Federico Aguer | [email protected]
El santafesino Gastón Vigo es licenciado en Administración de Empresas y doctorado en Economía. Sin embargo, renunció a su estilo de vida y fundó la primera sucursal de la ONG del Padre Pedro Opeka de Madagascar en nuestro país.
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“Me di cuenta de que no podía vivir ignorando el dolor del prójimo, porque hay gente que sufre, y que lamentablemente en Argentina ya son millones”, admite Vigo en diálogo con El Litoral. Y agrega que descubrió que podía trabajar en la primera infancia, resolviendo el problema de la desnutrición, pero también todas las otras etapas. “Y que lo que había hecho Pedro en Madagascar era posible replicarlo en Argentina”.
A la hora de buscar las razones que lo llevaron a tomar la decisión, reconoce que internamente descubrió que tuvo muchas posibilidades de poder hacer lo que quiso con su vida (ya sea en el estudio, en lo afectivo, y en la contención que le permitió concretar sus sueños), “pero cuando uno ve tanta gente esperando un progreso que nunca llega, ¿por qué no comprometerse, no motivarse con esto? Estoy feliz porque ésta es mi vocación, entregando cada minuto voy a poder ser muy feliz”, asegura.
Gastón recuerda que la primera vez que sintió un cuestionamiento profundo fue en la conferencia del padre Opeka, cuando dijo que a la hora de ayudar, había que “hacerlo a fondo”. “Renuncié a mi trabajo y me fui a Madagascar”, recuerda con una sonrisa. “Cuando ingresé a Akamasoa, descubrí una ciudad de 29 mil personas, dividida en 22 barrios, con 4 mil viviendas, 35 escuelas; una ciudad diagramada para que los pobres que vivían en un basural vivieran ahora dignamente”, explica. “Ahí descubrí que hay que respetar a ese ser humano que sufre la miseria y que debía replicar ese trabajo en Argentina”.
El desembarco local
Vigo afirma que los argentinos tenemos un chip maldito, “porque siempre que queremos hacer algo correcto, buscamos las excusas para no hacerlo. Siempre miramos casos en Australia, Finlandia o Nueva Zelanda. Pero yo te puedo mostrar lo que se hizo en el quinto país más pobre del mundo, donde sacaron a medio millón de personas de la extrema pobreza”.
Por eso, cuando tomaron la decisión de abrir una “sucursal” en nuestro país, se pusieron a planificar dónde hacerlo. “Lo primero que vimos es que Argentina tiene 4.100 villas, de las cuales 1.600 están en la provincia de Buenos Aires (el 40 % de la pobreza del país está concentrada ahí), y a pocos kilómetros de dos de los polos más industriales (Zárate y Campana), decidimos apostar por transformar al pueblo de Lima en el mayor polo de solidaridad del país”. Allí, de 22 mil personas hay 8 mil en condición de extrema pobreza.
De a poco, fueron avanzando. En Lima había un club social abandonado que les cedieron, y allí pudieron emplazar la escuela primaria y secundaria. Además sumaron un centro contra la desnutrición infantil (que aplicaba la metodología Conin). También les donaron un campo de 2 hectáreas, por lo que fueron creciendo rápidamente.
“El primer pilar de la Organización es tomar en cuenta a la persona entera, y el otro es que el trabajo, la educación y la disciplina no se negocian. La disciplina, palabra tan temida en la Argentina, en verdad es la constancia detrás de un objetivo. Y aprender oficios genera una disciplina comunitaria que permite salir de la pobreza”. afirma.
Gastón prefiere ponerle nombre al proceso, para referir que los protagonistas de a poco se van dando cuenta de que es real. “Carina -por ejemplo- viene de una familia de pobres, pero acaba de terminar el primario. Y el 11 de diciembre recibirá su título y su medalla, y está extasiada por ello”.
En este sentido, se explaya con uno de los primeros desarrollos del emprendimiento: los calefones solares, para poder calentar agua. “Los calefones solares fueron una herramienta fantástica, con los que la gente recicla residuos y botellas plásticas para poder contar con agua caliente en 24 horas, que ellos mismos construyen”. También fabrican vasos reciclados y portavelas (para regalos empresariales), que generan un entusiasmo que antes no tenían. En WhatsApp forman grupos en los que se convocan a trabajar cada día y se van contagiando. “Están deseosos de poder aprender. Porque la mente es un fuego que se enciende”, dice con convicción.
Asistencia o dignidad
Consultado sobre la política asistencialista implementada en el país, se muestra muy crítico. “A la luz de los datos, nos dimos cuenta de que el asistencialismo no saca a la gente de la pobreza. De 2 millones de planes sociales hoy tenemos 9 millones y medio (3 veces la población de Uruguay). La clave está en ayudar sin asistir. Ni en el pescado ni en la caña, sino en la fuerza para sostenerla, indicarle cómo usarla y, si es posible, indicarle por qué río empezar a pescar”.
Vigo va más allá y asegura que el asistencialismo “les rompe la dignidad”. Ir a cobrar y que nunca haya una contraprestación; para una urgencia puede ser, pero no se puede prolongar en el tiempo. Y se pregunta: “Esos 9 millones y medio: ¿han salido de la pobreza o se han perpetuado en ella?”. Y opina que “hay que volver a los orígenes, cuando 6 millones de inmigrantes llegaron al país para nunca más pasar hambre”.
La misión
Gastón es enfático respecto del objetivo a trabajar. “Hay que hacer oasis de esperanza. Saber que en los lugares en los que se trabaja, hay que persistir en el tiempo. Trabajar en la primera infancia es fundamental, porque el cerebro no acepta deudas atrasadas. Es estimulando a la criatura, cuidándola, pero continuar en las otras etapas porque la pobreza es muy dura. Dejemos de medir las intenciones y empecemos a juzgar los resultados”. Y vuelve sobre lo anterior. “Si uno pone reglas claras como la educación, el trabajo, y el trabajar no PARA el pobre, sino CON el pobre, el drama se resuelve. Es así, ellos lo pudieron hacer”.
Está convencido de que es estratégico contener las primeras etapas de la vida. “Lo primero es ayudar a la mujer embarazada, porque los primeros 1.000 días de cada persona son vitales (aun antes de nacer). Y a esa familia organizarle un marco de sociedad civil. En este sentido, a nivel educativo el Plan “Fines” les permite ser sede escolar para que muchos puedan finalizar la educación, acompañando el proceso con voluntarios que les cuiden los chicos.
En esta movida, todos pueden ayudar. Todos los meses hacen jornadas de voluntariado, donde explican su metodología de trabajo. Pero no se quedan con las donaciones. Quieren estimular el proceso productivo. “Queremos dejar de convertirnos en receptor de donaciones, imaginando que podemos ser proveedores. Todo pobre tiene una capacidad increíble de emprendedurismo, porque está acostumbrado a salir adelante con lo poco que tiene”, sostiene.
Pero también aclara que hay que evitar el crecimiento anárquico, porque “tirar asfalto no es urbanizar. Hagamos veredas, desagües, los lugares de estudio, de salud, hoy se puede pensar todo para que sea algo armónico”.
Gauchadas
Respecto del contacto con la producción, afirma que “por suerte, todavía hay gente generando riqueza en el país, y el campo nos puede dar una gran mano”. Pero ellos ya están produciendo alimentos propios en una huerta hidropónica, aunque reconoce que necesitan que los ayuden a ser cada vez más eficientes. “El campo siempre nos estimula, estamos en medio de una zona de campos muy fértiles. Pedro le da trabajo a más de 4.000 malgaches en las canteras de piedra. ¿Cómo no vamos nosotros a aprovechar el campo para poder trabajar?”.
Finalmente, Gastón cierra con un concepto a futuro. “Le estamos generando a las personas en su corazón la idea de que el trabajo persistente en el tiempo modificará la vida de sus niños y de sus nietos. Cuando ven que la pobreza es una fatalidad, es algo dramático. Ahora, cuando ven que hay una salida, se dan cuenta de que es posible. El pobre no es el problema, el pobre es la solución”, sostiene.
La obra de AKAMASOA
En Madagascar, la obra “Buenos Amigos” -fundada en 1989 por el sacerdote argentino Pedro Opeka- logró sacar de los basurares de Antananarivo a medio millón de personas. Construyeron con sus propias manos 4.000 viviendas en las que viven más de 25.000 personas. Cada barrio cuenta con escuelas, dispensarios y centros de trabajo, canteras de piedra, fábricas de ladrillos, carpinterías, agricultura y centros de arte, con más de 14.000 chicos escolarizados en la actualidad. En Argentina, la obra trabaja con 140 familias (600 personas). Puntualmente son 197 chicos desnutridos (menores de 5 años). Y mayores de 5 años escolarizados (en jardín, primaria y secundaria) trabajando con el apoyo del Estado. En Lima también abrieron una escuela propia con oficios (donde hay 30 adultos, mayormente las madres).