Redacción de El LItoral
Se detectaron residuos de insecticidas y fungicidas por encima de los límites permitidos, que establece el Senasa, entre otros problemas.
Redacción de El LItoral
La seguridad de los alimentos es un tema sensible. Por eso preocupa que la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria (Assal) haya detectado “irregularidades” en el 30% de las muestras de hortalizas y frutas que analizó en el mercado concentrador de Santa Fe y en los dos mercados más importantes de Rosario.
Eduardo Elizalde, director de la Assal, le explicó a El Litoral que se registraron dos problemas. El primero, los “desvíos de uso”. Es decir, la utilización de un insecticida en una hortaliza que no lo tiene autorizado. “Por ejemplo, encontrar en la acelga un producto registrado para la lechuga”, explicó.
El segundo problema es que se encontró que los residuos de agroquímicos en algunas hortalizas superan los límites máximos tolerables que establece el Senasa. “Esto puede suceder porque no se utilizó el producto correctamente o porque no se respetó el período de carencia, entre otras posibilidades”, precisó Elizalde.
120 muestreos realizó la Assal durante los últimos dos años en dos mercados concentradores de Rosario y en el mercado de frutas y hortalizas de Santa Fe. Se invirtieron $ 500.000.
El período de carencia es el lapso de tiempo —la brecha temporal— que deben cumplir los productores entre la última aplicación de un insecticida y la cosecha de la verdura para llevarla al mercado. En algunos casos es de 15 días, pero puede ser mayor de acuerdo al producto que se utilice.
Los análisis se vienen realizando en forma sistemática desde hace dos años (la Assal hizo 120 muestreos). “También hay que decir que no se detectó ningún caso clínico. Es decir, una persona que sufra una intoxicación por consumir una hortaliza, pero el tema es el efecto acumulativo”, advirtió Elizalde.
En el Senasa, Paola Scalisa, a cargo de la Supervisión de Inocuidad Vegetal en Santa Fe, contó que es más habitual encontrar dificultades en el sector de las hortalizas que en el de las frutas, que esta más profesionalizado porque tiene un perfil exportador.
Cuando se detecta una irregularidad en una verdura, hay que seguir su rastro hasta la quinta en la que se sembró y cosechó —la famosa trazabilidad—. Para hacerlo es necesario saber quién es el productor.
También aclaró que el rol del Senasa lograr que los productores estén identificados (a través del Renspa), registrar los productos que se pueden utilizar y el límite para cada cultivo, fiscalizar la producción y el acopio del tráfico federal de estos productos, y también cuentan con programas de monitoreo y control
Pero aseguró que los organismos de control sanitarios provinciales deben jugar un rol central en el control de las frutas y hortalizas frescas en la provincia (y en el seguimiento del manejo que hacen los productores). “El tema de fondo es la informalidad del sector y la falta de capacitación de algunos productores”, planteó Scalisa.
Buenas prácticas
Cuando se detecta una irregularidad en una verdura, hay que seguir su rastro hasta la quinta en la que se sembró y cosechó —la famosa trazabilidad—. Para hacerlo es necesario saber quién es el productor.
Con ese objetivo, desde el 2003 el Senasa cuenta con el Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios (Renspa), que es obligatorio y gratuito, y un requisito para que los productores puedan comercializar las verduras en los mercados. En la provincia de Santa Fe también existe el Registro Único de Productores Primarios (RUPP), que debe identificar cada cajón de verduras.
Una vez identificado el productor —y multado si corresponde— la prioridad es capacitarlo y profesionalizarlo para que utilice los agroquímicos en forma correcta y de acuerdo a la legislación vigente. Esto implica contar con el asesoramiento de un ingeniero agrónomo (que lo receta y prescribe la forma de aplicarlo), respetar las dosis recomendadas y los criterios de fumigación (condiciones del viento, humedad y temperatura, entre otras variables).
En la “jerga agronómica” se trata de que adopte Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) para que los alimentos que produce sean seguros y de calidad. En la capacitación interviene el INTA, el Ministerio de la Producción y también el Senasa. En los últimos años, además, surgieron modelos de producción agroecológicos —incluso orgánicos— que limitan el uso de agroquímicos (o directamente no los utilizan).