Jueves 16.5.2019
/Última actualización 11:58
Dengue, Zika, Chikungunya, Fiebre Amarilla; y ahora, Mayaro y Oropouche. Son enfermedades que transmiten los mosquitos, aunque no todas son una amenaza directa para los santafesinos. Pero, con el Aedes aegypti instalado en la zona y el brote de dengue más importante en la historia de la capital provincial (con casi 300 casos), se encienden las alertas.
El Dr. Antonio Montero es Director Científico del Centro de Medicina Tropical de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR y viene siguiendo el avance de estos dos virus que llevan el nombre de las localidades de la isla de Trinidad y Tobago donde se descubrieron en 1950: “Vamos viendo en un mapa la progresión de las dos epidemias, como hemos hecho con Chikungunya y fiebre amarilla, y salta a la vista que son agentes que avanzan y van poniendo en riesgo a la población”, introdujo.
Ante la detección reciente de casos de fiebre de Mayaro, a través de la vigilancia por laboratorio, en áreas donde no se había reportado antes, la Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud (OPS / OMS) lanzó, el 1° de mayo pasado, un alerta epidemiológico y alentó a los Estados Miembros a desarrollar y mantener la capacidad para la detección de esta enfermedad, incluido el diagnóstico por laboratorio y la sensibilización de los profesionales de salud.
Hace 10 años, en Santa Fe se veía lejano al dengue, hasta que en 2009 estalló un brote en Hersilia. En lo que va de 2019 se han reportado unos 400 casos autóctonos en toda la provincia, con lo cual “es cuestión de tiempo” que en unos años estemos hablando de estos nuevos virus como habituales, aseguró el Dr. Montero, médico infectólogo e internista.
“No me parece para nada exagerado hablar de alerta por estos dos virus porque el vector está presente. Es un alerta de que debemos cuidarnos de la fiebre amarilla, del dengue (del que ya circulan sus cuatro serotipos en Argentina y va a aparecer dengue hemorrágico), y de estos dos virus que realmente desconocemos su potencial de morbilidad, su capacidad de dañar”, afirmó.
Si bien en los brotes estudiados el vector involucrado fue el mosquito del género Haemagogus que es de hábito silvestre, hay antecedentes de que el Aedes aegyptis ha provocado la fiebre de Mayaro en áreas urbanas.
La fiebre de Mayaro presenta en los primeros días un cuadro clínico inespecífico similar al que provocan el dengue y la chikungunya: fiebre, dolor de cabeza, mialgia; dolor retroocular, escalofríos, fuertes dolores musculares, mareos, náuseas, fotofobia, dolor articular muchas veces incapacitante, erupción cutánea (principalmente en el pecho, las piernas, la espalda, los brazos y con menor frecuencia en la cara), dolor abdominal, y en algunos casos se ha descrito manifestaciones hemorrágicas. “En Brasil, se considera que es el responsable de la mayoría de los casos febriles que ocurren en la selva. Pero ha hecho epidemias urbanas en un par de ciudades, con lo cual quedó bien patente su capacidad de ser transmitida por el Aedes aegyptis”, precisó el especialista.
El oropouche “es otro cantar” -advirtió- porque si bien el cuadro clínico “es indistinguible, el problema es que se sabe bien que es un virus neurotrópico que puede causar meningitis; entonces, recordando el antecedente del zika y lo poco conocido que son estos dos virus, uno se pregunta si no harán la misma cosa, porque cuando empezamos a conocer el zika todos creíamos que era una enfermedad leve, pero cuando se intensificó el número de casos y se detectó que causaba malformaciones fetales, microcefalias y mortalidad embrionaria y fetal, empezamos a ver que el virus es serio y es una amenaza para la salud pública”, trasladó Montero las dudas que se plantean en el Centro de Medicina Tropical.
El Oropouche “tiene una tasa de ataque enorme, es su gran desventaja. Cuando se mete en una población, afecta al 50 % al mismo tiempo, con lo cual quedan todos resistentes a la enfermedad para un segundo episodio”.
El ciclo de transmisión es el de siempre: el mosquito pica a una persona en el período virémico, después el mosquito infectado pica a otra persona y transmite la enfermedad.
La buena noticia es que el Aedes tiene dos inconvenientes para transmitir el virus Mayaró, resaltó Montero: una es que la viremia (el tiempo en el cual el virus está en la sangre) es muy corta, es de tres días, con lo cual el mosquito tiene que picar ahí para infectar, si no no se infecta. El otro es que la viremia es muy baja, el infectado tiene virus a bajo título, y esto dificulta la transmisión de la enfermedad. “Pero (y aquí Montero introduce el temido “pero”) esto puede cambiar mucho si ocurre una pequeña mutación en el virus que hace que se adapte al nuevo huésped, el ser humano, porque también afecta a monos en la selva”.
¿La solución? “Siempre es la lucha contra el mosquito”, enfatiza. Y las medidas que se toman en Argentina “son adecuadas”: el bloqueo de la zona donde se detectan casos de dengue, por ejemplo; la fumigación, los controles en frontera. “El problema que hay se llama neoliberalismo, porque las políticas neoliberales han empobrecido y desplazado a un número importante de pobladores de sus sitios de origen porque no consiguen trabajo y se van a instalar en regiones periféricas y en villas miserias. Y como una lucha importante contra el mosquito es el descacharrado y las villas miserias son cacharros gigantescos, es imposible descacharrizar una ciudad”, opinó Montero.
La gran solución es la que “no se puede aplicar en América Latina y la que, por lo tanto, las autoridades no quieren oír: se llama urbanización racional, es decir, ciudades sin villas miserias, sin zanjas, sin aljibes, sin vivienda de lata donde se junta agua estancada cada vez que llueve. Cuando tengamos ciudades como la gente, donde la gente tenga acceso a agua corriente en condiciones dignas, no vamos a tener mosquitos”.
Argentina tiene un antecedente histórico del avance de enfermedades transmitidas por los mosquitos. Cuando terminó la guerra del Paraguay (1870), se registraron algunos casos de fiebre amarilla entre las tropas que volvieron, y llevaron la enfermedad hasta la ciudad de Buenos Aires. El brote fue tan grande que hasta le cambió la cara a Buenos Aires porque las clases acomodadas que vivían en San Telmo huyeron hacia Flores y Floresta y sus mansiones de San Telmo se convirtieron en conventillos. Casi todos los hospitales de Buenos Aires, el Muñiz y el Fernández por ejemplo, tienen nombres de médicos que se quedaron a combatir la epidemia y fallecieron de fiebre amarilla.
>>> Resumen de OPS de la situación en América
El virus Mayaro se aisló por primera vez en Trinidad y Tobago en 1954. No obstante, un estudio retrospectivo evidenció infección en sueros recolectados durante la construcción de los canales en Panamá y Colombia que tuvieron lugar entre 1904 y 1914. Desde entonces se notificaron casos en América Central y América del Sur, en particular en las regiones alrededor de la cuenca amazónica.
Subsecuente a los casos de Trinidad y Tobago, se reportaron casos de la enfermedad en Brasil (1955), Colombia (1958-1960), Bolivia (1959), Suriname (1964), Perú (1965), Estados Unidos de América (casos importados de Perú y Bolivia, 1997), Ecuador (1997), Guayana Francesa (1998), Venezuela (2000), México (2001), Panamá (2010) y Haití (2015). En 2018 se notificaron 35 casos de fiebre de Mayaro en Perú y dos más este año. Adicionalmente, Ecuador notificó el 26 de abril de 2019, que de un total de 34 muestras negativas para dengue, chikungunya, zika y leptospirosis analizadas en 2019, cinco resultaron positivas para Mayaro.