película la vea el niño solo en una pantalla?, preguntó El Litoral.
-Cammisi: Sí, sirve, totalmente. Es muy diferente que un niño o un adolescente estén solos consumiendo contenidos -y sobre todo si no hay supervisión sobre ese contenido-. Sirve mucho poder acompañarlos en esos momentos, socializar. Esto genera que el cerebro no se enfoque absolutamente en ese estímulo visual-sonoro.
Si nosotros como padres o madres, le vamos haciendo preguntas al niño en los momentos en que está mirando ese contenido, es más probable que preste atención a ese estímulo y también a nosotros. Entonces evitamos esto de que estén como “hipnotizados”.
-Ambas hacen consultorio. ¿Están recibiendo consultas por casos de ciberludopatía o adicción a las pantallas de niños y adolescentes?, consultó El Litoral a las especialistas.
-Cammisi: Sí, en mi caso he recibido muchísimas consultas de padres sobre sus hijos, por adicciones al celular, a videojuegos, a la Play Station. Se ven cambios muy notorios en los chicos: no quieren hacer más actividades, no disfrutan de actividades que antes disfrutaban, no quieren salir a jugar con sus compañeros. Como que lo único que quieren es estar en su casa utilizando la Play, por ejemplo.
Hay muchos casos de ludopatía sobre todo en adolescentes, mucho más de lo que pensamos. Los chicos están apostando on line, hay que saberlo, y tenemos que tomar acción ya, porque esto está pasando con chicos de 13, 14 y 15 años. Es muy grave.
López: Las redes sociales están generando en los adolescentes un impacto muy nocivo en términos de comparación y de autoimagen, como lo dije antes. Esto es muy negativo. Aparecen en el consultorio cuadros de depresión, anímicos o de mucha ansiedad, que están generados por las pantallas.
Además, en el momento en que los adolescentes tienen que socializar, salir afuera y establecer un contacto real con pares, no lo hacen. Están estableciendo contactos pero asincrónicos, porque las pantallas no reemplazan los lazos sociales reales. Noto dificultades en desarrollar habilidades sociales e interacción.