Desde 1972 se celebra el Día Nacional del Agua cada 31 de marzo, con el objetivo de promover una conciencia sobre la importancia y el cuidado del agua en Argentina. Una de las instituciones que tiene por objeto los estudios en la temática es el Instituto Nacional del Agua (INA) cuyo Centro Regional Litoral tiene sede en la ciudad de Santa Fe. Es una institución científico-técnica que realiza estudios y servicios referidos a las problemáticas hídricas, que luego puedan ser utilizados por los organismos de gestión para aportar soluciones.
Dentro de un amplio marco disciplinario el INA se ocupa del abordaje integral de la problemática hídrica a través de relevamientos, estudios y proyectos vinculados a los siguientes ejes temáticos: “Ordenamiento hídrico territorial para un desarrollo urbano sustentable en vista a mejorar la calidad de vida de las personas”; “Desarrollo de planes directores de drenaje en zonas urbanas y periurbanas para definir y/o diseñar medidas estructurales (obras) y no estructurales (normativa y otras) de mitigación de inundaciones”; “Investigación, desarrollo y aplicación de sistemas de regulación de crecidas”; “Estudios y/o evaluaciones de adaptación a los efectos adversos del cambio climático”; y “prospección, evaluación y diagnóstico hidroambiental de las fuentes de aguas subterráneas, en cantidad y calidad, para diferentes usos (consumo humano, riego, industria, consumo animal, entre otros)”. Como así también proponer medidas de prevención, mitigación y remediación de los excedentes hídricos y también ante las situaciones de escasez de agua.
Foto: Fernando Nicola
El Litoral consultó a profesionales del Instituto Nacional del Agua sobre estas temáticas que apuntan a preservar el recurso hídrico ante los desafíos del cambio climático y la expansión de las ciudades. Entre las y los profesionales del Centro Regional Litoral del INA que aportaron a esta nota se encuentran: Adolfo Villanueva, Alejandro Felizia, Jorge Collins, María del Valle Venencio, Silvana Castro, Silvia Rafaelli, Rosana Mazzón, Carla Bessa, Agustina Spais, y su Directora Melina Devercelli.
Los procesos de expansión de la urbanización a través de la ocupación de espacios o áreas naturales desde pequeñas localidades a grandes ciudades generan diferentes problemáticas. En este sentido, las inundaciones, ya sea por crecidas de los ríos como por lluvias, ocurren como consecuencia del conflicto entre el desarrollo urbano y la dinámica de los sistemas hídricos de las regiones en donde se consolidan esas urbanizaciones.
A partir de las interacciones de las aguas subterráneas y superficiales y de la intensidad o avance de las urbanizaciones se pueden producir distintos escenarios hidroambientales que se traducen en afectaciones por excesos hídricos en zonas o regiones habitadas por personas y es lo que llamamos inundaciones urbanas. La variabilidad climática natural y el proceso de cambio climático constituyen una de las causas del incremento en la frecuencia e intensidad de los eventos lluviosos extremos, constituyendo otro de los factores principales de las inundaciones.
Las inundaciones, ya sea por crecidas de los ríos como por lluvias, ocurren como consecuencia del conflicto entre el desarrollo urbano y la dinámica de los sistemas hídricos de las regiones en donde se consolidan esas urbanizaciones. Foto: Manuel Fabatía / Archivo
-Desde el INA trabajan en el estudio del agua subterránea ¿Qué novedades hay al respecto? ¿Qué aprovechamiento se le puede dar al agua “que no se ve” para evitar el déficit de este recurso?
-El agua subterránea cumple un rol importante en la gestión integrada del recurso. Esta puede ser utilizada para consumo humano, agrícola-ganadero, industrial, entre otros. El subsuelo de la región litoral está compuesto por sedimentos con diferentes características, donde se alojan acuíferos, que los hacen más o menos productivos en referencia a su cantidad y calidad. Realizar estudios sobre la calidad es fundamental para determinar su uso ya que este puede verse limitado por la calidad natural de estas aguas (algunas poseen altas concentraciones de sales como el arsénico, flúor, sulfatos) o por actividades antrópicas que pueden modificarla (fuente de nitratos u otros compuestos contaminantes).
El agua subterránea y el clima se relacionan a través del ciclo hidrológico e integra la variabilidad climática con escenarios extremos de inundaciones y sequías. Desde el INA utilizamos técnicas para localizar estas fuentes de agua, y generar información sobre su disponibilidad, para ser explotada de manera sustentable, resguardando la cantidad y calidad en el tiempo, estableciendo medidas de control, prevención y mitigación de los acuíferos de la región. Este enfoque se conoce como Gestión Integrada de los Recursos Hídricos.
Un ejemplo de esta mirada, fue el desarrollo de un diseño de pozo doble propósito, es decir, para la recarga del acuífero como la extracción de agua, en la región de los Bajos Submeridionales que, acompañado con obras de captación de agua de lluvia, permitió mejorar tanto la calidad del acuífero como la disponibilidad en épocas de déficit hídrico, en los sitios donde fue implementado a lo largo de los años. Este tipo de manejo se conoce como Recarga Gestionada de Acuífero (MAR por su sigla en inglés), y la aplicación de tecnologías apropiadas a cada región son fundamentales para favorecer el desarrollo de las mismas y la sostenibilidad en el uso del recurso.
-Durante el último tiempo el fenómeno climático del Niño ha generado importantes crecidas de los ríos, lluvias intensas y en consecuencia afectaciones a las ciudades por inundaciones y anegamientos ¿Qué analizan desde el INA?
-El Niño, y su contraparte, La Niña, son parte del fenómeno climatológico conocido como ENOS (El Niño Oscilación Sur) que en nuestra región ocasiona aumento (El Niño) y disminución de la humedad (La Niña). El Servicio Meteorológico Nacional realiza un seguimiento permanente de este fenómeno y desde el INA utilizamos esa información para evaluar su impacto, ya que estos varían en intensidad y en cada región. Cabe destacar que ningún Niño o Niña es igual a otro, lo cual hemos observado en el último Niño, cuyo impacto en nuestra región fue de moderado a leve. En cambio, 1000 a 1500 km al E-NE como Rio Grande do Sul y Santa Catarina , hubo lluvias torrenciales e inundaciones y daños severos.
Foto: Fernando Nicola
-En cuanto al río Paraná, que desde los últimos años pasó de una bajante extraordinaria a niveles de alerta hacia finales del año pasado ¿Qué panorama observan respecto a este importante curso fluvial?
-En relación al río Paraná uno de los aspectos que hay que analizar son las características de la cuenca al norte de Yacyretá, que genera aproximadamente 85 a 90% del agua que escurre por el tramo argentino. Dicha cuenca tiene 900.000 km2, donde hay 57 grandes reservorios con 240.000 hm3 (240 mil millones de metros cúbicos). Esos reservorios generan aproximadamente el 60% de la energía hidroeléctrica de Brasil, o sea alrededor del 36% de la matriz energética de Brasil. Concentra el 32% de la población brasileña, y produce aproximadamente 40% del PBI. Es un sistema altamente complejo. Además, el escurrimiento de la cuenca que alimenta el Paraná en Argentina no solo depende de las lluvias que se dan en Brasil sino también del estado de humedad de la cuenca, entre otros factores no hidrológicos como la necesidad de generación de electricidad.
En relación a la sequía, fue un fenómeno excepcional, al punto que hay que retroceder a la década del ‘40 para encontrar otra de magnitud semejante. Cabe mencionar que los embalses de la cuenca brasileña contribuyeron a mitigar el impacto de la sequía. Aunque se espera que el cambio climático acentúe este tipo de eventos extremos, una sequía de esa magnitud es poco probable (pero no imposible) que se repita pronto. Por otro lado, es esperable que se alcancen niveles de alerta o mayores en épocas de verano con algunas modificaciones respecto al pasado por efecto del cambio climático.
Una postal de la laguna Setúbal durante la última bajante extraordinaria. Foto: Fernando Nicola / Archivo
Hidrología y producción
La necesidad de aumentar la producción de alimentos a partir del avance de nuevas tecnologías agropecuarias y de los cambios en los modelos productivos debido a las necesidades del mercado, generó un aumento de la expansión agrícola y en consecuencia una modificación del uso del suelo, principalmente en aquellos de menor productividad y baja pendiente topográfica. Esta situación produjo un mayor riesgo hídrico en superficies sembradas, un aumento significativo de canalizaciones y un incremento de caudales hacia ríos o arroyos de mayor importancia atendiendo a la persistencia de años húmedos y secos.
El conocimiento y evaluación del funcionamiento hidrológico-hidráulico frente a eventos lluviosos de diferentes magnitudes y a diferentes estados de humedad del suelo permiten analizar la problemática presente y proyectar las obras más adecuadas y de menor costo en función de un manejo sustentable de los recursos hídricos en una cuenca. Estas acciones pueden plasmarse en Planes Directores que consisten en propuestas de planificaciones para mejorar los objetivos fijados de producción, las obras, el riesgo hídrico y las medidas de conservación.
Para ello se utilizan herramientas como el análisis de imágenes satelitales, modelos matemáticos, que representan el movimiento del agua, y la medición y recopilación de información de lluvia, caudal, niveles freáticos, características de suelos, etc.