Nicolás Loyarte | [email protected]
Fue declarada monumento histórico provincial. La concesionaron al municipio. Hubo proyectos de restauración y licitaciones “truncas”, pero se sigue cayendo a pedazos y amenaza con llevarse para siempre parte de la historia de Santa Fe.
Nicolás Loyarte | [email protected]
Josefa tomó el pincel con decisión, lo humectó de colores y comenzó a delinear lo que terminaría siendo el paisaje que todos los días contemplaba desde la azotea de su casa, ubicada frente al Palomar, más precisamente en la esquina de La Rioja y San Luis. La tela de grandes dimensiones quedó invadida por el paisaje fluvial que relucía ante sus ojos, con sus barcas y sus gentes. Transcurría la segunda mitad del siglo XIX y los testigos de aquella obra de arte la considerarían luego su obra maestra.
Es por éste, entre otros motivos, que esa antigua casa de la ciudad es considerada hoy un monumento histórico. Allí residió Sor Josefa Díaz y Clucellas (Santa Fe, 13 de abril de 1852 - Villa del Rosario, 24 de septiembre de 1917 —65 años—). Pepa, para los suyos, fue considerada la primera pintora con firma del continente latinoamericano —pese a que paradójicamente no firmó muchas de sus obras—. Además, el Museo Municipal de Artes Visuales (en San Martín 2068) lleva en honor su nombre.
La artista dedicaba la mayor parte de su tiempo a pintar. Las obras de Sor Josefa Díaz y Clucellas eran costumbristas. Considerada una intuitiva, fue creadora de sorprendentes pinturas para su época. Pero lamentablemente muchas de esas obras se perdieron, o quienes las tienen, no conocen su origen ya que como se dijo, muchas veces no las firmaba.
La antigua casa familiar era modesta, del suburbio, de la periferia de la ciudad. Y junto al resto conformaban un entorno urbano de la época en que la sociedad decidió entrar en la modernidad. Pasaron los años, pasó la modernidad y la arquitectura toda evolucionó. Así, la antigua casa cobró su valor histórico. Pero desde hace décadas el paso del tiempo la viene degradando y no fue restaurada ni mantenida para su preservación.
Hoy la antigua casa de Sor Josefa Díaz y Clucellas está clausurada. Sobre su fachada colocaron grandes cartelones publicitarios, como si se tratase de ocultar la desidia.
Años de abandono
Es que en 1998, la vieja casona fue declarada por ley Monumento Histórico Provincial, y en 2002, un decreto municipal la declaró edificio de interés cultural de la ciudad. Ambas normas establecieron que debía ser mantenida por su valor patrimonial. Sin embargo, desde entonces, día tras día, la casa se cae a pedazos.
En 2006, la provincia inició la expropiación del inmueble mediante una ley. La norma había establecido dos pagos a los herederos, pero la operación nunca se concretó. Y la Legislatura debió aprobar una prórroga del pago para que se cumpla con dicha expropiación. Tres años más tarde, en 2009, finalmente la provincia compró la antigua casa por un monto cercano a los $ 600 mil.
Una vez en manos del Estado, la provincia suscribió con el municipio un convenio de uso de la propiedad, y en 2011 se licitaron las obras de restauración y puesta en valor del edificio. Pero las ofertas fueron superiores al presupuesto y la restauración quedó trunca.
Mientras se avanzaba hacia un nuevo proceso licitatorio, la Municipalidad realizó algunas tareas por administración que incluyeron demoliciones de mamposterías y remociones, limpieza e hidrolavado de fachadas y reparación de muros. Los años siguieron pasando y la casa continuaba con su natural deterioro.
En un nuevo capítulo de esta historia, en 2013 todo hacía parecer que llegaría la restauración y puesta en valor definitiva. Pliegos al Concejo y nueva licitación, prevista para febrero de 2014. El nuevo proyecto contemplaba la instalación del Museo del Inmigrante y la concesión de una parte del edificio para la explotación de un emprendimiento privado compatible con ese espacio cultural. Pero la licitación quedó desierta.
Hace tres décadas que una asociación conformada con el fin de preservar ese patrimonio de la ciudad (Asociación de Amigos de la Casa de Sor Josefa Díaz y Clucellas) reclama por la casa.
Pese a todo la casa resiste, escondida en el paisaje urbano detrás de los cartelones publicitarios. Y en ella habitan colores, pinceladas, el testimonio de la vida de Sor Josefa, la primera pintora con firma del continente latinoamericano.