Gastón Neffen - [email protected]
3 especialistas analizaron con El Litoral el impacto del repliegue del agua en mamíferos, reptiles y aves. También en la fauna ictícola.
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La fauna de la cuenca del Paraná está adaptada a las bajadas y crecidas del río, pero cuando el nivel desciende a valores mínimos puede haber dificultades. Con el río en su altura más baja en los últimos doce meses —midió 2,32 el viernes en el puerto de Santa Fe— El Litoral analizó la situación de la fauna con tres especialistas: Alejandro Larriera, subsecretario de Recursos Naturales —y referente del Proyecto Yacaré—; Danilo Demonte, integrante de la Dirección General de Manejo Sustentable de los Recursos Pesqueros de la provincia; y Martín de la Peña, veterinario, ornitólogo y autor del libro “Aves Argentinas”.
“Lo primero que hay que tener en cuenta es que en el caso de la cuenca del Paraná, una bajante no implica una ausencia de agua, sino una disminución en el volumen por las menores lluvias. Cuando esto sucede en un sistema ribereño, es totalmente diferente a lo que ocurre en un sistema más frágil —tipo planicie—, como pueden ser los bajos de Venezuela, los Bajos Submeridionales en el norte de Santa Fe, o el valle de inundación del Salado en el centro norte de la provincia, ya que cuando sucede en estos lugares los efectos son dramáticos porque desaparece el agua y mueren muchos animales y peces”, explicó Larriera.
Con las bajantes en el valle de inundación del Paraná, el principal riesgo es que se sequen las lagunas interiores —por ejemplo, en la zona de islas—, pero en este caso como se vienen manteniendo las lluvias y el escenario no es tan grave.
“Cuando las lagunas se secan —recordó Demonte—, los peces más grandes y adultos son los primeros que migran hacia los cursos de agua más importantes, los más profundos; y los que suelen quedar en las lagunas son los juveniles de dorado, boga, sábalo y surubí, entre otras especies, que son los más vulnerables cuando se producen varios días consecutivos de heladas con el agua baja”.
Con temperaturas por debajo de los 15°, los peces se alimentan menos y tienen menor actividad — “están como aletargados”, indicó Demonte—, cuando la cantidad de agua desciende y las temperaturas bajan cerca de los 0° el riesgo es que enfermen y mueran.
En este escenario, la concentración de peces en los arroyos y ríos más grandes es muy significativa. “Por eso es fundamental que los pescadores sean responsables y respeten los tamaños mínimos da cada especie y las regulaciones sobre las mallas que se pueden utilizar, porque las poblaciones ictícolas enfrentan una situación de vulnerabilidad”, alertó el especialista.
La fauna
Para los mamíferos que están en las islas, como las nutrias y carpinchos, mientras se mantenga un volumen de lluvia normal la situación no es complicada. “En realidad están en una panacea, porque las lagunas interiores siguen con agua y ellos tienen alimento y lugar de refugio; y también cuentan con mayor superficie porque el río se ha retirado de las costas, no en la parte de barrancas pero si en la de llanura, en donde la vegetación está prosperando”, contó Larriera.
Pero este escenario también es ventajoso —advirtió el especialista— para las poblaciones de ratones silvestres en las islas, como el “colilargo”, que se reproducen más que en condiciones normales. “Es probable que cuando venga una creciente, aparezcan noticias de la gran cantidad de ratones que hay en las islas y nos preocupemos por el peligro de la leptospirosis y otras enfermedades. La reproducción de carpinchos y nutrias también tiende a ser más exitosa en este contexto”, adelantó.
Es muy distinta la situación —coinciden los especialistas— si uno tiene una bajante pronunciada “en combo” con una sequía; es decir con una severa reducción en el régimen de lluvias en una región. “En ese caso desaparecen los humedales y lagunas interiores, baja la cantidad de alimentos a los animales y no les queda otra alternativa que emigrar hacia los cauces principales de los ríos. Se produce una gran mortandad por efectos naturales y también antrópicos, porque pueden ser cazados por los desaprensivos que no respetan las regulaciones”, reconoció Larriera.
En los picos de las crecientes también los animales se refugian en los lugares más altos y son vulnerables, porque quedan más expuestos a los cazadores.
Los reptiles y las aves
Las condiciones también son parecidas para las serpientes que suele haber cerca del río, como la ñacaniná — “la reina del agua”, que no es venenosa— y la boa curiyú, que tampoco tiene veneno. “Si hay agua en los bañados y lagunas interiores, no se ven mayormente afectadas”, insistió Larriera.
Con el yacaré overo pasa lo mismo. No suele vivir en el curso central del río —explicó— y son los últimos que aparecen ahí cuando la sequía y la bajante es muy grave. “Su primera reacción es enterrarse en el barro, cuando baja el agua, como esperando las lluvias. Prefieren las lagunas y humedales porque comen caracoles y cangrejos, que están en el agua estancada. Distinto es el caso del yacaré negro, que está en el norte de Santa Fe, Corrientes, Misiones y en regiones como el Pantanal en Brasil, que si es pescador”, recordó el especialista.
En los arroyos y ríos cercanos a Santa Fe, a veces se ven yacarés pero son muy pocos —aseguró el experto—, en general machos que tuvieron que migrar por una disputa territorial y que están buscando otro hábitat que colonizar.
En relación con las aves, De la Peña contó que las garzas, biguas, aningas —entre muchas otras especies— cuando hay bajante se ven obligadas a desplazarse más para buscar las lagunas donde alimentarse y quizás se concentren más en los lugares que encuentran agua, pero tampoco están en una situación crítica en este momento y hay algunas ventajas.
“Especies como el rayador, los gaviotines y los chorlos aprovechan los bancos de arena que surgen por el repligue del agua para reproducirse. Y las aves que se alimentan de peces, los pescan con mayor facilidad”, concluyó el veterinario y ornitólogo.