Alejandro Larriera, director de manejo de flora y fauna de la provincia, contó que quedan pocos ejemplares de las dos especies en el territorio provincial, pero explicó que a nivel internacional no están en peligro de extinción. En una entrevista con El Litoral, analizó la polémica que generó la captura de un aguará guazú en el puerto y los desafíos para lograr conciliar el desarrollo económico con la preservación de la biodiversidad, que está bajo amenaza.
Gastón Neffen
La aparición de un ejemplar de aguará guazú en el estacionamiento del shopping La Ribera movilizó a miles de santafesinos, que cuestionaron el operativo para capturalo y reclamaron, en las redes sociales, que se lo libere lo antes posible. También visibilizó la frágil situación de la fauna en una provincia que tiene un claro perfil agroindustrial.
En una entrevista con El Litoral, Alejandro Larriera, director de manejo de flora y fauna de la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia y miembro de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), contó cuáles son las especies están bajo amenaza en Santa Fe y qué políticas se están impulsando para buscar conciliar el desarrollo económico con la preservación de la biodiversidad.
—¿Cómo analiza la fuerte polémica en los medios y las redes sociales a partir del aguará guazú que se encontró en el puerto?
—Una de las cuestiones más importantes es ver cómo hacemos para lidiar con el conflicto permanente entre conservación y desarrollo. Hay un gran sensibilidad en la sociedad para temas puntuales. Por ejemplo, un aguará guazú aparece en el puerto y la necesidad de liberarlo se transforma casi en un drama. En cambio, los miles de aguará guazú muertos en los últimos años por el avance de la frontera agropecuaria son sólo una estadística.
—Hubo fuertes cuestionamientos al operativo de captura y también se reclamó que sea liberado el animal.
—Hay una sociedad muy sensibilizada, que se encuentra influenciada por ONG ambientalistas, que respeto mucho y que son la primera barrera de defensa de la naturaleza, pero creo que nosotros como sociedad no debemos tomar dogmáticamente lo que nos dicen las ONG sobre el aguará guazú, especie que adoro y que, aclaro, es Monumento Natural de la provincia de Santa Fe. Está claro que cuando se captura un aguará guazú en un evento de estas características o en un procedimiento policial, lo primero que hay que hacer es avanzar en la devolución del animal a la naturaleza. Pero eso no quiere decir subirlo a la camioneta y revolearlo en cualquier lado.
—¿Por qué puede haber llegado al puerto?
— Hay quienes dicen que llegó nadando. Te doy mi opinión: lo más probable es que alguien fue a timbear al casino, lo tenía cargado en la camioneta y se le escapó. Los aguará guazú no son buenos nadadores. Si hubiera nadado tendría que haberlo hecho por más de 15 horas, lo cual es impensado. Es el tiempo que lleva nadar desde Arroyo Leyes, el lugar más cercano en que puede haber estado. Es un juvenil, por su aspecto. Lo noté relativamente manso. El hecho de que haya comido a los dos días es un signo de que estaba acostumbrado a que le den de comer. Por eso, hay que llevar adelante un protocolo para determinar si fue criado por seres humanos. Si éste es el caso, cuando se lo libera lo que suele pasar es que se acercan a la primera casa que encuentran para pedir comida.
—¿Cómo debe seguir el proceso con este animal?
—Hay protocolos muy serios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que define la Comisión de Supervivencia de Especies, que yo integro, a partir de las recomendaciones de los especialistas en reintroducción de especies. Durante la cuarentena, hay que evaluar el grado de imprinting (es decir el posible contacto que tuvo con humanos) y también las patologías que podría tener. Es un protocolo que lleva entre 30 y 40 días. De acuerdo a cómo se dé este proceso, se puede avanzar en una reintroducción. En los últimos años, hemos liberado 14 aguará guazú y también osos hormigueros, meleros, zorros, yacarés, iguanas y distintas aves, siempre de acuerdo con estos protocolos.
—Esta semana, se dijo que el aguará guazú está en peligro de extinción.
—No es cierto. En realidad, la categorización actual es cerca de amenaza en la UICN. Las categorías son: escasa preocupación, cerca de amenaza, vulnerable, en peligro de extinción, en peligro crítico de extinción y extinguido. En Brasil y Paraguay, hay zonas densamente pobladas. En Formosa también. En el norte de la provincia también queda. Es triste decirlo pero sobre todo se lo encuentra en las áreas que tienen bajo valor económico, por ejemplo los Bajos Submeridionales. Lo que es verdad es que en los últimos 15 años han aparecido varios aguará guazú en ámbitos urbanos, porque los estamos expulsando con los desmontes.
Experto. Larriera es miembro de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN) y un referente internacional en la conservación de cocodrilos. Foto: Guillermo Di Salvatore
—En Santa Fe, ¿quedan pocos ejemplares de aguará guazú?
—El aguará guazú y mucho más el venado o ciervo de las pampas son dos especies que se encuentran en una situación muy delicada en la provincia (la situación del venado es complicada en todo el país). En la provincia de Santa Fe, probablemente, no quedan más de 60 o 70 venados. En Brasil, en cambio, es relativamente abundante. También hay mucha preocupación por el cardenal amarillo, incluso de organismos internacionales. Era una especie típica y emblemática de Santa Fe y desde hace décadas viene dismimuyendo por la pérdida de hábitat, ya que vivía sobre todo en los montes. El otro problema es que se lo captura como mascota.
—¿Qué estrategias y políticas se están desarrollando y se pueden impulsar para preservar estas especies y la biodiversidad en la provincia?
—Un punto importante es que Santa Fe adhirió a la Ley de Bosques. Tenemos sancionado por ley el ordenamiento territorial, con el semáforo, como le llamamos nosotros, que define en verde lo que se puede desmontar, en amarillo lo que se puede intervenir de acuerdo con programas de manejo y en rojo lo que son áreas de conservación. En la provincia, el rojo quedó para las cuencas de todos los ríos y las áreas naturales protegidas, y en amarillo todo el resto. En Santa Fe, no hay zonas verdes y eso implica que no hay ninguna hectárea que pueda ser desmontada a tabla rasa. Esto debería ser un punto de partida que tiene que dar resultados en lo que hace a la conservación de los ecosistemas.
—¿Es necesario crear más áreas protegidas?
—Hay pocas y hay muchísimas áreas para avanzar. Tenemos el Parque Nacional Islas del Paraná y otros lugares como la reserva El Fisco, en San Cristóbal, que es un santuario del yacaré, la reserva Ibirá Pitá en Reconquista y La Loca en la cuña boscosa, entre otras. Además, salió la declaratoria de Melincué por los flamencos rosados. Pero, lógicamente hay que mejorar el manejo y sumar más espacios. También avanzar en convenios con los productores, que poseen tierras en el norte de la provincia, para empezar a generar alternativas sustentables de aprovechamiento no maderero del monte.
—¿Generar proyectos con productores y poblaciones locales es un camino central para preservar la fauna?
—Suena terrible y probablemente hable muy mal de nosotros, pero la forma de preservar una especie es encontrarle un interés económico. Te doy un ejemplo con los cocodrilos: hay 24 especies reconocidas a nivel mundial. Las cinco que se encuentran en mayor peligro de extinción, como el aligator de China, el caimán del Orinoco y el gavial del Ganges en la India, son las cinco especies que no tienen valor comercial ni programa de aprovechamiento. Cuando se crea la Cites en 1973 estaban todas las especies de cocodrilos consideradas en peligro de extinción y con los programas se revirtió esa situación.
—¿Hay casos que están funcionando con el yaguareté en Brasil?
—En Santa Fe, es un animal extinguido, pero a nivel internacional está en la misma categoría que el aguará guazú; es decir cerca de amenaza. Estuve hace poco en Brasil, en la región del Pantanal, en donde se están desarrollando programas de ecoturismo interesantes. Los pobladores locales empiezan a encontrarle beneficios concretos a la fauna. Antes, cuando un yaguareté les mataba una vaca, armaban una cuadrilla y salían a cazarlo. Ahora, las vacas muertas las consideran un perjuicio menor de un programa muy interesante de ecoturismo, porque cuando llegan los turistas les interesa ver los yaguaretés y ellos trabajan en las expediciones para fotografiarlos. La habilidad que tenemos que encontrar en Santa Fe es la de generar programas sustentables que produzcan beneficios para los pobladores a partir de la conservación del ecosistema. Creo que también hay que hacer campañas de educación para minimizar la estigmatización hacia los usuarios de fauna, cuando se realiza en el marco de programas monitoreados y controlados.
—Lo que pasa es que algunos de estos programas, que incluyen la caza o el aprovechamiento comercial, generan una fuerte polémica.
—Cuando alguien escucha que se cazan 80.000 iguanas por año en Santa Fe, legalmente, en el marco de un programa, con sellados y controles, se desespera. Lo mismo que con las nutrias. Pero lo cierto es que cuando se puede monitorear y se acompaña con una política de reintroducción de la especie, el número de ejemplares se recupera. La verdad es que tenemos una gran facilidad para tolerar la caza de subsistencia, pero no le damos el derecho al poblador local de que no sólo subsista sino que se beneficie y que encuentre un camino de desarrollo de la mano de la conservación de su hábitat.
—¿Cómo se puede aprovechar la creciente conciencia ambiental que tiene la gente para generar cambios?
—La gente está preocupada y quiere hacer algo por la conservación de la naturaleza. Y sueña con calzarse unos borceguíes, un traje caqui, un sombrero de explorador y se ve protegiendo bichos en el campo. Yo siempre digo que si quieren hacer algo para preservar la naturaleza cierren la canilla, apaguen la luz y cuiden los recursos. Tenemos muy bajo nivel de autocrítica hacia las que son nuestras conductas. Yo siempre les pregunto a mis alumnos: ¿qué es la contaminación, la depredación y el daño ambiental? Es eso feo que hacen todos los demás. Todos menos yo.