Lunes 2.10.2023
/Última actualización 11:50
Alejandro, 56 años, una persona que atravesó desde adolescente por consumos problemáticos de sustancias psicoactivas -y hoy está en recuperación-, frena la bici y propone: "Vamos conversando, mientras sigo camino al refugio, antes de que cierre". Así, mientras desanda las cuadras para llegar a tiempo al lugar donde tiene cobijo por las noches, comienza a relatar cómo desde el Estado municipal le dieron una mano para salir de un momento difícil que lo arrojó a la calle. Le brindaron ayuda psicológica, asesoramiento y seguimiento personal, así como algunos días de hotel y luego contactos para ingresar a dormir por las noches a un refugio.
"Mi mamá me echó de su casa y me puso una orden de restricción. Quedé en la calle con mi bicicleta y mi mochila de cadete, que es de lo que trabajo; y un golpe en la cabeza porque me habían pegado. Y con la 'fisura' de todo lo que había tomado. Esa semana estuve sin comer. Estaba re mal", cuenta sobre ese tiempo donde tocó fondo, hace unos meses atrás. "Empecé a drogarme a los 13, 14 años", recuerda. Si bien hace más de 10 días dejó esas sustancias psicoactivas y se alejó de "la junta", después surgió el problema de la adicción al alcohol.
"¿Ah, se me va a caer, vos decís?. Gracias loco" (un transeúnte le avisa que por la mochila rota se le están cayendo algunas cosas). Pautamos que hablamos otro día, pero luego el relato sigue, camino al refugio. Alejandro quiere hablar y que alguien lo escuche.
"Como te decía, quedo en banda de un día para el otro y le voy a pedir ayuda a una amiga que tiene un kiosco. Ella llamó a un ex compañero mío de cuando yo estudié Historia y que ahora es concejal y él se comunicó con una funcionaria de la Municipalidad: Soledad Artigas, a quien no conozco personalmente pero hablé muchas veces con ella por teléfono", comenta el hombre.
Imagen ilustrativa. Para Alejandro, su bicicleta significa la posibilidad de hacer unos pesos como cadete. Crédito: Archivo El Litoral / Mauricio GarínEra la noche del 29 de abril. La fecha quedó marcada a fuego en su memoria porque el consumo problemático lo llevó a estar en una situación drástica e impensada: en la calle. "No siempre estuve así -aclara-. Por suerte, al principio el municipio me ayudó con el hotel, algo que renovamos cada día después de hablar y mientras yo seguía haciendo cadetería. Un día me dicen que tengo que ir a calle Candido Pujato, a abordajes de consumos… no me acuerdo bien el nombre, porque es largo, pero es un lugar de la Municipalidad. Me atendieron dos psicólogos y una terapista", relata.
Ellos también le consiguieron una entrevista con la ONG Solidarydar, para quedarse a comer y dormir por las noches. "De día ando haciendo cadetería con mi bici, desde las 7 de la mañana hasta las 7 de la tarde que tengo que llegar al refugio. Se me complica los domingos, cuando no hay cadetería y ahí ando 'girando'. Yo había estado internado en comunidades terapéuticas un par de años, pero acá empecé a conocer gente en situación de calle,y trapitos, que es otra realidad. Los domingos ando con ellos por la ciudad", cuenta.
-¿Te sirvió el acompañamiento que recibiste por parte del Estado?
-Sí, tanto la Municipalidad como la ONG se ocuparon de mí: me sacaron el turno para ir al médico, me dieron dónde parar. Hablaron entre ellos e hicieron un trabajo en conjunto en mi caso. Del trabajo tenía que ir al psiquiatra, a la psicóloga y así. Llegué a hablar con no menos de 8 personas. Siempre estuvieron apalancándome, controlando las pastillas o qué estoy haciendo. Yo hice las cosas bien también, porque ya soy grande y no quiero estar en la calle. Me siguen llamando por teléfono, mínimo una vez por semana para ver cómo sigo.
-Mejor. Me puse las pilas desde aquel 29 de abril para estar bien. También estoy medicado psiquiátricamente y luchando, porque a veces la medicación no me deja laburar, me quita esfuerzo, pero es necesaria porque es un equilibrador emocional. Ahora estoy físicamente bien y psicológicamente normal: tengo mi trabajo, un par de amigos que son sostén. Me van a dar un subsidio único y podré alquilar una pieza a un conocido, al menos un par de meses. Estoy encarando una especie de nueva vida. Rompí el círculo de situación de calle, que es levantarte, dar vueltas todo el día, buscar un pucho, ver qué comer y volver al refugio. Si bien no tengo grandes opciones de trabajo todavía, ni tengo la vida arreglada, siento que tengo un horizonte.