Javier tiene 42 años. Se separó hace 5 meses en buenos términos de su esposa, con quien acordó dejarle la vivienda de ambos para que la habite junto a su hijo de 9 años.
Alquileres inalcanzables y salarios que no llegan a cubrir necesidades básicas son los motivos fundamentales por los que muchas personas optan por buscar una pieza con llave "donde vivir" y otras por abrir las puertas de su hogar a "extraños". En Santa Fe es una modalidad en aumento.
Javier tiene 42 años. Se separó hace 5 meses en buenos términos de su esposa, con quien acordó dejarle la vivienda de ambos para que la habite junto a su hijo de 9 años.
Su intención, en principio, era alquilar un monoambiente en barrio sur. Pero cuando supo lo que saldría desistió. "Me pedían arriba de 50 mil pesos, con actualizaciones durante el año. Imposible pagar eso", cuenta a El Litoral. Y agrega: "Imaginate que lo que gano como empleado de una empresa privada se me iría en gran medida en el alquiler del monoambiente y en lo que le tengo que pasar a mi ex. Entonces, para satisfacer mis necesidades básicas no me quedaría un peso".
La otra idea que tuvo fue volver a la casa de su madre, una mujer de 70 años acostumbrada a la vida solitaria desde que enviudó, hace 12 años. "En principio me pareció una buena idea porque me ahorraba el dinero de un alquiler e iba a compartir los gastos con mi mamá de impuestos, de alimentos… Pero lo descarté. Ella ya está acostumbrada a su ritmo de vida, tiene sus horarios… Nos llevaríamos muy mal conviviendo juntos", cuenta.
Un aviso clasificado cambió el destino de Javier, o al menos amenguó su preocupación sobre dónde iba a vivir tras la separación de su mujer. El aviso, muy escueto, decía: "alquilo habitación" y daba un teléfono celular.
"Llamé y una mujer me dijo que tenía cuatro habitaciones para alquilar. Que me daba la llave de una y luego se compartía con otros inquilinos la cocina y el baño. Me dijo que era su propia casa y que si estaba interesado no me demorara porque ya la habían llamado varias personas y tenía que entrevistarlas", cuenta Javier. "Cuando me dijo que por mes iba a pagar 15 mil pesos ni lo dudé. Además no necesitaba garantías. Dejé la casa de mi amigo y me mudé a la habitación, a mi nueva casita por llamarla de alguna forma", agrega.
La pieza mide 4 metros por 3. Allí Javier dispone de una cama, un ropero chico, una mesita de luz, dos sillas y un escritorio que utiliza generalmente como comedor porque prefiere almorzar y cenar solo, al menos por ahora que no conoce bien a los habitantes de la casa.
Consultado sobre cómo es esta nueva vida, Javier asegura que aún se está adaptando y que no es fácil. Sin embargo, ve como positivo el monto que le sale tener un techo y eso lo motiva. "Si no hubiese conseguido esta habitación seguiría de prestado en lo de mi amigo. La verdad estaría más cómodo en un departamento pero la realidad es que no me alcanza".
Situaciones como las de Javier hay muchísimas. Si bien las razones son de las más variadas, lo cierto es que vivir en casas particulares a través del módico alquiler de una habitación con llave es cada vez más común.
Mientras algunos buscan dónde vivir a un costo acorde a sus ingresos, otros buscan la manera de subsistir abriendo las puertas de su propia casa. De ese lado está Judith, una jubilada de 84 años propietaria de una casa de dos plantas en barrio Villa María Selva.
"Cobro la mínima, los remedios están por las nubes y los alimentos también. No me quedó otra que abrir mi casa… No hay bolsillo que aguante en este país", cuenta la abuela a El Litoral.
La casa de Judith es de dos pisos. Es enorme para ella sola; y fue por eso y por la necesidad económica que decidió hacer unas reformas y alquilar las dos habitaciones de la planta superior.
"Por razones de seguridad, mis inquilinos tienen un acceso propio y una llave de su habitación. Comparten el baño y un sector para comer. El alquiler mensual es de 19 mil pesos", dice. Y agrega: "Solamente alquilo a hombre hasta 50 años, que trabajen. Y no permito visitas. Son mis normas y las tienen que respetar. En lo que pagan por mes está incluido el cable, la luz, el gas, wifi y limpieza una vez a la semana".
La pandemia, advierte Judith, marcó un antes y un después en su "rubro". Asegura que se incrementaron los pedidos por habitaciones. "Fue increíble. La gente me llamaba todos los días desesperada por una pieza. Muchos querían huir de su casa porque no se aguantaban más".
En Santa Fe no hay números sobre la cantidad de casas que optaron por alquilar las habitaciones y obtener una renta por ello porque no hay ninguna normativa que lo permita ni avale. Pero es una modalidad que existe y que, frente a alquileres elevados y salarios que no alcanzan, se está convirtiendo en tendencia o, mejor dicho, en una alternativa para quienes necesitan un techo donde vivir y para quienes lo tienen pero no llegan a fin de mes para hacerle frente a la realidad del país.
También estudiantes
Esta modalidad también se observa en estudiantes que vienen del interior. A diferencia de años anteriores, donde lo más común era residir en departamentos o casas alquiladas por los padres, muchos residen en casas compartidas y abonan por la habitación.